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Pacto PP-Cs Cs escenifica su ruptura con el PP mientras el Gobierno constata la "buena salud" del pacto

En Madrid, Aguado arremete contra Cifuentes, pero se niega a aceptar la moción de censura propuesta por el PSOE.

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una de sus reuniones en Moncloa.  Archivo EFE

Los ataques mutuos continúan pero el divorcio no llega nunca. "Es que nunca hemos estado casados", metaforizó Albert Rivera sobre su relación con Mariano Rajoy. Ciudadanos mantiene, así, su presión sobre el PP aunque desde el Gobierno sigan confiando en la "buena salud" de su acuerdo de investidura.

Esta semana su distanciamiento volvió a hacerse evidente en el Congreso, pero también en el Senado y en los pasillos, donde el informe del Tribunal de Cuentas sobre la financiación de Cs volvió a convertirse en fuente de conflicto. Los conservadores llegaron, incluso, a pedir la dimisión de Rivera y acusaron a sus socios de "dopaje" y "compra de escaños".

Los naranjas no se quedaron atrás: "Es sorprendente que un partido que tiene superávit, sin un solo caso de corrupción en 11 años y con un 10 en transparencia le tenga que dar explicaciones a un partido con 900 imputados, con una caja de mordidas en Suiza, y que tiene al señor Rajoy en los papeles de Bárcenas", espetó Rivera este jueves en una entrevista en Telecinco

La reforma de la ley electoral que Ciudadanos impulsó junto a Podemos -aunque no logró convencer al PSOE- también sirvió de encontronazo. Cs y PP prevén reunirse el próximo miércoles para debatir al respecto, pero todo apunta a que no encontrarán puntos en común. Los conservadores no quieren más proporcionalidad ("quieren una ley que les beneficie sólo a ellos", dicen) y los naranjas se niegan a asumir que gobierne la lista más votada. "Hasta ahora ellos han propuesto una cosa que no existe: un sistema de doble vuelta en una monarquía parlamentaria", justifican.

También la disponibilidad del Gobierno a agotar la legislatura con unos Presupuestos prorrogados dos veces sirvió para contribuir a la escenificación del distanciamiento. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, estaba ninguneando a sus socios lanzándoles un mensaje: "Si me apoyáis, mejor. Y si no, no pasa nada", vino a decir. Su intención era clara: ofrecer tranquilidad a los votantes ("la Economía va bien") al tiempo que intentaba desinflar los ánimos de un Ciudadanos crecido por las encuestas, que no dejan de posicionarle cada vez mejor

Sus declaraciones llegaron justo un día después de que Rivera, con la paciencia casi agotada -según sus propios términos-, diera por "congelado" su pacto con Rajoy. En Cs siguen exigiendo al PP que expulse a la senadora imputada en Púnica, Pilar Barreiro, como condición para apoyar los PGE del 2018 que Montoro sigue intentando aprobar antes de que termine marzo. Y en el PP inciden en que "cumplirán su acuerdo" leyéndolo como siempre lo han entendido ellos: expulsando del partido a quien se le abre juicio oral, pero no a quien sólo se imputa

En el PP saben que la amenaza de Rivera de congelar el acuerdo de investidura puede complicarles su actividad legislativa, justo cuando Rajoy estaba intentando impulsarla, precisamente, para contrarrestar su imagen de inmovilista. Pero también confían en que "perro ladrador, poco mordedor". Es decir, están seguros de que el pacto "goza de buena salud" -en palabras de Montoro- o permanece "a temperatura ambiente", según la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. 

En el otro lado, mantienen el stand by pero a la vez insisten en que siguen dispuestos a seguir adelante con el PP si éste "cumple". Además de Barreiro, el PP deberá llevar a cabo la prometida equiparación salarial de Policía y Guardia Civil con las policías autonómicas y, nada hace prever que no esté dipuesto a asumir dichos compromisos en un futuro no muy lejano.

Las vidas paralelas del Congreso y la Asamblea

En la Asamblea de Madrid la situación es muy parecida. Los dirigentes autonómicos de PP y Ciudadanos parecen llevar vidas paralelas a sus homólogos de nivel nacional. Así, desde que Cristina Cifuentes e Ignacio Aguado firmaron el pacto de investidura de la primera sus relaciones han tenido continuos rifirrafes que se han quedado en simple juego político.

El líder de Ciudadanos en Madrid, Ignacio Aguado, y la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, en la Asamblea. Archivo EFE

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el líder de Cs, Ignacio Aguado, en la Asamblea. Archivo EFE

La presidenta de la Comunidad ha logrado aprobar sus presupuestos a tiempo con el apoyo de sus socios y, aunque lamenta que la ataquen con la corrupción y les hace frente, sigue manteniéndolos como aliados. 

Los naranjas, por su parte, han aprovechado las comisiones de investigación de la corrupción para intentar tumbar a su adversaria, tocada -como Rajoy- en los sondeos. Sin embargo, cuando parecía que el PSOE se decidía a intentar impulsar una moción de censura contra Cifuentes después de que Francisco Granados intentara relacionarla con la presunta financiación irregular del PP en las épocas de Aguirre y González, Cs se negó. "Yo ya tengo un acuerdo firmado, que es el de investidura y, mientras se cumpla, vamos a respetarlo", concluyó.

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