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El secuestro del transatlántico Santa Liberdade, un propagandístico golpe de Estado contra Franco y Salazar

El comando del DRIL no logró derrocarlos, pero la originalidad de su acción atrajo la atención de la prensa extranjera y visibilizó el régimen de opresión en España y Portugal 

De izquierda a derecha, el periodista Miguel Urbano Rodrigues y el triunvirato formado por Galvao, Velo y Sotomayor.

[Resumen de la primera y la segunda entrega: Pepe Velo, un maestro de Celanova represaliado por el franquismo, se exilia en Caracas, donde funda al DRIL junto al comandante republicano Sotomayor y los militares portugueses Galvao y Delgado. En 1961, idea el secuestro en el Caribe de un transatlántico con mil personas a bordo, que parte hacia las colonias africanas con el objetivo de sublevarlas y, a continuación, derrocar los regímenes dictatoriales de España y Portugal. Sin embargo, en la toma del barco un oficial resulta muerto y otro herido, por lo que deciden hacer escala en Santa Lucía para que pueda ser curado. El gesto humanitario provoca que sean descubiertos, lo que pone en riesgo su utópico plan. A partir de entonces, el paquebote Santa María, rebautizado como Santa Liberdade, es perseguido por la Sexta Flota de Estados Unidos y por la Marina de España y Portugal hasta Recife, donde desembarcan al pasaje y a la tripulación. El Gobierno brasileño les ofrece el asilo político, pero su intención sigue siendo implantar la democracia en la futura República Federal Ibérica]


“¿Todo era una ilusión?”, se pregunta Víctor Velo, el hijo del maestro republicano que todavía soñaba con derrocar a Franco a bordo de un paquebote. “Sí, todo era una ilusión”, responde el también guerrillero del DRIL, que contaba con apenas dieciséis años cuando participó en el secuestro. La cubierta del Santa María había amanecido aquel 3 de febrero de 1961 alfombrada de fuzileiros brasileños, que usaron las tablas como jergón sin perder de vista sus cascos y fusiles. Nadie más queda en el barco, a excepción de los veinticuatro asaltantes y cinco miembros de la tripulación que han abrazado su causa. Velo, el más joven del triunvirato que lleva las riendas de la Operación Dulcinea, quiere seguir adelante, pero Galvao y Sotomayor ya tienen unos años y consideran que el objetivo está cumplido: denunciar a los cuatro vientos la opresión que ejercen las dictaduras de Franco y Salazar o, en palabras de Víctor, “llamar la atención del mundo sobre el problema ibérico”.

“Sus posibilidades no daban para más”, asegura el investigador Xurxo Martiz. “Tras haber sido localizados por socorrer al oficial herido y carentes de marineros y medios económicos, poco podían hacer”. Aunque los insurgentes habían exigido abastecerse de víveres y combustible antes de liberar a los pasajeros, faltaban hombres con experiencia en la sala de máquinas y el puente de mando, pues el único militar que sabía navegar era Sotomayor, ya que había sido comandante de Marina republicano durante la guerra. Por no hablar del dinero, que escaseaba, hasta el punto de que los pasajes y las armas habían sido regalados o comprados con sus propios ahorros. “Pese a ello, la idea no era entregarlo a Brasil sino llevarlo a África”, deja claro Víctor, quien recuerda que la toma del navío sólo era un medio para alcanzar un fin. “No obstante, para llegar hasta Fernando Poo deberíamos haber tenido más armamento, al tiempo que el gasoil se revelaba insuficiente. Eso, junto al desembarco del herido, creó obstáculos muy serios para proseguir”.

Gil Delamare se lanza en paracaídas para embarcar en el Santa María y realizar un reportaje fotográfico para 'Paris-Match'.

Gil Delamare se lanza al mar en paracaídas para realizar un reportaje fotográfico encargado por 'Paris-Match'.

