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Juicio independencia Marchena dedica doble ración de bronca a las defensas en el juicio al 'procés'

La 32 sesión acoge las comparecencias de una veintena de agentes de Policía que actuaron para impedir el referéndum del 1-O. Tres de ellos denuncian haber sufrido patadas en los genitales, y un cuarto asegura que una conductora le atrapó el brazo con la ventanilla de su coche y requirió del apoyo de un compañero para poder liberarlo, rompiendo el cristal.

El presidente del tribunal que enjuicia la causa del "procés", Manuel Marchena (c), junto a los magistrados (de izda a dcha) Luciano Varela, Andrés Martínez Arrieta, Juan Ramón Berdugo y Antonio del Moral, durante la sesión del juicio del procés con la declaración como testigo del número dos del operativo de la Guardia Civil que lideró la investigación sobre los preparativos del 1-O. EFE/ Tribunal Supremo

Manuel Marchena ha superado este martes su media de reprimendas a las defensas de los 12 dirigentes independentistas que se sientan en el banquillo de los acusados en el juicio a la cúpula del procés, en el Tribunal Supremo. El magistrado presidente de la Sala de Lo Penal ha abroncado a distintos letrados durante la sesión de mañana, pero también en la de la tarde, mientras se sucedían las comparecencias como testigos de una veintena de agentes de la Policía Nacional que actuaron para impedir el referéndum soberanista del 1 de Octubre de 2017.

Distintas defensas sostienen que Marchena, habitualmente elegante y exquisito en las formas, va dando muestras de estar perdiendo la paciencia conforme avanza el juicio -van dos meses, y no esperan que acabe antes de junio o julio-.Durante la mañana de este martes, Marchena reprendía a Marina Roig, la letrada del presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, después de que la fiscal Consuelo Madrigal protestara por su forma de interrogar a los testigos.

Marchena: “El agente está bajo juramento, usted no”; “De lo que se trata es de preguntar al agente qué es lo que vio”

Marchena le afeaba entonces que preguntase partiendo de algo que “considera acreditado”, introduciendo premisas para contextualizar que podrían no ser ciertas, según su razonamiento: “El agente está bajo juramento, usted no”; “De lo que se trata es de preguntar al agente qué es lo que vio”, enfatizaba.

El enfado de Marchena venía de atrás, y él mismo lo reconocía: esta forma de preguntar no es nueva, y poco antes había reprendido por lo mismo al letrado Àlex Solà, también en el equipo legal de Cuixart: “Pregúntele lo que vio, no lo que usted cree que el vio”, incidía el magistrado, a lo que Solà aducía que la Fiscalía sí había podido hacer “esas preguntas”. “No busque hacer un juicio de pertinencia con el contraste con la Fiscalía”, advertía.

No obstante, durante la tarde su tono se volvía más bronco. El tercer abogado del equipo de Cuixart, Benet Salellas, preguntaba a otro testigo si, cuando se refería a la “masa” en su relato sobre el 1-O, hablaba de “los ciudadanos que estaban votando”.

“Llevamos 20 sesiones y usted quiere ahora enterarse de qué es, en términos policiales, la masa”, reprendía el presidente del tribunal

“Llevamos 20 sesiones y usted quiere ahora enterarse de qué es, en términos policiales, la masa”, estallaba Marchena. “Eso no es un interrogatorio”; “Usted quiere ahora un debate con el testigo”, para ver si incluye “alguna cuestión peyorativa”, espetaba al letrado. Salellas respondía una última vez para formular protesta. “Que conste la protesta”, zanjaba el magistrado.

Al menos, este martes la bronca no recayó sobre el letrado de Oriol Junqueras y Raül Romeva, Andreu Van den Eynde, ni tampoco sobre Jordi Pina, a cargo de la defensa de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull, a los que Marchena riñe con bastante frecuencia.

Pina ha recibido dos de las mayores reprimendas del magistrado en los últimos 15 días, a razón de una por semana. No obstante, hoy Marchena preguntaba primero al letrado y luego a un testigo, que unos minutos antes había denunciado haber sufrido una patada en el pecho en el instituto Dalmau Carles (Girona), y se daba una situación curiosa.

El magistrado cuestionó a Pina si conocía cómo concluyó el proceso judicial abierto contra el supuesto agresor del agente, y el letrado negó saberlo- había sido él quien sacó a colación este hecho-. Marchena preguntó entonces al agente, y este admitió que la sentencia fue “absolutoria” para con su supuesto agresor. De no haber preguntado Pina, esta cuestión no habría salido a relucir.

El brazo atrapado en el coche rojo

La 32 sesión del juicio se cerraba sin testimonios especialmente novedosos, con el ya conocido relato de los agentes sobre la pasividad de los Mossos d’Esquadra el 1-O, y con el desglose de los insultos y agresiones recibidos en esa jornada. Quienes desfilan en estas semanas ante el Supremo son los testigos de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, que de un total de 256 peticiones, todas aceptadas, incluyeron a más de 200 agentes de Policía y Guardia Civil. La actuación del Ministerio Público persigue acreditar su acusación de que hubo violencia en el procés, y que esta violencia permite sostener el supuesto delito de rebelión.

Amenazas de muerte, distintas agresiones físicas -de mayor o menor grado- y al menos tres patadas -a distintos testigos- en los genitales después, el penúltimo agente narraba una escena que no se había escuchado hasta la fecha. El mismo 1-O, él y otro compañero observaron que un Hyundai rojo seguía de cerca las posiciones de la policía, y decidieron darle el alto.

La conductora paró el vehículo, pero también “bloqueó las puertas”, sin apagar el motor. “No nos hizo caso y nos hablaba en catalán”. “Nos decía que no éramos su Policía”, apuntaba el testigo.

El ocupante del asiento trasero mostró entonces su DNI al agente, si bien, cuando éste fue a cogerlo, el hombre se lo alejó, se rio y subió la ventanilla, atrapándole la mano, siempre según el relato del policía.

Aquí, el agente pareció perder el hilo: primero dijo que la ventana “estaba hecha para que se fracture”, porque “se rompe en trozos pequeños”. Después afirmó que la fuerza ejercida por su compañero y por él mismo fue la que propició la rotura del cristal. “Una vez rompimos la ventanilla la actitud cambió”, rememoraba, asegurando que a partir de este hecho los ocupantes del vehículo fueron más “colaboradores”. Él sufrió lesiones, ya que no llevaba puesto el guante de protección. No esperaba esta escena antes de darle el alto al coche rojo.

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