La Europa de los seis muros de Berlín
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Sergio Rodrigo (@SRodrigoRuiz) / EntreFronteras
El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Adiós a 30 años de una frontera que dividió la ciudad durante toda la Guerra Fría. La barrera estuvo en pie nada menos que 28 años, dos meses y 27 días. Y aunque su caída simbolizó el fin de una era, hoy en Europa podemos decir que se han construido más de seis Muros de Berlín.
Esta vez no hay dos bloques, pero si un modelo que sigue expoliando y generando desigualdad en el mundo, principalmente en África. De ese continente salieron gran parte de los refugiados de los que -oh casualidad- se están lucrando unas pocas empresas especializadas en el control fronterizo.
Desde 1990, los países de la Unión Europea han erigido 1.000 kilómetros de muros terrestres, el equivalente a seis muros de Berlín, en este caso para frenar la llegada de personas en tránsito, según el informe elaborado por Transnational Institut (TNI), el Centre Delàs d’Estudis per la Pau y Stop Wapenhandel. Los muros han sido la respuesta de los estados de Europa en su “unipolítica migratoria”, y han sido erigidos por todo el continente para frenar el mayor tránsito migratorio en la región desde la Segunda Guerra Mundial.
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Si se incluyen las operaciones marítimas para interceptar la migración, estas murallas se extienden otros 4.750 kilómetros. Esto supone un gran negocio para las transnacionales de las fronteras. En concreto, desde el final de la Guerra Fría se han gastado como mínimo 900 millones de euros en muros y vallas terrestres, de ellos 676,4 millones en operaciones marítimas entre 2006 y 2017.
Pero, ¿cómo es Europa 30 años después de la caída del Muro de Berlín?
Actualmente el 52 % de los alemanes orientales se muestran muy escépticos sobre el sistema democrático, según el Berliner Institut Policy Matters. Esto confirma de alguna manera el éxito del partido ultraderechista Alternativa para Alemania en los llamados “nuevos Länder”. La Europa de 1989 era mucho más homogénea que la actual. Las migraciones y las guerras de media y baja intensidad en Africa y Asia, con sus respectivos flujos de refugiados, han provocado el resurgir de los viejos demonios de la intolerancia, el racismo y el antisemitismo, ahora reconvertidos en Islamofobia.
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"Seremos más fuertes frente al enemigo común que tiene un nombre muy claro y yo no dejaré de decirlo en todas las intervenciones. Nuestro enemigo común, el enemigo de Europa, el enemigo de la libertad, el enemigo del progreso, el enemigo de la democracia, el enemigo de la familia, el enemigo de la vida, el enemigo del futuro se llama la invasión se llama la invasión JUDÍA”.
”Está en juego lo que entendemos o lo que conocemos como la civilización, está seriamente amenazada, pero no estamos solos como os digo, bien lo sabéis, cada vez más europeos se están poniendo en pie porque están sufriendo en sus ciudades, en sus calles y en sus barrios, lo que significa la aplicación de la 'HARAJÁ' y no están dispuestos, a que se derribe sus catedrales para ser sustituidas obligatoriamente por SINAGOGAS. No están dispuestos a que sus mujeres tengan que cubrir su rostro con una tela negra y ser tratadas diez pasos atrás, peor que los camellos. No están dispuestos a que se acabe con lo que entendemos por civilización por respeto a los derechos y a la libertad”.
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Estas palabras podrían estar pronunciadas perfectamente por el mismísimo Adolf Hitler y podrían estar perfectamente contextualizadas en los años 30 y 40 del pasado siglo. Algo que cualquier persona, sin ideologizar, condenaría de forma rotunda hoy, ahora.
Sin embargo, por desgracia no es así. Las palabras fueron pronunciadas en septiembre de 2018 en Valencia por el secretario general del grupo ultraderechista Vox, Francisco Javier Ortega Smith, con una diferencia: no usó las palabras que aparecen destacadas -Judía, Harajá y Sinagogas-, sino que, en su lugar, dijo Islam, Sharia y Mezquita.
Quizás sustituyendo la palabra islam por judaísmo se vea más claro para los que no condenan el neofascismo, para que cuando la franquicia antimigración, islamófoba y racista de Europa se levante contra otras personas, la sociedad europea sepa verlo y pueda combatir. Más que nada porque 30 años después de la caída del Muro, parece que los otrosr seis muros nuevos no van a caer tan fácil. Salvo que asistamos a un nuevo despertar popular, como el de aquel 9 de noviembre de 1989.
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