Opinión · Una china en el zapato
Un grafiti para Potsdam
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Se conmemora este año el vigésimo aniversario de la reunificación alemana, pero mientras resuenan los ecos de las celebraciones en la Puerta de Brandenburgo resulta que hay partes del muro de Berlín que se vuelven a levantar. Un reportaje en The Independent contaba hace unas semanas que esto sucedía en un exclusivo barrio de Potsdam.
Potsdam es actualmente la ciudad alemana con el metro cuadrado más caro y más deseado por las celebrities. Directores de cine, diseñadores de moda, empresarios que en su día aplaudieron seguramente la caída del muro, se dan cuenta ahora de que el acceso público al lago en el que tienen amarrado el yate les resulta molesto porque perturba su intimidad, la intimidad de sus villas de cinco millones de euros. De manera que no han dudado en levantar de nuevo algunas secciones de la antigua estructura. Los vecinos menos pudientes han protestado, claro está, pero tanto a ellos como a los políticos locales que apoyan su malestar se les tacha de comunistas. “Los políticos de Potsdam son todavía comunistas alemanes del este en el corazón”, ha afirmado uno de los top-residentes.
Me acordé de este reportaje al leer que Bill Gates viajó a China para participar en un “banquete filantrópico” (sic) con los nuevos multimillonarios de ese país. Como experto en fortunas, fue a decirles que salía mejor dar la cara y limosna en lugar de esconderse. Aún así, los asistentes no permitieron que sus nombres se hicieran públicos. Supongo que al igual que los ricos propietarios de Potsdam, también estos señores querrán preservar su “intimidad”. No es de extrañar, mejor pasar desapercibidos en un mundo donde la brecha entre la opulencia y la precariedad es cada vez mayor. Lo bueno es que allí no tienen que construir un muro, ya tienen la muralla china, y llegado el caso pueden situarse a un lado y al otro según ingresos.
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Si durante la guerra fría se construyeron muros para que no salieran los proletarios, ahora se construyen para que no entren. Como decía el personaje de un inmigrante ruso en la película Los lunes al sol, “lo que nos decían del comunismo era mentira, pero lo del capitalismo era verdad”. Me parece un grafiti muy oportuno para estamparlo sobre el muro de Potsdam.
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