El principal problema, pues, era logístico, más allá de la actitud de Galvao, que parecía satisfecho tras el atracón revolucionario. “Luchábamos por ideas”, afirma el hijo del profesor de Celanova. Sin embargo, las ideas solas no devuelven la democracia a un país y el plan, cuyo trazado no había sido en absoluto minucioso, hacía aguas. En definitiva, “no era posible”, reconoce Víctor, mas estuvieron cerca. El escritor Xavier Montanyà valora que prefiriesen salvar una vida antes que poner rumbo a Guinea y Angola, aunque eso implicase revelar su localización. “Saben que los cogerán tarde o temprano, pero deciden abortar la mitad del plan para no ser acusados de piratería”, afirma el autor de Santa Maria. Pirates de la llibertat, quien contextualiza la única muerte durante el secuestro. “Fue una acción de fuego cruzado que tiene lugar a oscuras. El resto funciona a la perfección como una operación pacífica sorprendente. No existe intención de matar, si bien un barco no se toma convenciendo a la tripulación”. El objetivo era dar un golpe publicitario, como el “rapto amable” del automovilista Juan Manuel Fangio organizado por Fidel Castro en Cuba, pero en este caso a lo grande.

“Hasta la parte imperfecta y utópica tiene su gracia”, comenta la cineasta Margarita Ledo. No obstante, Montanyà cree que la toma de las colonias africanas no era una quimera, aunque invadir España y Portugal fuesen palabras mayores. “Si hubiesen llegado a la costa de Guinea Ecuatorial, vete a saber qué podrían haber hecho, porque no estaba muy protegida. Lo que parece una locura hoy en día, tampoco lo era tanto en aquel momento”. Sea como fuere, el triunvirato llega a la conclusión de que el plan es irrealizable, acepta el asilo político que le brinda Janio Quadras y decide entregar el transatlántico a las autoridades, que sustituyen la bandera portuguesa por la brasileña. Los pasajeros del Santa Liberdade, que vuelve a reencarnarse en el Santa María, regresan a Europa a bordo del Veracruz, un navío gemelo y orgullo de la flota lusa. El fin de la Operación Dulcinea también supone el inicio de la decadencia del DRIL, que se desvanecerá meses después en una página traspapelada de la Historia. Pepe Velo escribe: “Fue una acción brillantemente concebida, medianamente desarrollada, mal acompañada y melancólicamente acabada”.

¿Sirvió para algo? El caso tuvo repercusiones e influyó en la política internacional, si bien es más sencillo analizar las consecuencias en la dictadura de Salazar que en la de Franco, tanto por el interés del primero en usar el secuestro en su propio beneficio, como por la decisión del segundo de tratar la acción como un problema inherente al país vecino. Además, el transatlántico navegaba bajo bandera portuguesa y el guerrillero más popular, que trató con las autoridades y ejerció de relaciones públicas, era luso. “Tanto a nivel interno como externo, representó un enorme golpe en el prestigio del Estado Novo. Dado su carácter inédito, su audacia y la extensa cobertura mediática que recibió, contribuyó para captar la atención del mundo sobre la situación vivida en Portugal”, sostienen los historiadores Nelson Moreira y Célia Gonçalves en Henrique Galvao y el asalto al Santa María. Trayectoria de una disidencia del Estado Novo y sus repercusiones internacionales, publicado en la revista Sapiens. “Galvao visibilizó internacionalmente la existencia de una oposición no comunista al régimen”, sobre el que se proyectó una “publicidad negativa e indeseada”.

La acción, cuyo éxito había residido en su originalidad, potenció el aislamiento internacional del Estado Novo. Gran Bretaña, vieja aliada de Lisboa, tenía ahora que guardar las formas, mientras que en las calles londinenses los exiliados aprovechaban el secuestro para lanzar “una campaña de propaganda planeada durante mucho tiempo contra el régimen de Salazar”, escribe The New York Times. En Luanda, un día después del fin de la Operación Dulcinea, se desata una ola de violencia y varias prisiones son asaltadas por nacionalistas africanos para liberar a sus compañeros encarcelados. “El secuestro reactivó la lucha de liberación en Angola”, opina el editor Paco Macías, aunque quizás sería aventurado relacionar esa revuelta con el Santa Liberdade, pues Galvao no tenía contactos entre la población local que buscaba emanciparse, sino entre los colonos portugueses. Es más, el capitán había enviado un emisario un año antes para tratar de convencer al movimiento de liberación nacional para que prestase apoyo y hombres para secuestrar un barco y tomar Luanda, pero las conversaciones fracasaron porque Galvao rechazaba la autodeterminación de la población negra de Angola. Sotomayor, en ese sentido, escribió que estaba aquejado de “puro patriotismo de niño rico”, pues veía las colonias “como la cosa más natural” y a los “blancos como hombres superiores” que deben gobernar “lo que es patrimonio portugués”.

