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Palizas, violencia policial y suicidios: así fue mi estancia en un infernal centro griego de detención de migrantes

El inglés Matt Broomfield es el primer y hasta la fecha único occidental que ha vivido en uno de esos centros donde se confina a los migrantes que tratan de llegar a la Unión Europea (UE). Aquí cuenta su historia.

17/12/2021 El periodista británico Matt Broomfield, en el centro de detención griego donde permaneció dos meses, después de que se le comunicara la prohibición de entrar en el espacio Schengen
El periodista británico Matt Broomfield, en el centro de detención griego donde permaneció dos meses, después de que se le comunicara la prohibición de entrar en el espacio Schengen. Matt Broomfield (CEDIDA)

Este es un testimonio único, el relato en primera persona que el periodista Matt Broomfield ha realizado para Público, dando cuenta de su detención y encarcelamiento en Grecia a instancias de los alemanes. El inglés es el primer y hasta la fecha único occidental que ha vivido en uno de esos infernales centros donde se confina a los migrantes que tratan de llegar a la Unión Europea (UE).

Tiempo después, el diputado por EH-Bildu en la UE Pernando Barrena Arza se interesó por su situación ante la Comisión y preguntó si esta era consciente de lo acaecido y si no coincidía en apreciar que el trato que se le había dispensado fracturaba el derecho a moverse libremente dentro de la UE. En respuesta a ambas cuestiones, la diputada Johanson respondió que, en efecto, tenían conocimiento de lo acaecido, y desgranó después una serie de subterfugios en los que venía a decir, entre otras cosas, que "la Comisión no tiene competencias para investigar casos individuales, lo que es una prerrogativa de las autoridades nacionales, y no hace comentarios al respecto". Asimismo, Johanson recordó que "la Directiva 2004/38/CE1 dejó de aplicarse a los nacionales del Reino Unido y a los miembros de sus familias el 31 de diciembre de 2020, lo que marcó el final del período transitorio previsto en el Acuerdo de Retirada entre la UE y el Reino Unido". 

Esta es la experiencia de Matt Broomfield sobre la que la Comisión no desea hacer comentarios.

A principios del pasado año, mientras estaba de vacaciones en Grecia, me detuvieron en la frontera italiana, me arrestaron, me internaron en el sistema de detención y migración griego durante dos meses y me informaron de que, a partir de ese momento, tenía prohibida la entrada a la zona Schengen durante diez años. Aunque no se me proporcionó ninguna documentación sobre la prohibición, parecía probable que me estaban atacando como resultado de mis artículos y por la defensa de los medios de comunicación del norte y este de Siria, la región autónoma democrática y liderada por mujeres, construida alrededor del Kurdistán sirio (Rojava), que el Gobierno turco está empeñado en destruir. Es escalofriante. Parece que el Gobierno autocrático turco ahora tiene el poder de imponer una prohibición unilateral desde Europa a un ciudadano británico, periodista profesional y activista de los medios como yo.

Mis dos meses de detención fueron solo una breve muestra de lo que muchos refugiados, activistas políticos y periodistas de Oriente Medio y más allá deben pasar toda su vida. Mi caso proporcionó una ventana a la violencia, la miseria y la farsa de la vida cotidiana en la maquinaria de detención y deportación de la UE. Pero también ilustra la complicidad de los Estados europeos y el régimen de Erdogan en la represión de la libertad periodística, la disidencia política y los movimientos democráticos.

Dentro del sistema griego de detención de migrantes

Mientras viajaba de Grecia a Italia con un amigo a principios de 2021, fui recibido en la frontera por policías armados con pasamontañas y un detective italiano que me informó que tenía prohibido ingresar o permanecer en la zona Schengen durante diez años a instancias de Alemania, ya que soy un "individuo indeseable". Luego me retuvieron durante la noche en el ferry y me deportaron o "me empujaron de regreso" a Grecia, donde las autoridades griegas me volvieron a detener por "entrar ilegalmente al país". Esto se tradujo en que acabé dentro del sistema de detención de migrantes griego mientras se procesaba mi caso.

