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REFORMA ELECTORAL La cita de Unidos Podemos y Ciudadanos: un 'first dates' que puede dar grandes frutos

La reforma electoral que Unidos Podemos y Ciudadanos se proponen ahora, para antes de que termine 2018, podría ser el primero de otros acuerdos importantes que cambiarían seriamente el tablero político nacional. 

Irene Montero y Juan Carlos Girauta, esta mañana en el Congreso. EFE

Irene Montero y Juan Carlos Girauta, los portavoces de Unidos Podemos y de Ciudadanos, respectivamente, homólogos y residentes en planetas distintos, han protagonizado hoy una bonita escena del sofá, aunque estuvieran sentados en mesita de té con sillas rimbombantes de madera, en la Sala de la Chimenea del Congreso de los Diputados. La escena parecía una especie de moderno 'first dates' pero con escenografía del siglo XIX. Después, ambos se han esforzado en contarnos, en sendas ruedas de prensa, que por fin tienen la “auténtica voluntad política” de cambiar la ley electoral para conseguir que sea más proporcional de lo que ha sido nunca.

La versión oficial de los dos partidos es que han decidido dar este paso porque la subcomisión para la reforma de la ley electoral no va a ningún sitio

Y es que si el amor es un sentimiento pasajero, el amor y el desamor parlamentario ni te cuento. Unidos Podemos y Ciudadanos llegaron al Congreso de los Diputados como compañeros del equipo de los nuevos partidos, como los llamados a cambiar la política española porque en regeneración democrática sus programas convergían y, en menos que canta un gallo, se convirtieron en los más íntimos enemigos, incapaces ya no solo de compartir iniciativas sino incluso mesa y hasta oxígeno. Del amor al odio hay un paso, sí, y en el amor parlamentario ese paso es más corto. Después del desamor lo que viene es el pragmatismo.

Las imágenes del mudo (lo que graban las cámaras sin sonido), de antes de que la reunión empezara, no dejaban lugar a dudas: Irene Montero reía a carcajadas sus gracias, mientras meneaba la melena al viento; Juan Carlos Girauta inventaba ingenios amables y se alejaba de su papel habitual de perro mordedor. La escena, vista a cámara lenta, habría parecido un anuncio de champú o de cornetos de fresa.

Más allá de las imágenes y de los anuncios, Ciudadanos y Unidos Podemos no se quieren, ni parece que se vayan a querer nunca después de haberse negado mutuamente el Gobierno. Incluso antes que eso, la camaradería de los nuevos, que entran a la vez en el castillo, se esfumó en cuanto estuvieron dentro. Sin embargo, ahora, de repente, tontean interesadamente y nos muestran mucho que han decidido ser amiguitos en los temas en los que siempre hubo acuerdo.

Así que la cuestión es ¿por qué ahora? ¿Qué les ha pasado para ver la luz en mitad de la oscuridad de esta legislatura yerma, en el desierto de esta democracia anclada en la vieja política, que ni los nuevos parecen capaces de abonar a ver si da algún fruto distinto?​

La versión oficiosa cuenta que en Unidos Podemos quizás ha llegado el momento de admitir que "no todos los acuerdos pueden ser de máximos"

El origen del cambio de actitud parece estar en la conversación telefónica de Albert Rivera y Pablo Iglesias del 31 de enero pasado. Todas las fuentes consultadas de ambos grupos, están de acuerdo en que ahí comenzó el deshielo y este significativo acuerdo. La prueba más patente de eso y del posible éxito de este acercamiento es que nadie suelta prenda sobre quién llamó a quién aquel día.

La versión oficial de los dos partidos es que han decidido dar este paso porque la subcomisión para la reforma de la ley electoral no va a ningún sitio, a pesar de que la reforma estaba en el pacto de investidura que Ciudadanos firmó con Rajoy. Desde que se constituyera el 10 de mayo de 2017 solo ha dado para cinco comparecencias y una prórroga hasta julio. Ahora, tanto Girauta como Montero creen que podrían tener una nueva ley orgánica antes de que acabe el año, trabajando dentro y fuera de la comisión.

La realidad es que desde que esta nueva aproximación se hizo pública el 31 de enero, los dos grandes afectados se asustaron. La buena acogida mediática y social de la posibilidad de que cambie algo importante ha hecho reaccionar al bipartidismo. Fuentes consultadas cercanas a la dirección de los morados y de los naranjas, nos confirman que recibieron llamadas inmediatas de responsables notables tanto del PP como del PSOE interesándose por estas negociaciones en las que tan poco interés demostraban en la subcomisión.

En Ciudadanos hay quien dice: "Si al PP no le gusta que se jodan, ellos no están cumpliendo el pacto de investidura".


La versión oficiosa, la que podría explicar qué ha cambiado en seis meses para que vean algo que era igual de visible hace un año o cinco, es distinta en cada grupo. Digamos que hay para todos. En Unidos Podemos hay dirigentes que reconocen que "ojalá haya llegado el momento en el que el partido abandone la idea de que todo tiene que ser acuerdos de máximos" y parece ser que eso va por comisiones. En algunas se nota más que en otras. En Ciudadanos también hay gente que manda que se atreve a admitir que probablemente también tenga mucho que ver el momento elegido con el calentamiento global del ala centro-derecha del arco parlamentario. Nos han llegado a decir: total ahora ya "si al PP no le gusta que se jodan”.

Así que, solamente con que el PSOE dé su bendición a este nuevo capítulo seudoamistoso, veríamos cambiar promedios tan salvajes como que un escaño cueste al PP 57.000 votos y 97.000 a Ciudadanos o más de 450.000 a IU,  veríamos desaparecer las dificultades para votar en el extranjero y las listas cerradas y bloqueadas y, gracias a este nuevo acercamiento, los debates electorales podrían ser obligatorios. Si consiguen cosas así que vivan los acuerdos de mínimos y los amores o desamores interesados. 

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