La revista 'Life' realizó una amplia cobertura fotográfica del secuestro del Santa María.

La revista 'Life' realizó una amplia cobertura fotográfica del secuestro del Santa María.

Durante el intento de liberar a los presos, que habían sido detenidos por la PIDE y se encontraban encarcelados a la espera de ser transferidos tanto a Cabo Verde como a Lisboa, murieron varios guardias y anticolonialistas. El asalto trajo consigo una cadena de venganzas de las milicias blancas contra la población negra, y viceversa. Podríamos decir que la Operación Dulcinea fue simplemente la antesala del primer motín que condujo a la guerra de liberación. Sin embargo, “parece arriesgado establecer una correlación positiva directa”, subrayan Moreira y Gonçalves. Como ya había hecho anteriormente con el secuestro del transatlántico, Salazar vuelve a hacerse la víctima tras la revuelta emprendida por los nacionalistas africanos y difunde que ha sido apoyada por el comunismo internacional e instigada por Galvao y Delgado, pero no es más que propaganda. Pese al intento, la dictadura se queda desnuda en los foros mundiales, que perciben su inflexibilidad cuando varios periodistas desplazados a la capital de Angola para cubrir la hipotética llegada del Santa María son expulsados tras ser testigos de las refriegas.

Portugal esgrimía el argumento de la coexistencia pacífica entre colonizadores y colonizados para justificar su presencia en África, mas la cobertura periodística de la prensa extranjera lo echa por tierra. Kennedy le exige al Gobierno portugués que modifique su política colonial y le informa de que promoverá la autodeterminación de los pueblos africanos. La ONU, por su parte, vota una resolución que condena su política en el continente y apela a la extinción del colonialismo. Aunque no consiguieron alcanzar la península Ibérica, la acción contribuyó a alentar a los opositores, a exponer ante el mundo la falta de libertad en Portugal, a denunciar la política colonial retrógrada y a “debilitar el casi inquebrantable prestigio del dictador”, concluyen Moreira y Gonçalves.

En cuanto a las repercusiones en España, el secuestro no afectó en igual medida al franquismo. La gesta fue ninguneada incluso por la oposición y por el Gobierno de la República en el exilio, como si se tratase de una excentricidad de tres insensatos, hasta el punto de que llegaron a vincular al propio DRIL con el régimen. Lo único cierto es que entre los militantes en suelo español se había infiltrado la policía, como reconoció Sotomayor, quien dejaría por escrito que no esperaba nada de los opositores: “La división y la pasividad los tenía desde hace años incapacitados. El afán exclusivista de cada uno les llevaría a no estimar en todo su valor el momento político que vivíamos, tratando así de no reconocer en el DRIL la organización capaz de ser el núcleo de un frente de lucha activa”.

Pepe Velo se dirige a los guerrilleros del DRIL (izquierda) y a la tripulación del paquebote Santa María.

Pepe Velo se dirige a los guerrilleros del DRIL (izquierda) y a la tripulación del paquebote Santa María.

Por su parte, Pepe Velo publicaría un ensayo en el que carga contra los santones de la Segunda República, “figuras que absorbían la atención de los núcleos politizados”, mientras que él y lo suyos eran una “voz clamante en el desierto”. ¡Morra España! ¡Viva Hespaña!, que será publicado en breve por Macías en Edicións Positivas, no ahorra críticas a quienes terminarían ignorándolo: “Hacer política en el sentido deportivo de matar el tiempo es una vieja pasión de los españoles [...]. Como si los organismos creasen anticuerpos por prescripción facultativa, nuestros inefables gobernantes creían que las insurrecciones se resuelven con una ley. Pero las recetas, por muy buenas que sean, no curan nada”.