Estuve detenido de diversas formas durante una semana en la comisaría de Policía de Patrás; durante seis semanas en el Centro de Detención Previa a la Expulsión de Migrantes en Korinthos, que fue condenado por el Comité para Prevenir la Tortura, y dos semanas más, en un Centro Previo a la Expulsión de mayor seguridad en Petrorali, Atenas.

Las condiciones en los centros de detención eran miserables, estrechas y kafkianas. En Patrás y Petrorali, durante días seguidos nos mantuvieron encerrados en nuestras celdas y no nos permitieron mezclarnos con otros reclusos. La mayoría de mis compañeros de prisión estaban cortados y magullados por las palizas que habían recibido al ser arrestados. En una ocasión, la Policía golpeó violentamente a un pequeño traficante de drogas fuera de mi celda. Korinthos es una prisión enorme dirigida por la policía. Los presos permanecen recluidos de seis a dieciocho meses o incluso más. Las personas son entrevistadas sobre sus casos de asilo, pero actualmente todo el mundo está siendo rechazado por sistema. Algunas personas son liberadas, arrestadas nuevamente días después y devueltas al centro de detención durante otro período indeterminado.

El sistema es totalmente opaco. Todas las ONG tienen prohibida la entrada y hay cortes frecuentes de agua, con hasta cuarenta hombres compartiendo cada celda. El resultado fue la desesperación. En la celda donde me alojé, un refugiado kurdo se había suicidado recientemente, ahorcándose con dos cargadores de teléfono entrelazados. Las luces se mantienen encendidas las 24 horas del día y, sin embargo, cuando los residentes necesitan un médico o el agua se seca, nadie viene. Hubo constantes huelgas de hambre, autolesiones, peleas, enfrentamientos con los guardias con piedras y colchones incendiados. Estos centros son cárceles, cuyo objetivo es quebrar el ánimo de las personas y obligarlas a inscribirse en la deportación "voluntaria" manteniéndolas en condiciones inhumanas.

Una causa que vale la pena defender

Aunque acepté formalmente mi deportación en 24 horas, pasaron dos meses antes de que Grecia me enviara de regreso al Reino Unido. Tras una entrevista policial a mi regreso a Inglaterra, me dijeron que la Policía del Reino Unido no consideraba que hubiera cometido ningún delito.

Tampoco hubo ningún juicio o procedimiento legal mediante el que pudiera impugnar esta decisión sumaria, y todavía estoy tratando de obtener un documento oficial que explique exactamente lo que sucedió. Dado que nunca he tenido nada que ver con las autoridades alemanas, y dados los fuertes lazos comerciales de Alemania y la relación estratégica con Turquía, parece probable que Turquía se compinchó con Alemania para emitir la prohibición. Esto se hizo a través de una institución opaca conocida como el Sistema de Información de Schengen (SIS), que ha sido "blanco de críticas constantes por parte de académicos, organismos de la UE y organizaciones de derechos civiles" desde sus inicios. En teoría, esto debería ser solo para personas que presentan una seria amenaza a la seguridad de los estados miembros. En la práctica, el SIS es abrumadoramente utilizado de forma abusiva por los Estados miembros para expulsar refugiados, así como para atacar a trabajadores de ONG y periodistas.

Pero, ¿por qué debería el Gobierno turco preocuparse tanto por un periodista británico de vacaciones en Grecia?

Es probable que usted haya visto las imágenes de fama mundial de mujeres kurdas luchando contra ISIS, ya que las fuerzas lideradas por los kurdos pasaron años haciendo retroceder a los yihadistas de fortalezas como Raqqa antes de erradicar totalmente su califato en marzo de 2019. Las milicias kurdas eran la principal fuerza asociada de la Coalición Global para Derrotar a ISIS, liderada por los EEUU pero que incluye al Reino Unido, Alemania y casi todos los Estados miembros de la zona Schengen. Probablemente también haya visto imágenes de las dos invasiones turcas de la región, incluido el asalto de octubre de 2019 con luz verde de Donald Trump. Aviones de guerra y tanques turcos respaldaron a milicias radicales, donde combatían decenas de exmiembros de ISIS, para hacerse cargo de franjas del norte y este de Siria, saqueando, violando y asesinando mientras llevan a cabo una limpieza étnica por la fuerza contra las minorías kurda, yazidí y asiria de la región.

