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Hungría y Polonia vetan la parte migratoria de la declaración europea y deslucen la cumbre de Granada

El populista Víktor Orbán afirma que sendos países han sido "violados" por la UE con el pacto migratorio.

Viktor Orbán
Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, a su llegada este miércoles al Palacio de Congresos de Granada, donde los mandatarios europeos celebran la reunión informal del Consejo Europeo de la UE. PepeTorres / EFE

El habitualmente incendiado debate sobre política migratoria ha eclipsado la cumbre informal de Granada, secuestrada por los sospechosos habituales. Hungría y Polonia han vetado las conclusiones finales sobre inmigración, que han sido eliminadas del texto final y sustituidas por una declaración de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. No había muchas alternativas ante su rechazo frontal: era eso o salir sin un comunicado conjunto de Granada. "Soy el Primer Ministro de la República de Polonia. Soy responsable de la seguridad de Polonia y de sus ciudadanos. Por lo tanto, como político responsable, RECHAZO oficialmente todo el párrafo de las conclusiones de la cumbre sobre migración", ha anunciado Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco.

"Hungría y Polonia estamos siendo violadas. Si te violan legalmente obligándote a aceptar algo que no quieres, ¿cómo vas a conseguir un compromiso? Es imposible", afirmaba Víktor Orbán, primer ministro húngaro, a su llegada a la cumbre informal de Granada. "Polonia rechaza firmemente el plan para acoger inmigrantes ilegales, que en muchas ocasiones provocan inseguridad en nuestras calles. Defenderemos a los polacos. No nos dan miedo los dictados de Bruselas y Berlín", aseguró su homólogo polaco.

Varsovia y Budapest vuelven a tensar las cuerdas con sus homólogos europeos, que solo posponen (por enésima vez) el debate, ya que con mucha probabilidad la inmigración volverá a centrar los debates del Consejo formal que se celebra en Bruselas dentro de dos semanas. El presidente francés Emmanuel Macron le ha restado importancia porque la base legal está ya acordada, por mayoría cualificada.

Granada ha acogido este viernes la cumbre informal de los 27 jefes de Estado y de Gobierno, que tenía un plato principal en el menú: la cuestión migratoria. Los líderes europeos aterrizaban con la buena noticia del reciente acuerdo alcanzado por sus embajadores sobre el mecanismo de gestión de crisis, el último agujero sin remendar que quedaba para cerrar el Pacto de Asilo y Migración.

Mediante el mismo, Europa endurece los procedimientos de asilo, perpetúa las detenciones en frontera y acelera la expulsión de las personas que no cumplen con los requisitos para permanecer en el bloque comunitario. Se trata de un texto de mínimos, abierto en muchas cuestiones y con un difícil encaje legal y humanitario. Las ONG han denunciado que, tras ocho años de negociaciones fallidas y divisiones insalvables, la UE ha terminado cocinando un pacto migratorio "desproporcionado", "peligroso" y que pone en peligro el derecho humano de cualquier persona a buscar protección internacional. "Seguimos sin entender la alegría de la Presidencia española del Consejo. ¿Por permitir a los Estados miembro prescindir de sus obligaciones de asilo?", afea la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

El acuerdo político a nivel Coreper fue posible debido a que, en el seno europeo, las decisiones en materia migratoria se toman por el mecanismo de mayoría cualificada, y no por unanimidad como sí ocurre en otros campos como las sanciones o la fiscalidad. En cualquier caso, en debates tan tóxicos y viscerales como el drama migratorio todas las Presidencias, también la española, intentan mover los hilos para lograr el mayor consenso posible. Y en ejercicio de funambulismo, las capitales han ido cediendo espacio y terreno a los postulados y discursos más ultras. Con la italiana Giorgia Meloni en el barco del acuerdo, los únicos en votar en contra fueron Polonia y Hungría.

