Opinión · Buzón de Voz
Respuesta progresista a 'Todo lo Malo'
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Uno de los motivos por los que cientos de miles de españoles viven atrapados este fin de semana en las entrañas de la tercera entrega de Millennium tiene un origen netamente ético. La trilogía de Stieg Larsson sitúa en el hoy del siglo XXI la eterna disputa entre el bien y el mal. Con un discurso y un relato todo lo discutibles que uno quiera, pero armados y coherentes.
El mal está encarnado por políticos corruptos, abogados trepas y ladrones, psiquiatras de atar, maltratadores sádicos, periodistas acomodados en la neutralidad o en la pura adulación... La heroína de la trama, Lisbeth Salander, no es la bella, sino más bien una bestia entrañable, una víctima de todos los demás, decidida a mantener unos principios morales inviolables de justicia social. “Un cabrón es siempre un cabrón, y todo el daño que sufra lo tiene bien merecido”.
El sueco Larsson se adelantó a su tiempo. Buen conocedor del periodismo económico, de las trampas del capitalismo y de los agujeros de la sociedad del bienestar, por sus páginas enfebrecidas se deslizan ejemplos de esos tiburones de las finanzas capaces de hundir bancos o empresas para copar su insaciable codicia. Los “buenos” de las novelas de Larsson no desperdician ocasión para intentar arruinar la vida a esos dueños del universo.
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¿Y qué tendrá que ver el éxito de Larsson con los mensajes políticos que habitualmente recoge este Buzón de voz? Mucho. El pensamiento progresista, en España y en Europa, se enfrenta a la curiosa contradicción de ver cómo retrocede su apoyo social justo en el momento en que el neoliberalismo muestra sus mayores desvergüenzas. Dirigentes y votantes de izquierda se preguntan cómo es posible que las ideas socialdemócratas avancen (a su manera) en EEUU y que gobiernos de derecha en la UE apliquen políticas keynesianas mientras los partidos progresistas retroceden.
Qué, cómo y hacia dónde
Florecen como brotes verdes las voces que aseguran que ya ha pasado Todo lo Malo, que diría Lisbeth Salander. O al menos que se ha superado lo peor de una crisis global desconocida y aumentada localmente por factores concretos (en España, por ejemplo, la burbuja inmobiliaria).
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Anteayer lo proclamó nada menos que Emilio Botín, ejemplo vivo de ese eslogan terrible para ludópatas: “la banca siempre gana”. Ese amago de optimismo relativo (Botín añadió que la “cierta mejora es frágil”) parecen compartirlo últimamente desde el FMI a la OCDE pasando por los servicios de estudios más prestigiosos. Felipe González proclama también que “ya hemos tocado fondo”, aunque advierte del supuesto riesgo de “arrastrarnos diez años por el suelo”.
En las filas del PSOE renovado no han sentado nada bien los pronósticos de González, que insiste en un mensaje compartido por el propio Botín y por liberales de viejo o de nuevo cuño: hay que abordar reformas estructurales si se quiere salir pronto de la crisis. Botín propone que el Banco de España, o sea MAFO, lleve las riendas del control financiero “sin ninguna interferencia política”.
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La CEOE, el PP y miembros de la vieja guardia socialista coinciden en la necesidad de una reforma laboral, aunque no se atreven a detallar sus pretensiones. Los sindicatos han respondido con el apoyo de 750 “expertos”. (Por cierto, ¿con tantos expertos en economía y trabajo cómo hemos podido llegar a esto?)
Lo cierto es que Todo lo Malo de la catástrofe financiera parece que toca a su fin, pero los “malos” se van de rositas. Los especuladores que contribuyeron claramente a disparar el precio de los carburantes vuelven por sus fueros sin que nadie mueva una ceja. ¿Representan el liberal Fernández Ordóñez, el pronuclear González o el eterno ganador Botín la respuesta progresista a Todo lo Malo?
La izquierda y el propio Zapatero necesitan un discurso estructurado, claro, eficaz. La derecha juega con la ventaja del mensaje simple: “usted ha creado cuatro millones de parados”. El radicalismo cívico y social de Zapatero exige un relato que dé respuesta a las frustraciones de los ciudadanos. Una narración argumentada que compagine los beneficios de la justicia social y las energías renovables, o que defienda que el subsidio de paro no puede ser la única fórmula de recibir una ayuda del Estado. Y hace falta comunicarlo bien, de forma ágil y directa. Estilo Larsson.
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