Opinión · Diario de la Antártida
19 de enero. Sigo aprendiendo
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Hoy he aprendido algo nuevo de este lugar. Varios de los inquilinos de la base tiran de pañuelo a todas horas y se me ocurre comentar que una gripe aquí debe ser devastadora. Pero resulta que esa posibilidad no existe. En la Antártida no hay virus. El aire es de tal pureza que esos bichitos que nos vamos pasando de unos a otros en invierno en el mundo civilizado nunca llegan hasta aquí. Los visitantes del fin del mundo pueden tener, como máximo, un catarro que por cierto duran menos de ocho días.
Hoy hace mucho frío. Los técnicos se dedican a hacer inventarios y preparar el material con el que los científicos sobrevivirán en el campamento Byers durante tres semanas. Nosotros, muy a nuestro pesar, no lo veremos. Nos explican que este lugar está especialmente protegido. Allí hay muchas especies de animales en un entorno que posiblemente no hayan pisado ni mil personas en la historia de la Humanidad. Un hombre pisa esta tierra y su huella puede tardar años en desaparecer. Dicen quienes lo han visto, que cuando caminas por allí tienes la sensación de que eres el primero en hacerlo. Así de exclusivo es. Para tener acceso a este lugar hay que tener una muy buena razón que siempre tiene que ver con la Ciencia. Los permisos han de ser consensuados internacionalmente y tardan mucho tiempo en concederse. Tres científicos españoles y uno de nuestros chicos, David el montañero, tienen este año ese privilegio.
Por amor a la Ciencia, dormirán en tienda de campaña, comerán lo que puedan y renunciarán a la ducha y a la lavadora entre otras muchas cosas. Es un lugar ‘contaminación cero’, de manera que quienes lo habiten temporalmente deberán eliminar el resultado de sus digestiones en un cubo o en una botella.
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Mientras en la base se prueba el sistema de comunicaciones que se llevarán, nosotros entrevistamos a Enrique. Además de ser uno de esos jefes que no necesita aclarar que lo es para que se le respete como tal, tiene una gran facilidad de palabra. Dice que le impone la cámara, pero lo cierto es que es elocuente y un entrevistado muy fácil para un periodista. De sus respuestas y de los ocho días de convivencia que llevamos, deduzco que es un hombre honesto, con una formación integral y una personalidad arrolladora. Dice las cosas una vez y todo el mundo escucha, porque sabe lo que hace y, sobre todo, porque toma nota de otras sugerencias. Recibe, por tanto, el mismo respeto que da. La eficacia del equipo, como equipo, y la alegría de vivir que se respira en esta base son, en buena parte, mérito suyo. A él le importan las personas y su misión aquí pasa por crear un buen ambiente.
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