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El fallecimiento de Rubalcaba pone un punto final a los socialistas de la Transición

Nunca, como en el velatorio del ex líder socialista, se visualizó la llegada del “nuevo PSOE” de Sánchez, tras las etapas de González y Zapatero. El ex secretario general fue el último de esa etapa en tener poder orgánico dentro del partido 

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, acude a firmar el libro de condolencias del PSOE por el fallecimiento del exvicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. EFE/Luca Piergiovanni

“Se afilió conmigo en 1974”, recordaba el viernes el ex alcalde de Madrid, Juan Barranco, al lado de la capilla ardiente de Alfredo Pérez Rubalcaba. Fue el mismo año en el que también se afilió el fallecido presidente del Congreso, Manuel Marín; tras ser recogido en la estación de Atocha por el ex secretario general de los socialistas madrileños, Pepe Acosta. Y de eso hace... ¡45 años!.

Y es que entre los más veteranos socialistas había un sentimiento de que la muerte de Rubalcaba ponía fin a la era de los socialistas de la Transición. No por el hecho de que sea el último de esta etapa, ya que otros muchos siguen vivos -como Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono, Manuel Chaves o Juan Carlos Rodríguez Ibarra, etc- sino porque fue el último mohicano entre aquel PSOE y el denominado “nuevo PSOE” de Pedro Sánchez. De hecho, fue el último de esa época en tener poder orgánico en el partido y un cargo público de relevancia. Actualmente, se podría decir que el único superviviente  político es Josep Borrell.

Es cierto que las relaciones entre Rubalcaba y Sánchez no eran buenas, y se agravaron cuando el líder socialista decidió excluir de la candidatura a las europeas a Elena Valenciano, la vicesecretaria general del PSOE en la etapa del ex vicepresidente. Aún así, hubo un acercamiento cuando Sánchez le ofreció ser candidato a la Alcaldía de Madrid, pero Rubalcaba ya no estaba dispuesto a participar en un proyecto del que no compartía muchas cosas y, además, en su ética interna eso hubiera sido traicionar a su “número dos”.

Pero, además, se da la circunstancia de que su fallecimiento ha venido a coincidir con un nuevo renacer del PSOE, el que “los de antes” han desaparecido por completo de los cargos públicos y orgánicos del partido.

Basta ver la lista de los nuevos 123 diputados, la mayoría absolutos desconocidos hasta para los responsables de comunicación del partido y para los propios veteranos del PSOE: “No lo pongas en mi boca, pero repasé la lista de los nuevos parlamentarios y no conozco al 80%. ¿De dónde han salido estos? Si yo llevo más de treinta años militando en este partido y no sé ni quiénes son”, confesaba un ex diputado, también sacrificado por Sánchez, que acudió al velatorio del ex líder socialista.

También se visualizó que hay dos épocas en el PSOE en la misma capilla ardiente. Intencionadamente, o no, el viernes acudieron los ministros de Sánchez, la Ejecutiva del PSOE, y José Luis Rodríguez Zapatero y sus más cercanos colaboradores -con lo que en su inmensa mayoría tampoco cuenta Sánchez-; mientras que el sábado acudió todo el “felipismo” con González al frente, y como si de un revival se tratara, la ex portavoz del Gobierno Rosa Conde acudía con los ministros de los gobiernos socialistas de los primeros 13 años.

Los veteranos socialistas están más que felices con el triunfo del PSOE en las elecciones y ya no le niegan a Sánchez algunas cualidades políticas que antes le cuestionaban. Pero están lejos de sentirse identificados con el nuevo proyecto y las nuevas formas de hacer política. Y es que si algo quedó claro es que tras la muerte de Rubalcaba sí se cerró una era y se formalizó oficialmente un “nuevo PSOE”.

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