Opinión · Aquí no se fía
Rato, en compañía de otros
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¿Se acuerdan ustedes de Rafael Escobedo, aquel que fue condenado por matar a sus suegros, los marqueses de Urquijo, “solo o en compañía de otros”? El tribunal que lo juzgó no llegó a identificar a sus cómplices, si es que los hubo, y él se comió todo el marrón carcelario. Tras varios años entre rejas, Escobedo apareció ahorcado en una celda del penal del Dueso, aunque hay quien duda que muriese realmente por su propia mano. Se despejó así, quizás para siempre, cualquier posibilidad de esclarecer hasta sus últimas consecuencias tan ministerio asesinato.
Me ha venido a la memoria aquella expresión de “solo o en compañía de otros” al conocer la reciente sentencia del Supremo sobre la salida de Bankia a Bolsa. Una operación fraudulenta, en la que se estafó a los miles de pequeños inversores que con ella perdieron sus ahorros. La máxima responsabilidad corresponde, sin duda, a quien era entonces presidente de la entidad, Rodrigo Rato, y sobre él debe recaer todo el peso de la ley. Pero no nos llamemos a engaño: como quizás Rafael Escobedo, Rato no actuó solo, sino en compañía de otros.
El resto de los miembros del consejo de administración, desde luego, debieron haber evitado lo que se estaba tramando, porque para eso cobraban. Aunque yo quisiera recordar hoy a otras personas externas a Bankia, que por acción u omisión sirvieron de reclamo a los que cayeron en el engaño. Por supuesto, la ministra de Economía, el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el gobernador del Banco de España, cuya obligación de velar por el interés general incumplieron de manera flagrante. Pero también los primeros ejecutivos de las sociedades financieras y no financieras que suscribieron íntegramente el tramo institucional de la colocación.
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Algunos de ellos han esgrimido en su descargo que recibieron fuertes presiones para participar en lo que el Gobierno consideraba “un asunto de Estado”. Sin embargo, hubo quien se negó a entrar al trapo, como el presidente del BBVA, Francisco González. El resto de la gran banca, algunas multinacionales españolas e incluso filiales de la propia Bankia sí acudieron a la OPS. Se convirtieron así en banderín de enganche de los incautos minoristas, que no podían ni imaginar que sus ahorros corrían peligro en el sitio en el que aquellos gigantes habían invertido 1.200 millones.
Esos peces gordos, puede que incluso creyendo contribuir a un bien superior, procuraron quebrantos de diversa magnitud a sus accionistas, por los que algún día probablemente les pidan cuentas. Pero, por encima de todo, queriéndolo o no, se pusieron al servicio de una estrategia cuyo fin era recabar a toda costa dinero de los particulares para que Bankia no quebrara. Al final, la cosa salió mal y hubo que rescatarla con ingentes recursos, que en buena parte saldrán, tarde o temprano, del bolsillo de todos los contribuyentes. Con lo que algunos, que se fiaron de quienes no debían fiarse, pagarán el pato por partida doble.
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