Opinión · Ajedrez
Los grandes maestros del Grand Slam... Vasily Ivanchuk
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Vasily Ivanchuk (Berezhany, Ucrania, 1969).
Pasa la mayor parte del tiempo en las alturas de su mundo exclusivo, el de los genios despistados. Pero es entrañable cuando baja al de los mortales. Sumamente activo, la edad ha atemperado sus nervios, que probablemente le impidieron ser campeón del mundo. A los 42 años, Vasili Ivanchuk sigue siendo venerado por los aficionados.
“Los días que no tengo que jugar me siento triste”. Chucky dijo eso ante el público que abarrotaba el escenario de la Plaza Nueva de Bilbao en 2008, durante la primera edición de la Final de Maestros. Amante del ajedrez hasta el tuétano, trabajador incansable de conocimiento enciclopédico, es un genial sabio distraído de quien todos, incluso sus más acérrimos rivales, hablan con cariño.
La suma de talento, trabajo, experiencia y, sobre todo, un amor infinito por el ajedrez han permitido que los éxitos de Ivanchuk duren un cuarto de siglo: fue campeón del mundo juvenil en 1986, ganador del torneo de Linares por primera vez en 1989 y miembro de la superélite casi permanente, salvo baches cortos motivados por su irregularidad.
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¿Por qué entonces no ha sido jamás campeón del mundo absoluto? Porque la tremenda explosividad de su sistema nervioso se lo ha impedido. Pero a más edad más equilibrio, y eso explica su buen momento actual. Sin embargo, hay un matiz importante: Ivanchuk ama el ajedrez de tal manera que apenas descansa entre torneos, y se apunta a todos los que puede, un año tras otro. ¿Cómo aguanta ese ritmo brutal de actividad? Quizá porque la concentración y el ensimismamiento es su estado natural, lo que por otra parte le causa frecuentes despistes.
Como en Sofía, cuando salía de la urna en dirección contraria a los retretes, hasta que algún árbitro le sacaba del error. O como en su triunfo en el torneo Ciudad de León 2008, cuando, muy excitado tras ganar una partida, saltaba del escenario con serio peligro para su integridad física, en lugar de bajar por las escalerillas.
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Las anécdotas graciosas sobre Ivanchuk son muchas, pero no tantas como sus partidas geniales, genuinas explosiones artísticas, científicas y deportivas de un talento inmenso y muy trabajado. Es muy poco probable que Ivanchuk no produzca más obras inmortales en Sao Paulo y Bilbao. Y es seguro que el público seguirá entregado a este genio distraído.
Fuente: Grupo Proyección (http://www.proyeccion.tv).
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