Opinión · Al sur a la izquierda
Otro día en que todos se equivocaron
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Al igual que sucediera hace como un año con la dimisión del consejero de Gobernación de la Junta, Luis Pizarro, en que tanto el dimisionario como el propio presidente se equivocaron simultáneamente y en ambos casos tenían buenas razones para equivocarse, con la dimisión del secretario provincial del PSOE de Sevilla, José Antonio Viera, ha ocurrido algo bastante parecido. De nuevo se han equivocado todos los participantes en la crisis: se han equivocado los que han perdido, pero se han equivocado también los que han ganado. Aunque no todos los que han ganado se han equivocado, por supuesto: Javier Arenas ha sido el gran vencedor de esta crisis del PSOE andaluz y no puede decirse de él que se haya equivocado. Lo que sí puede decirse, en cambio, es que ha disfrutado. Como los toreros de antaño, el PSOE andaluz viene dando últimamente bastantes tardes de gloria ante la parroquia conservadora.
Se equivocó sin duda José Antonio Viera al dimitir, puesto que ha hecho un daño irreparable a su partido. Lo que no sabemos es si se equivocó deliberadamente, si se equivocó porque quería equivocarse o si, por el contrario, creyó sinceramente que no tenía otra salida digna que dar ese portazo ante las desconcertadas narices de su desconcertado partido. La decisión de Viera es quizá la más imperdonable de todas, pues su experiencia política y su responsabilidad orgánica lo obligaban a demorar su dimisión y no hacer aquello que el cuerpo le pedía que hiciera.
Y se equivocó también su adversaria Susana Díaz, que tampoco es inocente en esta crisis, pues con toda probabilidad no midió bien la resistencia de la cuerda que ella decidió tensar a su manera y que finalmente se rompió del lado de Viera.
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Y se equivocó, cómo no, el secretario general y presidente de la Junta, José Antonio Griñán. Su primera equivocación radicó en no haber evitado una crisis en la cual él es el principal damnificado. Da igual que Susana tenga toda la razón y que Viera no tenga ninguna. Da igual que Viera se haya enterrado políticamente con ese paso. Griñán debería haber tenido sobre su mesa un informe detallado de control de daños. Debería haberse reunido con Viera para convencerlo de que no dimitiera. Y si la única manera de convencerlo era darle lo que pedía en relación a la lista electoral, Griñán debería habérselo dado. Y si quería tomarse el desquite, ya se lo tomaría en su momento, si es que el resultado del 25 de marzo se lo permite. En esta crisis Viera ha sido temerario, Susana ha sido imprudente y Griñán... Griñán no ha sido.
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