Pero más allá del frente, el proyecto político en el norte y este de Siria ha perdurado. Varios millones de personas viven ahora en un sistema de democracia directa de base, con la participación femenina garantizada y el liderazgo de la mujer en todos los niveles de la vida política y civil. El proyecto no es impecable, pero en una región acosada por la guerra, la pobreza y un colapso total de la infraestructura, el norte y este de Siria continúa garantizando estándares notablemente altos de derechos humanos, estado de derecho y garantías legales. Los tres años que pasé viviendo y trabajando en allí fueron una verdadera lección para mi, tanto en el pensamiento utópico como en la acción práctica.

También puede ser consciente de que varios occidentales han viajado para unirse a la "revolución de Rojava". Al principio, muchos se unieron a la lucha militar contra ISIS, y decenas sacrificaron sus vidas en el proceso. Pero en estos días, la mayoría de los voluntarios occidentales trabajan en la floreciente esfera civil, en beneficio de las mujeres, la salud, la educación o, en mi caso, los medios de comunicación.

Soy periodista profesional y durante mi estancia en Siria hice reportajes y artículos para las principales fuentes de noticias internacionales como VICE, The Independent y New Statesman, además de presentar una serie documental para un canal de televisión kurdo. Pero mi papel principal fue el de cofundador de la principal fuente de noticias independiente de la región, el Centro de Información de Rojava (RIC). Como RIC, trabajamos con las principales empresas de medios de comunicación y organizaciones de derechos humanos del mundo, incluidas BBC, ITV, Sky, CNN, Fox, Amnesty, Human Rights Watch, las Naciones Unidas o el Gobierno de los EEUU. Y muchas más, para ayudarlos a cubrir la situación sobre el terreno. También ayudamos en su día a medios como Público.

Nuestra razón de ser era conectar estas fuentes de noticias con personas sobre el terreno, para ayudarles a comprender la realidad del norte y este de Siria, sin propaganda. Nunca traté de ocultar mi presencia en Siria o lo que estaba haciendo allí. Por el contrario, me enorgullecía prestar mi voz tanto para defender como para criticar un proyecto político que quería que la comunidad internacional reconociera y entendiera.

Represión política

Trabajar en Kurdistán como periodista es suficiente para merecer la represión política de Turquía. Turquía es el número uno del mundo en el encarcelamiento de periodistas, tiene la tasa de encarcelamiento más alta de Europa, y en los últimos años ha destituido o detenido a más de 160.000 jueces, maestros, funcionarios y políticos. Se ha ensañado en particular contra los políticos kurdos y los miembros de los pro-kurdos y el partido democrático HDP. Las acciones de Turquía van mucho más allá de Turquía y las regiones que invade y ocupa en Siria e Irak. Gracias a la inteligencia turca han llegado a asesinar a tres activistas kurdas en París en 2013, mientras que los paramilitares fascistas Lobos grises vinculados al partido AKP de Erdogan llevan a cabo regularmente ataques violentos en Europa.

Pero los Gobiernos de la UE hacen la vista gorda ante estos abusos. Esto se debe en parte a que la UE depende de Turquía para albergar a millones de refugiados que, de otro modo, viajarían a Europa, y Turquía utiliza a estos refugiados como palanca para amenazar a Europa; en parte debido a los fuertes vínculos comerciales entre Turquía, Alemania, el Reino Unido, España y otros estados de la UE; y en parte porque estos son Estados de la OTAN que comparten una alineación geoestratégica común liderada por Estados Unidos, a pesar de los recientes obstáculos en el camino entre Turquía y Estados Unidos.

Básicamente, estos Estados comparten el interés de mantener el statu quo en Turquía y en otras partes del Kurdistán ocupado: el de la represión estatal violenta de las libertades civiles, junto con un mercado "libre" para los inversores occidentales. Las ideas del movimiento de liberación kurdo son un desafío al modelo capitalista de estado en Alemania o el Reino Unido, tal como lo son en Turquía. No es de extrañar, entonces, que Turquía y la UE trabajen juntos para reprimir el periodismo legítimo y la defensa política.