Una vez instaurada la dictadura por no haber sido capaces de poner coto a los reaccionarios, no quiso saber nada de la reconciliación nacional porque sólo cabía, según él, la acción. "Una subespecie humana fácilmente reconocible en ciertos signos externos ordena y manda. Por el momento, el miedo impera en el mundo y, aunque digan y digan que el miedo guarda la viña, nosotros creemos que esto no es vivir". Velo, de hecho, intentó vivir de otra manera, pero su ejemplo permaneció durante años en el olvido, hasta que un puñado de investigadores, cineastas, escritores y editores desempolvaron su figura casi medio siglo después. Este año, han celebrado su centenario con actos y publicaciones.

¿Por qué había permanecido durante tanto tiempo oculto? “Porque Galicia no existe en la Historia”, zanja Margarita Ledo, para quien tendría que haber sido un referente con la llegada de la democracia. “El franquismo lo ocultó y la democracia lo sigue haciendo porque él no sólo se opuso a Franco, sino también a la oposición de Franco”, apunta Macías. “En Galicia, como era un iberista y eso no le resulta simpático a muchos nacionalistas, está en un limbo. A nivel español, como no fue militante de ningún partido que hizo la Transición, también quedó olvidado, sin ningún paraguas que lo protegiese”, añade el editor, aunque el hecho de que Ledo, reconocida galleguista, dirigiese el documental Santa Liberdade relativiza su opinión. “En cambio, Velo fue para los anarquistas como un faro que los iluminó y los motivó para seguir en la acción. Encarna el referente fundacional para los activistas del movimiento libertario”, asegura Montanyà, que ve al profesor como un brillante intelectual que nunca se comprometió con ninguna organización. “Después de todo, sólo tiene un calle en Celanova, pequeñita y sin salida. Parece una metáfora”, se queja Macías.

Portada de 'Paris Match' y la revista de historietas 'Aventuras de la vida real'.

Portada de 'Paris Match' y la revista de historietas 'Aventuras de la vida real'.

Galvao, en cambio, es un héroe en su país. El capitán ha protagonizado películas y libros, incluso uno que lleva su propia firma, en el que explica el origen del nombre de la operación: “La llamamos Dulcinea porque también éramos románticos luchando por nuestra dama, la Libertad". No sólo escribe sobre su gesta, sino que publica obras que abordan diversos aspectos de las colonias, desde el comercio hasta las ferias de muestras. También aborda la fauna, la caza y la antropofagia en varios volúmenes, y traduce libros del francés y del inglés. “Un tipo exquisito en todos los sentidos: por sus orígenes, por su carrera militar y por su acervo cultural”, explica Martiz. “Era como un mesías y, cuando se exilió, se trajo a su corte a Caracas. Aunque luego, en el DRIL, miraba de arriba abajo a Velo y Sotomayor”.

Uno, profesor y otro, al frente de un pequeño negocio: poca cosa para el capitán, del que Víctor no guarda un buen recuerdo. “Era un personaje muy complicado, con visiones muy raras. Frecuentaba nuestro apartamento y lo recuerdo como una persona esquizofrénica”. Dentro del barco, su actitud altiva y marcial contrasta con la de Velo, que respira un cierto espíritu libertario. “Él, en cambio, se niega a llevar galones porque dice que las constelaciones son cosas de militares”, afirma Montanyà. Galvao parece más pendiente de aparentar, tanto ante los guerrilleros como ante los reporteros y autoridades. Miguel Urbano Rodrigues, un periodista que se había unido a los secuestradores a su llegada a Brasil, lo califica como “una figura senil y ávida de publicidad” en Réquiem para un revolucionario, su homenaje póstumo al gallego. “Mientras que Velo es el ideólogo, la persona que arenga y mantiene el espíritu de la utopía y de los objetivos que trascienden la operación en sí”, asevera Ledo. “Y una figura con un perfil más complejo que los de Galvao y Sotomayor, de ahí su significación más política”.

