A ojo

Ruleta rusa

Las campañas electorales para la presidencia de los Estados Unidos suelen ser como la lotería. Esta vez, por ejemplo, las preferencias entre los precandidatos del partido Republicano han ido saltando de la cazadora de osos Sarah Palin al vendedora de hamburguesas Herman Cain, del mormón Mitt Romney al fundamentalista cristiano Rick Santorum. Y a otro Rick, de apellido Perry, y a otra cazadora, Michele Backmann, y a un Newt de apellido Gingrich que es tal vez, con Romney, el único conocido. Pues esta última cochada de Republicanos recuerda el asombrado "Jimmy who?" (¿Jimmy quién?) que saludó hace tres decadas la aparición del Demócrata Carter en el paísaje político norteamericano. Antes solía saberse quién era quién, como en casi todas partes del mundo. Ahora todos los nombres parecen sacados al azar de un sombrero.
Lo cual, en teoría,  favorece la reelección del actual presiente, el demócrata Barack Obama, quien también fue en su origen, hace tres años, un nombre exótico sacado de un cubilete: un mulato de padre keniano y madre irlandesa de Kansas nacido en Honolulu y criado en Indonesia.

Aunque tal vez fue precisamente por inesperado, y por desconocido, que Obama despertó entonces tantas esperanzas. Iba a sacar a su ejército de las guerras heredadas, iba a restaurar el honor de ls justicia norteamericana mediante el cierre (simbólico) de la infame prisión de Guantánamo, iba a favorecer una posible solución negociada al conflicto entre Israel y los palestinos. Iba a ser, en suma, un nuevo Jimmy Carter. Y salió con lo contrario: más guerras (la de Libia y la que se cierne sobre Irán), la cárcel de Guantánamo funcionando como nueva. En lo interno, la incapacidad de sacar a su país -y de paso al mundo - de la crisis financiera y la depresión económica por inclinarse ante los banqueros en vez de ponerles coto; y la aplicación de la política social impuesta por sus adversarios ideológicos los republicanos, en vez de su reforma radical. Todo eso, sin convencer a nadie. En suma: tal como en fin de cuentas había sido Jimmy Carter (que no fué reelegido presidente).

(Ambos, Carter y Obama,  recibieron el Premio Nobel de la Paz).

Ahora se agita de nuevo el cubilete ciego de los dados. Y otra vez el resultado previsible es el de la ruleta rusa: decepcionante tanto cuando sale el tiro como cuando se traba la pistola.

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