Opinión ·
No os indignéis
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De aquí un par de meses se cumplirán diez años desde que Carlo Giuliani muriese a manos de un carabiniere en Génova durante las protestas por la Cumbre del G8. Recuerdo que vi mucha indignación en la ciudad por éste crimen y por todos los que perpetran obscenamente los poderosos de la tierra. En aquellos tiempos advertíamos del colapso del capitalismo rapaz y los expertos, apelando nuestros muchos perros y flautas, aseguraron que eran tonterías, que el sistema era fuerte y fiable. Y para argumentarlo, enviaron a la policía armada con munición real. Hemos visto a miles de alemanes indignados frente a trenes llenos de residuos nucleares. A precarios de toda Europa manifestarse contra la catástrofe capitalista. Luchando por el derecho a la vivienda y a los espacios públicos. Muestras continuas de indignación que el estado democrático ha ponderado a base de porrazos.
Se publica en España un librito del respetabilísimo diplomático francés Stéphane Hessel que lleva como título Indignaos (Ed.Destino) El texto está siendo un éxito pero me ha sorprendido mucho una cosa. En nuestros opinadorios, tertuliódromos y demás espacios de reflexión, se ha notado una sorprendente unanimidad en torno a la pertinencia del libro. Firmas de derechas que se ponen cariñosos con cada rescate bancario Firmas socialdemócratas que jaleaban a los antidisturbios mientras disolvían las protestas por Bolonia. Viejos izquierdistas acomodados y liberales bienintencionados. A todos les resulta de lo más estimulante la literaria indignación de Hessel. Eso sí, siempre que se venda empaquetada entre solapas y lomo y provenga de una voz venerable y que no suele gastar rastas. Todos sabemos que el último container bien quemado data del 77. Después, como tenemos democracia, cualquier jaleo debe ser convenientemente catalogado como violencia y reprimido a modo. Así que nos piden que nos indignemos pero sin hacer alboroto, con orden. Un sinsentido. Aquí en Barcelona tenemos a un compañero, Jona, viejo militante de movimientos sociales detenido en más que extrañas circunstancias y al que se le piden 8 años de cárcel por unos desórdenes en absoluto probados. Es decir, por indignarse de la manera errónea. A quién se le ocurre llevar la indignación a la calle pudiendo disfrutarla sentadito y leyendo en casa de los padres. Leed Indignaos pero ni se os ocurra llevarlo a la práctica, no sea que os muelan a palos.
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