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La estela ultra de Concepción Dancausa

La delegada del Gobierno en Madrid, responsable del veto político a las 'estelades' en la final de Copa, es hija de un preboste de la dictadura que se resistió a aceptar la transición. Defiende el callejero franquista, se opone a la cuota femenina en los partidos, rechaza que los gais puedan adoptar y está en contra de que su unión sea considerada matrimonio

La delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, junto al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. / EFE

Concepción Dancausa ha cometido una chapuza, y nada más español que echarle la culpa de la pifia a un problema informático. O, como en este caso, a un “criterio técnico”, en palabras de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, quien entiende que prohibir las estelades en la final de la Copa del Rey no ha obedecido a una razón política sino “operativa”, otro adjetivo que tampoco significa nada.

La bandera independentista catalana puede, según la delegada del Gobierno en Madrid, “generar tensiones”, de ahí el veto, que finalmente ha sido desautorizado por un juez. “El deporte no tiene que convertirse en escenario de confrontación política”, justificó Dancausa, cuando lo que estaba haciendo era echar más leña al fuego. La secundó Soraya al cargar contra quienes “politizan” un partido, viendo la paja en el ojo ajeno y emulando a Vujadin Boskov: “Fútbol es fútbol”, sentenció en rueda de prensa, mientras no veía la viga en el suyo.

Con el pasito palante, parecía que Dancausa, una de las líderes del PP madrileño, estaba poniendo a prueba a la oposición en funciones. La bandera proscrita ha sido una suerte de futuro ensayo de acuerdo de Gobierno, con resultado positivo, pues socialistas y podemitas han corrido a abrazar la estelada sin temor a hacerse sangre con alguna de sus cinco puntas. Ni que decir tiene la reacción desde Cataluña, donde el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, acusó a la delegada de sentirse “más cercana a la Fundación Francisco Franco que a las instituciones democráticas”.

Por ahí hubiésemos empezado: Concepción encarna la España de ley y orden que tanto defendió su padre, preboste de la dictadura. El árbol genealógico no tiene por qué suponer un estigma, pero ayuda a situar a la protagonista copera, con permiso de la estelada, en contexto: el abogado falangista Fernando Dancausa fue un consejero nacional del Movimiento que ejerció de alcalde de Burgos y de procurador en Cortes hasta que el régimen se vino abajo. Entonces se encerró en el búnker, puso palos en las ruedas de la transición y, muerto el Caudillo, impulsó la Fundación Francisco Franco con el objetivo de “difundir la memoria y obra” del dictador, como si cuarenta años de difusión no hubiesen bastado.

Nacida en Burgos en 1952, tiene cinco hermanos, entre ellos María Dolores, consejera delegada de Bankinter, quien también metió la pata recientemente al afirmar que tener dinero en Panamá "no es algo ilícito". Pero ésta es otra historia, aunque casualmente Concepción llegó a vivir en el país caribeño, adonde habían destinado a su marido, Juan Oñate, a quien Esperanza Aguirre nombró gerente de la Agencia Financiera de la Comunidad de Madrid. Al igual que su padre, estudió Derecho, entró como funcionaria en un organismo heredero del Sindicato Vertical y ocupó varios cargos en los Ministerios de Trabajo y Asuntos Sociales, hasta que el PP madrileño la reclamó.

Con la lidereresa fue testigo, en calidad de presidenta del parlamento autonómico, del tamayazo, que le usurpó a Rafael Simancas (gracias a los tránsfugas socialistas Tamayo y Sáez) la Presidencia regional que había ganado en las urnas. Luego entró en el Ayuntamiento de la capital de la mano de Ruiz Gallardón, archienemigo de Aguirre, que cedió el bastón de mando a su compañera de clase y todavía amiga Ana Botella. La exregidora y esposa de Aznar la convirtió en concejala plenipotenciaria, pues además de llevarle las cuentas figuró como primera teniente de alcaldesa. Ella fue la encargada de apretarle el cinturón al presupuesto local en aras de la austeridad.

Huelga decir que Dancausa encarna el ala derecha del PP. Conservadora y tradicional, vino a sustituir al frente de la Delegación del Gobierno a Cristina Cifuentes, que a su lado tenía que parecer la Pasionaria. Casada y con cinco hijos, la exdirectora del Instituto de la Mujer se opone a la cuota femenina en los partidos, defiende el callejero franquista, rechaza que los homosexuales puedan adoptar y está en contra de que la unión de dos personas del mismo sexo sea considerado matrimonio. Aunque no llega al extremo (derecho) de su íntima Botella, que siempre ha rechazado las bodas gais porque, según razonó en su día, “si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas”.

Dancausa, como delegada del Gobierno, representa en Madrid al Ejecutivo de Mariano Rajoy y es la encargada de la seguridad pública de la región. Al nombrarla, el PP estrechaba lazos con los también conservadores Jorge Fernández Díaz e Ignacio Cosidó, ministro del Interior y director general de la Policía, respectivamente. Sin embargo, el círculo no llegó a cerrarse porque Manuela Carmena, cabeza de lista de Ahora Madrid, logró auparse a la Alcaldía, lo que le ha provocado más de un quebradero de cabeza.

Mientras Carmena elimina los antidisturbios, para disgusto de Dancausa, Dancausa autoriza una manifestación neonazi, para disgusto de Carmena. La marcha, por cierto, discurrirá este sábado por las calles de Madrid bajo el lema Defiende España, defiende a tu gente. Sin embargo, para ella no pone en riesgo la seguridad. Sí, en cambio, el mar de estelades que ondeará mañana en el estadio Vicente Calderón durante el Barcelona-Sevilla, donde volverá a silbarse el himno nacional, algo que considera “sancionable”.

Si Cifuentes, cuyo currículo está salpicado por la dureza policial, era la progre, cómo será Dancausa. Habría que imaginársela a cargo de la Delegación del Gobierno durante el 15M, aunque para muestra baste la condena a una bandera, que en el fondo no es otra cosa que un trapo.

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