Otro rasgo que podría ser considerado negativo contribuyó a difundir internacionalmente el secuestro: el portugués era muy exhibicionista, añade la documentalista. “Respondían continuamente a los cablegramas y tenían un gran sentido de la publicidad, algo que les venía de su experiencia en la guerra y la República”. Montanyà, además, cree que fueron muy modernos en el uso de la propaganda. “Consiguen crearle un problema a Kennedy, ser considerados como militantes antifascistas y reconocidos como exiliados políticos”, explica el escritor catalán. “Inventan una nueva diplomacia, porque le hablan de tú a tú al responsable de la Sexta Flota”. Al desembarcar en Recife, también se ganan el respeto de Janio Quadros y consiguen desembarcar con honores, no como unos vulgares terroristas. “Renuevan el uso de los medios, convierten el barco en una emisora libre y con su acción toman por asalto las grandes empresas de comunicación”. Todo el mundo habla de ellos y, aunque la prensa franquista elude el protagonismo de Velo, el suplemento Blanco y Negro del ABC termina titulando: “No era Galvão el jefe supremo a bordo del Santa María”. Bajo la foto del triunvirato, añade que el “director general de la banda es Carlos Junqueira de Ambía”, nombre de guerra de Pepe Velo.

El capitán Henrique Galvao, primero salazarista y luego miembro del DRIL.

El capitán Henrique Galvao, primero salazarista y luego miembro del DRIL.

No sólo fueron buenos comunicadores, sino que los medios convencionales también se esforzaron en informar sobre ellos al precio que fuera. La revista Life publica un profuso reportaje gráfico. Paris Match les concede la portada tras enviar al actor Gil Delamare, que se tira al mar en paracaídas desde una avioneta para alcanzar el transatlántico y fotografiar la vida a bordo. Su compañero, Dominique Lapierre, lograría colarse en el barco disfrazado de bombero una vez en Recife: puro periodismo gonzo. La lista de cabeceras que dedicaron sus páginas a la Operación Dulcinea es interminable y sus organizadores llegaron a ilustrar tebeos y novelitas pulp. No obstante, el protagonismo de Velo fue eclipsado por el capitán Galvão, cuyo porte uniformado encarnaría el motín a ojos del mundo. No hace falta escarbar profundamente en la Historia para entender la proyección internacional de la imagen del militar portugués y el olvido al que fue sometido Velo, aunque es necesario desmadejar los intereses, como ya hemos visto.

Con el paso de los años, numerosas voces han puesto el foco sobre el maestro de Celanova. Una vez liberado, el comandante del transatlántico dejó claro en su día que “Galvao era más que nada un cartel en el complot perpetrado contra el Santa María, pues los verdaderos dirigentes eran Sotomayor, Velo y Rojo”. El periodista Miguel Bayón, autor de la novela Santa Liberdade, también defendió en una entrevista en El Correo Gallego que “el que dio la cara fue el más actor, el portugués Henrique Galvâo, pero la instigación y toda la planificación del golpe le corresponde al gallego Xosé Velo”. Sotomayor ofreció su versión en un libro, en el que calificó a su paisano como un “ególatra”, y Galvao ni siquiera lo citó en el suyo.

“Velo no escribió nada y se quedó sin reflejar su visión de los hechos para no echar más leña al fuego y evitar que creciese la división existente. Nunca pensó en sí mismo y no fue un tipo personalista, sino altruista”, afirma Macías. “Todos contaron su versión, muy parcial, menos él, que nunca fue muy crítico ni ácido con los demás”. Otros lo han hecho por el verdadero ideólogo, como Xavier Montanyà: “Fue un activista intelectual, quizás algo visionario, aunque aquí acertó. Es admirable, porque supo jugar con las pocas cartas que había: imaginación, valentía y capacidad para idear un plan que no fuese considerado un delito común ni tampoco un acto de piratería, sino una acción política de denuncia. Hoy sería considerado terrorismo, cuando en realidad se levantó contra un Estado terrorista”.

