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"Papá, mamá: me ejecutarán mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue"

Este jueves se cumplen 43 años de los cinco últimos fusilamientos de la dictadura. Cinco jóvenes fueron ejecutados tras consejos de guerra sin garantías jurídicas y con confesiones arrancadas a fuerza de torturas

Portada de la prensa de la época.

A. TORRÚS

"Papá, mamá: Me ejecutarán mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue. Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente". 

Estas son las palabras que escribió en su última noche de vida José Humberto Baena, de 25 años, militante del FRAP (Frente Revolucionario Antifacista y Patriótico). Horas después, sería fusilado por un pelotón de policías y guardias civiles que se habían presentado voluntarios a tal efecto en Hoyo de Manzanares. Era la noche del 27 de septiembre de 1975. La noche más larga, que cantaría después Luis Eduardo Aute. 

Aquel 27 de septiembre de 1975, la dictadura también ejecutaría a otros dos miembros del FRAP en Hoyo de Manzanares: José Luis Sánchez-Bravo (21 años); y Ramón García Sanz (27 años), mientras que en Cerdanyola del Vallès (Barcelona) serían fusilados los miembros de ETA Juan Paredes Manot 'Txiki' (21 años) y Ángel Otaegui (33 años). 

Los cinco fueron ejecutados mediante sentencia de un consejo de guerra que tenía la condena decidida de antemano. No hubo garantías judiciales. El Papa y el presidente de la Conferencia Episcopal pidieron a Franco el indulto, pero el dictador ya había decidido morir matando. 

Otros, como Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández, Pablo Mayoral o Concepción Tristán López, que también fueron encausados, consiguieron salvar la vida. Así recuerda Blanco Chivite aquellos días en conversación con Público:

Manuel Blanco Chivite.

Manuel Blanco Chivite.

“Es imposible expresar con palabras lo que sentí en aquellos días. Cuando uno participa en la lucha antifranquista sabe que en cualquier momento te pueden coger y condenar a muerte. Estás en una dinámica de lucha y sabíamos que podíamos caer todos, uno o ninguno. No sabíamos cuántos pero estábamos convencidos de que iban a asesinar a alguien”.

La dictadura impidió a la familia de los fusilados acudir a la ejecución en Hoyo de Manzanares, a pesar de que la ley las definía como públicas. Entre los pocos civiles que presenciaron el fusilamiento de los tres miembros del FRAP se encontraba el párroco de la localidad, Alejandro, que años después de las ejecuciones dio su testimonio a la revista Interviú: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó”.

También el fotógrafo Gustavo Catalán Deus señaló en la obra de Carlos Fonseca Mañana Cuando Me Maten que vio congregados a un buen número de miembros de la Brigada Político Social "desde el famoso comisario Saturnino Yagüe a Billy el Niño, que se habían puesto corbatas de colores chillones para la ocasión".

Propaganda ilegal

Por otro lado, este jueves se presenta en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid la obra Propaganda ilegal (Garaje ediciones), que narra la situación de las prisiones del tardofranquismo y de los presos de las diferentes organizaciones políticas clandestinas, entre ellos anarquistas y de CNT.

En el coloquio posterior participará el autor, Luis Puicercús, que introducirá el último período de la dictadura; Manuel Blanco Chivite, que recordará los trágicos asesinatos de septiembre del 75; y Eloy Martín Nieto, militante de CNT que estaba en prisión durante el mencionado período. 

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