Opinión · Aquí no se fía
Unos presupuestos mentirosos
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Si la presentación de los Presupuestos Generales del Estado suele tener una clara dimensión propagandística, sobre todo cuando hay elecciones de por medio, la que ha hecho el Gobierno esta semana de los correspondientes a 2016 ha sobrepasado con creces los límites de lo obsceno. Después de machacarnos sin misericordia durante los cuatro años de la legislatura que está a punto de concluir, a base de recortes y subidas de impuestos básicamente injustas, Mariano Rajoy pretende ofrecer su cara más amable ahora que vamos a ser llamados de nuevo a las urnas.
Si antes era prioritario reducir el déficit público costara lo que costara, aunque el bienestar de miles y miles de familias se quedase por el camino, eso ya carece de importancia y el mensaje predominante es que los ciudadanos tienen derecho a recuperar el terreno perdido. Como si ese terreno lo hubieran perdido de forma accidental, por un descuido, en vez de por culpa de las decisiones, muchas veces crueles, que el PP ha venido tomando en el conjunto de España desde que recuperó el poder en diciembre de 2011.
Rajoy primero, Cristóbal Montoro a continuación y, por supuesto, todos sus corifeos políticos y mediáticos han destacado el carácter “social” de los presupuestos con el mismo ahínco que habría puesto José Solís Ruíz, aquel ministro de Trabajo de Franco que pasaba por ser “la sonrisa del régimen”. Ese pretendido carácter social se justificaría por las subidas que experimentan algunas partidas que hasta ahora habían corrido peor suerte; pero se trata de mejoras tan ridículas que difícilmente van a tener un impacto real en la calidad de vida de los ciudadanos; en particular, la de los más necesitados.
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El gasto en pensiones crecerá un 2,8%, sí, pero porque habrá un mayor número de jubilados, no porque quienes ya se encuentran en esa situación vayan a cobrar mucho más, pues la subida general será sólo de un 0,25%. Los fondos destinados a dependencia aumentarán en 70 millones de euros, una minucia comparados con los 1.172 destinados en 2015 y con los sistemáticos hachazos de los últimos años, que han dejado a casi medio millón de personas en lista de espera. La dotación presupuestaria para becas, en fin, tan socavada por el Gobierno con el diligente beneplácito de aquel ministro de Educación de triste recuerdo llamado José Ignacio Wert, se incrementará un irrisorio 0,2%.
Pese a que se trata de una milonga colosal, el Gobierno ha presentado estas medidas igual que si señalaran la tierra de promisión que los españoles empezamos a atisbar gracias a sus políticas. Y, por si fuera poca su desfachatez, se ha atrevido a anunciar también nuevos beneficios para los ciudadanos en el futuro, como la rebaja del IRPF, si vuelven a otorgar la confianza al PP en las próximas elecciones generales. El mensaje es tan simple como descarado: con nosotros, el cielo está al alcance de la mano; con los otros, vamos de cabeza al precipicio. Una idea tan infantil como maniquea, pero que, debidamente sembrada en colectivos propicios a ello, puede resultar muy eficaz.
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