Opinión · Diario de un altermundista
El voto indignado antisistema
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Las manifestaciones de ayer, convocadas principalmente a través de las redes sociales, han tenido un resultado muy positivo. Miles de personas salieron a la calle en 50 ciudades españolas gritando consignas que, al menos, descargaba una indignación reprimida, que desde arriba nadie parece querer escuchar. Indignarse, cabrearse, enfadarse y mostrar esa rabia es un necesario primer paso para algo más. Democracia real ya ha demostrado que no hace falta ser un sindicato, una ONG o un colectivo estructurado para organizar una protesta con éxito. Este movimiento ciudadano está retomando prácticas basadas en la espontaneidad, que dan frescura a una izquierda que a veces pierde demasiadas energías en interminables reuniones para decidir que no pueden decidir nada conjuntamente. El entusiasmo, la alegría y la creatividad de las revueltas de internet son un soplo de aire fresco en una izquierda obsesionada por mostrar su logo, bandera o siglas, resultado de la lógica electoralista a la que nos arrastra la democracia irreal que tenemos.
Pero votar el próximo domingo es algo también importante. Aunque no hay que dejar de hacer política sin los partidos, o al margen de los mismos, es importante participar también votando contra todo lo que se coreaba en las manifestaciones de ayer. Siendo conscientes de que desde arriba no vendrán los cambios, sino que es más bien tarea de cada cual, podemos conseguir espacios de libertad en ayuntamientos y gobiernos autonómicos, podemos colar voces discordantes y fastidiar, también desde los espacios oficiales, a ese conglomerado de políticos-empresarios-banqueros que se ven representados por los partidos mayoritarios.
Hay quien dirá que el voto antisistema no existe, que lo verdaderamente antisistema es no votar. No estoy totalmente en contra de esta opción y, quien no vote, está en su derecho y puede hacer un gran trabajo político desde otros espacios. Pero, si no conseguimos sacar del reducido espacio de poder democrático que hemos conseguido con mucho sacrificio en este país, a acaudalados y corruptos políticos, herederos de una dictadura con la que todavía no hemos roto, llegará un momento en que no habrá vuelta atrás. Votar contra el sistema es votar contra los partidos que representan las ideas en las que se construye un mundo peor. Votar contra el sistema es votar contra racistas, homófobos, machistas, militaristas, represores, corruptos y egoístas. Votar contra el sistema es votar por construir una sociedad basada en la solidaridad, la convivencia, la igualdad y la libertad (pero no de la que proclama el PP, que es únicamente la de los mercados). Afortunadamente hay papeletas, muchas (quizá demasiadas), en las que tenemos la opción de mostrar nuestro inconformismo. No olvidemos que los de siempre irán a votar, hagámoslo también nosotros, indignados, para construir desde todos los frentes nuestra propia revolución.
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