Opinión · Al sur a la izquierda
El río, el puente y los charcos
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Como una liebre que fuera tan veloz que de vez en cuando lograra la extraña proeza de adelantarse a sí misma, José Antonio Griñán ha vuelto de nuevo a ser rápido que su propia sombra. La frase del presidente del PSOE y de la Junta de Andalucía en el foro de Europa Press, a propósito de la crisis de su partido, fue exactamente esta: “El problema ahora mismo puede ser [no de ideas, sino] de la impronta o la personalidad que tenga una u otra persona”. Mientras la sombra de Griñán le aconsejaba a su inquieto dueño que no pisara otra vez ese charco, el presidente cedía a la tentación de hacerlo y allá que se lanzaba sin contemplaciones. Un charco siempre es un charco. Y los charcos están para pisarlos, ¿no?
Esa frase del presidente es sin duda una puya al secretario general del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, independientemente de que quien la pronunció quisiera o no quisiera que lo fuera. De hecho, la cuestión no es si la frase era o no una puya, sino si esta era o no deliberada. En realidad da lo mismo: en ambos casos habría sido un error. ¿Es Griñán partícipe o incluso pilota alguna operación de largo alcance para decapitar antes o después a Rubalcaba? Nadie lo sabe, pero todos lo sospechan. Y es el propio Griñán quien está alimentando esas sospechas. Lo paradójico del caso es que se trata de unas sospechas que si bien perjudican objetivamente a Rubalcaba, en absoluto benefician a Griñán. Ni, por supuesto, al Partido Socialista, cuyo generalizado desconcierto se ve exponencialmente incrementado por los desconcertantes movimientos de su presidente.
Frases como esta de la impronta o aquella de semanas atrás cuando no descartó postularse para la secretaría federal, ¿son un error táctico del presidente, en el sentido de que estaría enseñando involuntariamente sus cartas en esta larga partida que mantiene contra Rubalcaba, o son más bien parte de su estrategia, en sentido de que irían deliberadamente dirigidas a meter presión, preparar la sustitución y minar la moral de un secretario general en el que Griñán, obviamente, no cree?
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El presidente suele mencionar la imagen del puente y el río cuando quiere eludir una pregunta comprometida. Pues bien, con estos charcos que viene pisando últimamente, el líder andaluz no hace en realidad más que dar pistas y más pistas sobre lo cerca que está de llegar al río y, en consecuencia, de cruzar el dichoso puente. Griñán parece repetir así la estrategia de ambigüedad calculada que ya ensayó en los preliminares del congreso federal. Entonces no le salió bien, puesto que Carme Chacón, que era su apuesta, salió derrotada. Sea como fuere, el presidente jugando con fuego. Ahora bien: ¿lo hace porque no ha medido bien el riesgo objetivo de incendiar su partido o lo hace porque cree que Rubalcaba es un viejo tronco apagado y la chimenea socialista necesita leña más joven y tierna para encenderse de nuevo y dar calor a sus ateridos militantes?
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