Opinión · Cartas de los lectores
30 de noviembre
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Lejos de Kioto
Si cogemos el coche para ir a comprar el pan a la tienda de la esquina. Si las empresas dejan escapar humos nocivos a la atmósfera por falta de inversiones en sus sistemas de depuración. Si muchos de los que viven en pisos abren las ventanas porque la calefacción central comunitaria calienta más de lo debido, los radiadores individuales carecen de regulador de temperatura y nadie les obliga a ponerlo. Si los ayuntamientos sólo destinan partidas de gastos testimoniales a las áreas de Medio Ambiente, no obligan con firmeza a las incineradoras dependientes de ellos a dotarse de medios técnicos que eliminen las partículas contaminantes y cuando llegan estas fechas tienden verdaderas redes de bombillas por las calles. Si los comercios derrochan sin sentido energía lumínica de día y de noche; en las oficinas permanecen encendidos los fluorescentes de los despachos, estén o no ocupados, y en casa no apagamos las luces de las habitaciones que vamos dejando atrás... ¡cómo no vamos a estar lejos de cumplir el compromiso de Kioto en emisiones de CO2! Lo raro sería que, con estos comportamientos, nos hubiésemos acercado sólo una milésima.
Enrique Chicote Serna
Arganda del Rey (Madrid)
¿Irreconciliables?
El mayor interés que tiene Bush en un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos es que se firme antes del fin de su mandato para adjudicarse el mérito, coronar con un gran éxito su carrera política y de paso ganarse el Nobel de la Paz y borrar el inmenso error de Irak. Pero las fechas no se pueden forzar en una negociación entre dos pueblos que llevan 60 años en conflicto, con grupos y partidos en ambos bandos que rechazan esas negociaciones y provocan reacciones violentas. Ni el terrorismo renunciará a sus métodos ni se cederán tierras, al menos durante mcucho tiempo. En las fotografías para la prensa, en las que Bush sujeta las manos de Olmert y Abbas para que no se le escapen, no se les ve a éstos convencidos; ponen cara de circunstancias y sonrisas forzadas, conocedores de las grandes dificultades en esta otra intentona de conseguir la paz entre dos pueblos irreconciliables.
Antonio Nadal Pería
Zaragoza
Banderas
Hay quien se enzarza en estériles batallas por colocar unas u otras banderas, provocando una caterva de sentencias y valoraciones de escaso fundamento y menor eficacia, derrochando esfuerzos dignos de mejor encomio. A fin de cuentas son sólo telas de colores y podemos llegar a sentir repulsión a alguno de éstos por el mero hecho de estar en el pendón antagónico, sufriendo una urticaria cada vez que un nacionalista periférico ve un cartel circense, con los tradicionales rojo y amarillo, o una gastritis aguda en el caso del constitucionalista (¡vaya eufemismo para no llamarse nacionalista español!) que elija en una taberna un pintxo a base de huevo, pimiento verde y remolacha cual bicrucífera ikurriña.
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Siempre se ha dicho que los colores están para los gustos, no para los disgustos. Y para aquéllos que están dispuestos a morir (y matar) por ella, les recomiendo que la guarden en lo más hondo de su ser.
Juan Torrens Alzu
Pamplona
Cadáveres reales
A propósito de la exposición Bodies. El cuerpo humano como nunca lo has visto, que muestra restos plastificados de cadáveres reales: ¿por qué nos esforzamos tanto en ver morbo donde no lo hay? ¿Por qué no podemos ver el mundo con curiosidad, con inocencia cono los niños? Si hace unos siglos los científicos no se hubieran atrevido a dejar coartantes ideas para investigar y ver cómo éramos por dentro, como funciona el cuerpo humano, ahora mismo no podríamos aspirar a vivir hasta los 85 años.
Miren Edurne Goiri López
Madrid
Impuestos injustos
Anda la clase política estos días, y en especial el PP, ofertando rebajas importantes de impuestos directos a la ciudadanía si ganan las elecciones. Es a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando aparecen los Estados sociales y democráticos de Derecho, garantizando la libertad individual de sus miembros y siendo su principal aportación al bienestar de sus ciudadanos la redistribución de la riqueza en forma de servicios públicos, obtenida por una tributación directa y progresiva y, por tanto, justa en su sistema fiscal, siendo los países nórdicos el referente de desarrollo y cohesión social en sanidad, educación, infraestructuras, etc. No es entendible que reduzcamos los ingresos del Estado, a no ser que se quiera recortar y desprestigiar lo público en beneficio de lo privado, o recurrir a los injustos impuestos indirectos, que gravan lo mismo al rico que al pobre.
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Miguel Romero Cejudo
Sevilla
Sobre el fascismo
Apelo al derecho de réplica contra las falsedades e insultos personales con que me agrede el periodista Roig. Cualquier ciudadano tiene derecho a opinar sobre el carácter más o menos fascista de los políticos, si no se niega de entrada –táctica que ya denuncio en mi carta– que exista el fascismo, “como no hay marcianos (que se sepa)”, según, un alambicado disimulo, parece insinuar Roig.
Sin duda, es lícito discrepar educadamente sobre el grado de fascismo de cada cual. Y yo no tengo en mi casa el “fascistómetro a pilas” que ha inventado Roig, y que quiere atribuirme, en clara proyección freudiana que termina siendo en realidad auto-ridiculizante; pero sí, siendo doctor de la Universidad de París (en eso acertó sin querer Roig), tengo en mi casa certificados de tres licenciaturas en distintos países europeos en Ciencias Políticas y Sociología y docenas de libros publicados por mí mientras he sido profesor en nueve universidades, mientras que del señor Roig sólo conozco el ejercer como periodista insultante y ridiculizador, con el curioso y ya sarcástico título de encargado de Participación. Y, con mucho lo más importante, es que yo reconozco democráticamente que “la verdad no habita en una sola casa”, y disiento sin insultar, al revés de quienes creer tener toda la verdad ellos solos, e intentan hacer callar de malas maneras a los demás, como hace casi cada día –ahí están los textos– Roig, contra quienes cándidamente han ido buscando acogida o, al menos, un respeto, a las páginas de Público.
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Antonio Caballero
Nota de la redacción: el periodista Roig al que se alude es Rafael Reig, autor de la sección Carta con respuesta.
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