Guerrilleros del DRIL a bordo del transatlántico Santa María durante el secuestro.

Guerrilleros del DRIL a bordo del transatlántico Santa María durante el secuestro.

Velo representó, en palabras de Ledo, una utopía activa, constantemente avanzando hacia lo posible. “Lo caracterizó la excepcionalidad, porque poseía rasgos que pocas veces se dan en una persona”. Un tipo libre e indomable que siempre, hasta el final, tuvo el deseo de cambiar el mundo, según Macías. “Una persona muy libre. Un profesor poeta. Pepe era Velo”. No militó en el anarquismo, pero su espíritu era libertario. “Para él, el secuestro suponía el inicio de una empresa mayor, que iba a tener una continuidad con el DRIL”, explica Martiz. Sin embargo, su concepción de la lucha chocó contra la de otros militantes y, tras intentar reactivar por su cuenta el Directorio Revolucionario, terminaron expulsándolo, como años atrás lo habían echado del Partido Galeguista. “A partir de ahí, se dedica al activismo cultural y a sobrevivir”.

El triunvirato fue condenado en ausencia por un tribunal portugués y las vidas de sus integrantes corrieron distinta suerte. Delgado cayó en una emboscada de la PIDE en 1965 y, tras ser raptado en la frontera hispano-portuguesa, fue asesinado junto a su secretaria en Villanueva del Fresno. Galvao defendió ante la ONU la "misión civilizadora del colonialismo" y su crédito se fue diluyendo entre los opositores al Estado Novo. Aislado políticamente y enfermo de alzhéimer, murió en Sao Paulo en 1970. Sotomayor regresó en una ocasión a Galicia durante un breve viaje desde Londres. Uno de los hijos que había dejado atrás lo reconoció tras el secuestro y le invitó a irse a vivir con él a la capital británica, donde residía. Curiosamente, años atrás había emigrado a Brasil y asistido a un acto público de su padre, sin saber que era él. No se adaptó a Londres y regresó a Venezuela, donde sufrió estrecheces económicas y murió en 1986.

Velo, por su parte, montó en 1962 la librería Nós en Sao Paulo con Bartolomé González, un socialista que ejercía de representante en Brasil del Gobierno de la República y que en 1979 se convertiría en el primer alcalde de Móstoles en democracia. También fundó la Editora Nós-Publicações Galicia Ceibe, que en 1966 publicó Poesías, una antología de Rosalía de Castro para la que había escrito el prólogo. Sin embargo, su texto no llegó a publicarse y fue sustituido por otro de Guilherme Almeida. “La traductora al portugués, Ecléa Bosi, era la esposa de un catedrático que sufrió la presión del Consulado de España para que no lo incluyese y, por miedo a represalias, acató las órdenes de la dictadura”. Fue el único libro que salió de imprenta, porque luego la editorial atravesó problemas económicos.

Sotomayor, jefe del aparato militar del DRIL, había sido comandante de la Marina republicana durante la guerra civil. / ARCHIVO XURXO MARTIZ

Sotomayor había sido comandante de la Marina republicana durante la guerra civil. / ARCHIVO XURXO MARTIZ

Instalado en Sao Paulo, al igual que su hijo Víctor (que estudió Físicas y trabajó en una empresa de ingeniería), también fundó la revista Paraíso 7 días. Velo, un hombre cultivado que en sus tiempos de guerrillero citaba a Thomas Carlyle y le leía los aforismos de Rafael Dieste a los secuestrados del Santa María, retoma en sus últimos años la escritura y colabora en diversos periódicos y publicaciones. “Hay quien cree que lo que proponía Velo era desarrollar los textos de Dieste”, baraja Macías. Titulados Para axudar á renacenza de Galiza, comienzan así: “1. Tener el don de la oportunidad, pero no ser oportunista / 2. Aprovechar el viento... y no olvidar el rumbo / 3. Saber que un viaje no es una regata / 4. No llegar antes de tiempo / 5. Saber cuándo hay que obedecer, y a quién / 6. Si no hay viento, bogar”.

