Opinión · A ojo
A dos manos
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Siempre se ha discutido el valor, específico o solamente mágico, que tiene el Premio Nobel. El de Química, el de Economía y en particular el de Literatura. ¿Y por qué el de Economía y el de Literatura no son el mismo? ¿Y por qué no ganaron ninguno de los dos , digamos, Leon Tolstoi, o John Maynard Keynes, que los merecían con creces? Sí, los da la Academia Sueca, que sabrá sueco pero no es versada en ciencias químicas ni lee en el idioma original a los autores de lengua árabe o húngara o portuguesa. Y en su concesión influyen toda clase de elementos extra-literarios (o extra-químicos): políticos, geográficos, étnicos, religiosos, etcétera: como en las guerras. En fin. Con los premios Nobel son siempre muchas las preguntas sin respuesta que quedan en el aire.
No opino sobre los de Física o Medicina. Pero el de Literatura se lo acaban de dar a Mario Vargas Llosa, prolífico escritor peruano. Aunque no he leído todo lo suyo, ni creo que nadie haya tenido suficiente tiempo para hacerlo, sí lo conozco bastante. Tiene novelas excelentes y de envergadura impresionante: La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, La Fiesta del Chivo, y otras cuatro o seis. Y pésimas novelas: Travesuras de la niña mala, Los cuadernos de don Rigoberto, y diez más. Ensayos de gran hondura: Tirant lo Blanc, La orgía perpetua, Historia de un deicidio, La verdad de las mentiras. E infinidad de artículos de prensa una y otra vez recopilados en volúmenes bajo el asombroso título de Contra viento y marea, cuando resulta que todos están escritos a favor del viento y llevados por la marea que han imperado en el mundo (en Occidente al menos) durante el último medio siglo: los del capitalismo neoliberal. Y es tal vez por eso que Vargas Llosa ha recibido todos los premios literarios imaginables: más numerosos, si cabe, que sus propios libros. Le faltaba el Nobel: ahí está.
Pero el Premio Nobel deja siempre, decía, preguntas abiertas. ¿A cuál Mario Vargas Llosa se lo dieron esta vez? ¿Al novelista realista de inmenso empuje existencial? ¿O al articulista político que parece no haber leído ninguna de sus propias novelas? Porque los libros por un lado, y por el otro los artículos de opinión de Mario Vargas Llosa, parecen escritos por dos personas distintas. O al menos por las dos manos distintas de una misma persona que ha decidido seguir el consejo evangélico de no dejar que su mano izquierda sepa lo que hace la derecha. O viceversa.
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