El tándem iliberal ha vuelto a echar un pulso a sus socios europeos, como viene haciendo desde 2015. Por aquel entonces, la Unión aprobó en el marco de la bautizada como crisis migratoria el reparto de cuotas de refugiados obligatorio para los Veintisiete. Como ahora, Varsovia y Budapest se negaron, pero existía una mayoría suficiente para darle base jurídica. No lo cumplieron y acabaron condenados por la Justicia europea. Lo que ocurrió allí es un preludio de cómo el nuevo pacto de asilo puede dejar muchas costuras abiertas también en el futuro. Los dos países del Este han dejado claro que no accederán a acoger a refugiados o pagar la multa de 22.000 euros por persona rechazada. Nuevas recetas, viejos problemas, mismos resultados.

Declaraciones como la equiparación del pacto de asilo a una violación por parte de sendos líderes populistas y ultranacionalistas no son inusuales. En las últimas 48 horas, Orbán ha calificado a la UE como un proyecto nazi y orwelliano. Hace unos años afirmó que la civilización occidental está en peligro y el cristianismo es el único que puede salvarla. Por su parte, el polaco, que se juega el poder de las urnas en nueve días, ha centrado su compaña en la idea de que hay una invasión de migrantes. Algo que desestiman las cifras. En lo que va de año, han llegado a Europa 160.139 personas a través de vías irregulares. Entretanto, miembros de su Partido Ley y Justicia (PiS), aliado de Vox en la Eurocámara, han sido acusados de llevar a cabo una trama enorme de corruptelas para conceder visas a ciudadanos asiáticos y africanos a cambio de sobornos.

Europa baila al son de la extrema derecha

La cumbre de la UE ha recogido el viernes el testigo a los 47 líderes europeos que se dieron cita el jueves en la ciudad andaluza para celebrar la tercera reunión de la Comunidad Política Europea. El encuentro concluyó con un sabor amargo y descafeinado por sus nulos resultados ante un foro que no termina de encontrar su lugar en el continente.

Entre bastidores y para malestar de la anfitriona española lo que se comenzó a gestarse fue un diálogo migratorio abanderado por Meloni y por el primer ministro británico Rishi Sunak para endurecer todavía más las políticas migratorias con unos acuerdos camuflados en nombre de combatir a las mafias y el tráfico de personas. Al encuentro acudieron también Edi Rama, primer ministro de Albania, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, Mark Rutte, primer ministro neerlandés, y Emmanuel Macron, presidente francés. Pero no estuvo representada ni España ni Alemania. El primero es país anfitrión y se encuentra en primera línea de la frontera sur. El segundo es el que ha abierto sus puertas a un mayor número de solicitantes de asilo.

El objetivo conjunto es crear una estrategia a nivel no solo de la UE, sino de todo el continente, para contener la llegada de personas a territorio europeo a través del Mediterráneo Central, el Canal de la Mancha o la ruta de los Balcanes. Los europeos siempre han hecho hincapié en que no querían que la CPE se convirtiese en una suerte de "UE con satélites", pero los acontecimientos de Granada dejan entrever que lo han utilizado como foro de encuentro para sus intereses y preocupaciones internas, que en la actualidad pasan mucho por abordar el fenómeno migratorio.

"En la cumbre de la CPE nos centramos en la migración ilegal y por eso estamos decididos a hacer todo lo necesario para detener a las bandas criminales, poner fin de una vez por todas a esta crisis ética y humanitaria y restablecer el Estado de derecho en materia migratoria", ha asegurado Meloni, que suma semanas exigiendo a la UE que cree una zona SAR en Túnez, como ya hace en Libia, para que sus guardacostas intercedan y devuelvan a los refugiados y migrantes antes de que toquen aguas internacionales.

"La inmigración irregular tiene que gestionarse con determinación. No permitiremos que los traficantes de personas decidan quién debe entrar a la UE. Continuaremos implementando todas las decisiones de forma efectiva y rápida", reza la declaración de Michel, que hace énfasis en alcanzar acuerdos con países terceros, combatir el tráfico de personas y el respeto al derecho internacional. Michel ha reconocido en rueda de prensa que "no es novedad que los debates europeos sobre migración en los últimos años han sido difíciles y emocionales". En esta coyuntura ha abogado por "ser pragmáticos". Traducido: en fortalecer los acuerdos con países de origen y tránsito.

Por su parte, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, le ha quitado peso a esta treta de Hungría y Polonia aduciendo que el acuerdo migratorio real e importante es el ya consumado por los Ministros de Interior esta misma semana.

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