Parecen su hoja de ruta poética para llevar el Santa Liberdade a buen puerto, aunque éste nunca llegó a ser alcanzado. “A mí me parece que nuestro exilio es tan largo, tan inútil, tan triste, porque cada exiliado se niega a sobrevivir a su partido”, le confesó a Urbano Rodrigues. “Sólo podrá ostentar con orgullo su condición de exiliado aquel que no se olvida de las causas que lo forzaron a serlo. No se nace exiliado ni se debe morir en el exilio”, decía Velo, quien no dejó de preguntarse por qué había fracasado su lucha en la guerrilla gallega y, quizás, la travesía hacia la nada del Santa Liberdade. Pese a la “fragilidad de sus análisis y el hecho de que sus esperanzas se asentaban en hipótesis”, escribió el periodista portugués, fue un hombre práctico que despreciaba la fraseología revolucionaria. “Tengo para mí que si Don Quijote fuera gallego, con una o dos salidas le hubieran sobrado”, comentaba Velo, que se consideraba por encima de todo un hombre que enseña. “Quisiera haber sido solamente un profesor, haber podido serlo plenamente”, le confesó a Urbano Rodrigues cuando un cáncer ya había amenazado con la pinza sus pulmones.

Pepe Velo, ideólogo del secuestro del transatlántico Santa María.

Pepe Velo, ideólogo del secuestro del transatlántico Santa María, durante uno de sus discursos.

Cuántos adjetivos para un solo hombre: “Místico pagano”, “pionero de una Iberica confederada”, “nacionalista entrañable”, “Don Quijote cuerdo fundido en un santo de Zurbarán”, “gallego terco”... Tanto, que su obstinación por el iberismo se plasmará en el ensayo ¡Morra España! ¡Viva Hespaña!, mientras que su eterna vocación le llevará a escribir el libro para niños A rebelión dos sinais. Había volcado al papel otras reflexiones, pero no tuvo tiempo para verlas publicadas. Más de doscientos poemas también se quedaron huérfanos de imprenta. Y, que se sepa, nunca escribió sobre el Santa María, aunque su voz todavía retumba en la cubierta del paquebote: “Hablando para un auditorio, era otro. La voz ganaba modulaciones magnéticas, los ojos -inmensos- irradiaban un brillo líquido, el cuerpo se adelgazaba, su delgadez esquelética lo hacía aún más impresionante. La frialdad lacónica cedía el paso a la pasión, a una violencia sin agresividad, a la ternura, a una oratoria torrencial”. Detrás de esta descripción del Velo político a cargo de Urbano Rodrigues, se esconde el Pepe padre. “Era un hombre que bordaba la ternura y fue un ejemplo de vida, la mejor herencia que pudimos haber tenido. Un hombre que, pese a su vida difícil y accidentada, nunca perdió el optimismo”, recuerda su hija Manuela en el documental Pepe Velo, verbas como lóstregos, de Xan Leira.

"Una de las cosas más bellas es ver cómo un hombre que sabe que va a morir puede escribir sobre la esperanza", declaró su hijo Víctor al programa de la TVG Anacos de vida. Lo hace veinticuatro años más tarde de su llegada a Caracas, cuando escribió su primer texto en el continente que lo acogería hasta el final de sus días. "Nada traigo conmigo. Una maleta vacía, cinco dólares, muchas esperanzas arruinadas, pero sobre todo ello la vocación millonaria de paz y libertad que nos prohíbe hacernos viejos". Habla el exilio personificado. No dejará de hacerlo hasta poco antes de su muerte, a los cincuenta y cinco años, cuando un 30 de enero de 1972 una bandera gallega cubre su féretro en el cementerio paulistano de Morumbí. El poema se titula Espranza: “Ya que preguntas, ya sabes / de dónde me viene el aliento / para cantar mi esperanza: / de la visión del futuro / aunque siempre llega, / nunca jamás se alcanza”.

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