Opinión · El rincón del ñángara
La paz de Dívar y los tickets
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Confieso que yo escribí sobre Dívar y ahora me siento desasosegado porque, quizás, sin saberlo he formado parte de esa “campaña cruel desproporcionada y con ensañamiento” que ha denunciado el expresidente del Consejo General del Poder Judicial. ¿Habré sido un tonto útil?
Sostiene Dívar que la campaña no ha surgido por generación espontánea, que ha tenido una orquestación y una dirección, aunque confiesa que no tiene pruebas.
Bueno... no hacen faltas demasiadas pruebas. Es de conocimiento público que los jueces llevan años enfrascados en vendettas gremiales, en rivalidades personales y en enfrentamientos políticos. ¿Se acuerdan del juez Garzón?. ¿Conocemos el común de los mortales quién orquestó la campaña para arrojarlo por las ventanas de la Audiencia Nacional?. Lo sospechamos, pero lo que se dicen pruebas... no tenemos.
Los que conspiraban contra Garzón tenían intereses en que no se removiera la tierra que cubre en las cunetas los cuerpos de los que perdieron la Guerra Civil. También estaban interesados en que no se removiera mucho la tierra del caso Gürtel. No pasa lo mismo con Carlos Dívar que no estaba instruyendo ningún asunto parecido. Pero salvando las distancias, que son enormes, seguro que Dívar tiene razón y que ha sido víctima de una venganza artera. Presunta. Como Garzón... pero pruebas no tenemos. Solo que la cuestión no es averiguar si se trata o no de una conspiración. De lo que se trata es de saber si eran o no ciertos los viajes de fin de semana y si se pagaron con dinero público.
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Cuando le acusaron se negó a dar explicaciones. No tenía, con la ley en la mano, por qué darlas, es verdad, porque el reglamento del CGPJ no contempla semejante vicisitud; pero lo legal, lo justo y la higiene democrática no siempre coinciden. Y este era un asunto de higiene democrática y de respeto a los ciudadanos, que tienen derecho a saber si su dinero, además de sanear los bancos, se gasta o no en cenas opíparas y en fines de semana caribeños.
Solo tenía que haberse explicado, apearse de la soberbia y contárselo a los ciudadanos. Ahí hubiera terminado la conspiración. Presunta.
Dívar dice que aunque al principio no quiso dimitir, el asunto fue creciendo y creciendo hasta convertirse en una bola de nieve cada día más grande. Mientras tanto él callaba. Ahora reconoce que su silencio fue un error. Efectivamente lo fue. Con los tickets por delante se hubiera ahorrado las críticas y los ciudadanos no hubieran sufrido otro sofocón más con los gastos y los viajes de los representantes del Estado. Que son muchos sofocones seguidos... Y ahora no tendríamos que estar escuchándole decir extravagancias como que “esta acostumbrado a sufrir con cierta alegría” y que tiene paz interior y el convencimiento claro de que las cuentas están contabilizadas”.
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Bravo por su conciencia y nos alegra que tenga paz interior. ¿Pero tiene los tickets?
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