Opinión · A ojo
Guerra y paz
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Sin tener en cuenta minucias como el cambio climático o la superpoblación mundial, ni la desertificación o el agotamiento de los mares, ni las guerras locales en varios continentes, todo parece ir hacia una inmensa catástrofe. La crisis financiera del mundo rico, que ya se convirtió en depresión económica, se complicará aún más con el previsible aumento de los precios del petróleo por cuenta del embargo de Occidente a Irán. Y si, además, como parece, Israel decide en las próximas semanas atacar a Irán ¿qué? El ataque ya empezó, clandestinamente. Asesinatos de científicos nucleares iraníes por parte del Mosad israelí, sabotajes de instalaciones de energía atómica, pago de mercenarios reclutados entre los grupos armados de resistencia iraníes al Gobierno autocrático y teocrático (chiíta) de los ayatolás.
Pero eso no basta para detener a Irán, ni siquiera con el respaldo de las sanciones económicas aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea (y condenadas por Rusia y China, y no respaldadas –por ahora– por Japón). No basta, y los dirigentes israelíes quieren pasar a la etapa de los bombardeos: por el momento, contra las centrales nucleares en construcción. Por lo visto son demasiado numerosas y están dispersas por todo el vasto territorio de Irán, y la aviación israelí, aunque potente, no daría abasto.
Sí provocaría represalias militares por parte de las fuerzas iraníes, que no son poca cosa, y terroristas por cuenta de sus aliados armados vecinos de Israel: el palestino Hamás y el libanés Hezbolá, y tal vez los sirios, que encontrarían en el conflicto multinacional un respiro “patriótico” para su guerra civil. Lo cual obligaría a Estados Unidos a entrar en liza en apoyo de su aliado Israel con todos los fierros: aviones, portaaviones, misiles, drones (o “moscardones” no tripulados). No faltará el general que proponga entonces (como lo hubo el que propuso en Vietnam o en Corea) soltar bombas atómicas.
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Si todo eso sucede, el presidente estadounidense Barack Obama se habrá visto embarcado no sólo en las dos guerras heredadas y de las que no ha podido desenredarse de Irak y Afganistán, sino en tres más: la de Libia, por ahora dormida, la de Siria, por ahora larvada, y la de Irán.
A su ya recibido Premio Nobel de la Paz habrá que sumar los de Física, Química y Economía.
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