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PP Alabar a la Iglesia, a la monarquía y reescribir la Transición: el 'súperjueves' de Casado

Con su frenética agenda, el nuevo líder 'popular' escenifica cada día la vuelta al PP más duro y la muerte del 'marianismo'.

El presidente del PP, Pablo Casado, atiende a los medios de comunicación tras participar junto al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, en la mesa redonda sobre 'El papel de la Iglesia en una sociedad democrática' celebrada en Madrid. (S. MARISCAL | EFE)

El título es Regreso al Futuro, pero el viaje en realidad es al pasado. Con una agenda frenética, verbo afilado e inyecciones de aznarismo periódicas, Pablo Casado se esfuerza por escenificar día a día que su Partido Popular quiere tener poco que ver con el que le precedió.

Hoy le fuerzan a hablar del entierro del dictador Francisco Franco en La Almudena —cuando no puede desviar la atención a la Transición, arropado por Adolfo Suárez Illana—, pero el epitafio que escribe día a día es el de la losa del marianismo. PP duro, "centroderecha sin complejos".

En un sólo día, y eclipsando con su presencia la labor de sus escuderos conservadores, Casado puede alabar y defender ferozmente a la Iglesia Católica; arropar a Arcadi Espada —en la palestra tras escribir un texto con diagnosticada sobredosis de homofobia—, e incluso remarcar su "lealtad" a la Corona —por si quedasen dudas—, tras negarse a investigar las finanzas del rey emérito en el Congreso de los Diputados.

Todo, tras recibir a asociaciones de víctimas del terrorismo —tres de ellas— y reunirse con el número dos del Gobierno británico, David Lidington. Y con reescritura de la Transición mediante. Y arrancando algún grito de "¡Presidente!". Siempre volando de acá para allá, hasta el punto de que destacadas figuras del partido recuerdan que ya no es vicesecretario de Comunicación, portavoz permanente. Toca reservarse, pero se resiste.

Tampoco tiene reparos en pedir públicamente que la princesa de Asturias, —una niña de 13 años—, participe en más actos oficiales; en vender al Papa Juan Pablo II en el "artífice de la caída del Comunismo", en criticar a esa "gente progresista" que no se inmuta ante la matanza de cristianos en países como Irak o Siria —dice que nunca les ha oído quejarse—.

Ni pestañea al negar la violencia de la Transición, al blanquear cualquier error de la Iglesia en este periodo. Sobre épocas anteriores, ni siquiera toca hablar. "Sin la Iglesia hubiera sido muy difícil que la Transición en España fuera tan pacífica y ejemplar". Entre 600 y 700 muertos viene así a significar "pacífica y ejemplar".

Por si fuera poco, en el súperjueves de Casado no pueden faltar las soflamas sobre Catalunya: de la inacción del Gobierno —"No hay Ley"—a la barbarie de la kale borroka desatada por las fuerzas independentistas a las que plantea ilegalizar. Sus propuestas: 155 en vena, o la cabeza política de Pedro Sánchez y la vuelta a las urnas.

De trato amable y siempre sonriente, Casado entra a todos los trapos, derrocha energía vendiendo sus recetas —las mismas que para el líder de Vox sirven para "legitimar" el discurso ultraderechista—. Por entrar, hoy no le flaquea la sonrisa al afirmar que el tiempo le ha dado la razón sobre las irregularidades en su máster —aunque el que el Tribunal Supremo sí encuentra indicios de trato de favor—, o que logró completar sus estudios gracias al "consejo del padre Busto": "Sigue tu vocación". Y todo ello en un día.

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