Opinión · Aquí no se fía
Las vacaciones de la inagotable Cifuentes
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A esa fuente inagotable de sorpresas que es Cristina Cifuentes, heredera política de Esperanza Aguirre en tantas cosas, le están dando por todas partes a cuenta de su anunciada decisión de no tomarse vacaciones de verano. Por mí, la presidenta de la Comunidad de Madrid puede hacer con su tiempo libre lo que le venga en gana, incluso trabajar; pero de ahí a alardear de ello, como si fuera algo encomiable, media un trecho bastante largo.
No es la primera vez que lo hace, pero sí la que más polvareda ha levantado, quizás por las peregrinas razones que la lideresa 2.0 del PP ha dado para justificarlo. Según Cifuentes, nadie puede obligarla a disfrutar las vacaciones, y menos aún cuando no se le ocurre ningún sitio mejor para pasar los rigores de julio y agosto que su despacho de la Puerta del Sol, donde puede seguir trabajando mientras se alivia con la brisa de un buen aire acondicionado.
Eso de que las vacaciones deben tener carácter voluntario, dicho por un dirigente político, sobre todo de la derecha, no me gusta absolutamente nada. Y menos aún viniendo de una aventajada alumna de la más conspicua representante del neoliberalismo patrio, que sueña con desmantelar uno por uno todos los derechos de los trabajadores, alentado por el indudable éxito que en esta materia han cosechado durante la crisis las funestas políticas de recortes.
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Aunque a veces va de guay y de moderna, Cifuentes siempre me ha parecido un lobo con piel de cordero, una versión corregida y ampliada de Esperanza Aguirre y, por supuesto, mucho más peligrosa que ella. Sus socios en la Comunidad, la alegre muchachada de Ciudadanos, que debieron de creerse ingenuamente sus impostadas proclamas a favor de la regeneración y de una nueva forma de ejercer la política, ya se están enterando de cómo se las gasta.
Cuando la corrupción le ha salpicado a ella, Cifuentes se ha comportado de la misma manera que sus antecesores, echando balones fuera y mostrándose como un ángel que acabara de bajar del cielo, cuando en realidad lleva tres décadas en un PP podrido hasta los tuétanos. Ni Esperanza Aguirre en sus mejores tiempos, aquellos en que los escándalos no le daban descanso, fue capaz de sortear con mayor cinismo los charcos llenos de ranas.
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Igual cinismo que muestra Cifuentes cuando responde a las críticas por su renuncia a las vacaciones con cara de no haber roto un plato, pese a saber que está haciendo un brindis al sol de los empresarios. ¿Qué se apuestan a que, más bien temprano que tarde, estaremos inmersos en un debate sobre si el descanso anual, en vez de irrenunciable como ahora, debería ser voluntario? Total, hoy por hoy, quien más y quien menos tiene en su trabajo aire acondicionado...
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