Los Gobiernos de la UE y occidentales suelen atacar, acosar y detener a sus propios ciudadanos por prestar apoyo al proyecto democrático en el norte y este de Siria o al movimiento de derechos kurdos. Los voluntarios que lucharon contra ISIS han sido acusados y encarcelados en Dinamarca, Australia, Italia, España, Francia y en mi propio país de origen, el Reino Unido. Los daneses y los australianos pueden ser encarcelados simplemente por poner un pie en esa zona de Siria, algo que el Reino Unido ha amenazado también con imitar.

Luchar por los derechos de la mujer, la democracia y la libertad no debería ser un delito. Pero como ilustra mi caso, esta represión no se limita a los combatientes. En el Reino Unido incluso miembros de delegaciones de organizaciones ecologistas han sido detenidos bajo las leyes de terrorismo y evitan viajar a la región. Enfrentados a un intenso acoso policial selectivo, sin poder encontrar trabajo como resultado, sintiéndose aislados y solos, varios exvoluntarios se suicidaron.

La presión turca se alinea con el propio deseo de los Gobiernos occidentales de detener la difusión de la visión descentralizada y transformadora de la sociedad presentada por el norte y este de Siria. En particular, en el Reino Unido, los movimientos represivos se produjeron en respuesta a las reuniones de alto nivel entre Turquía y el Reino Unido, en particular cuando los arrestos no solo se dirigieron a exvoluntarios en dicha zona siria, sino incluso a sus familiares en los días posteriores a la visita de Erdoğan a Londres en 2019. El hecho de que otra ciudadana del Reino Unido que se ofreció como voluntaria allí como médica haya recibido recientemente la misma prohibición de Schengen de diez años, y la reciente deportación de una ciudadana española de Alemania sobre la base de su activismo en apoyo del movimiento kurdo, subrayan cómo los intereses se alinean contra el movimiento kurdo desde Madrid a Berlín y Ankara.

Fuera de la ley

Como británico, en el centro de detención griego, por supuesto me salvé del racismo, la violencia y lo peor de todo, de la incertidumbre. Es una inmensa frustración ser expulsado sumariamente de Europa, pero luego me pongo en FaceTime y contacto con amigos que todavía están detenidos en Corinto o jugando al peligroso juego tratando de saltar a los camiones en el puerto de ferry de Patrás, y recuerdo lo increíblemente libre que soy.

El efecto de la represión contra los voluntarios, activistas y periodistas occidentales que han trabajado en el norte y este de Siria es colocarnos, temporalmente, fuera de las protecciones normales otorgadas a los ciudadanos del Reino Unido o de la UE. Millones de civiles que están en la zona, como millones de migrantes en Europa, viven en este vacío de forma permanente.

Turquía siente que disfruta de un espacio de impunidad para violar, asesinar, bombardear y limpiar étnicamente en la mencionada zona de Siria, que sigue sin ser reconocido por ningún Gobierno u organización internacional, a pesar de su papel principal en la derrota del ISIS. La Policía griega puede golpear, humillar y deshumanizar a los migrantes en Patrás, Korinthos o Petrorali tanto como le plazca, sabiendo que ningún abogado u ONG puede entrar en los centros de detención para fiscalizar su comportamiento.

Los internos del sistema griego de detención de migrantes y los ciudadanos del norte y este de Siria son víctimas del mismo sistema, que sacrifica la vida de las personas en nombre de los acuerdos comerciales bilaterales, la venta de armas y la política estatal etnonacionalista. Pero esta es precisamente la razón por la que yo y otros partidarios internacionales del movimiento político en la zona, hemos elegido hacer oír nuestras voces, incluso frente al encarcelamiento y la represión policial. Es por eso que nuestro objetivo es utilizar todas las vías legales y políticas para luchar contra la criminalización del movimiento kurdo, de modo que pueda continuar con mi periodismo pacífico y mi defensa en apoyo de esta causa vital.

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