Ya es Navidad en ‘Airbnb’
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Javier Roma (@helvetiafocca)
- Emigró desde Honduras a Nueva York y se va a pasar la Navidad cuidando de turistas en un piso para turistas
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–Welcome!–, exclama María entusiasmada al abrir las puertas de su casa a las dos chicas argentinas que acaban de llegar a la ciudad.
–Hablamos español–, contesta abruptamente una de las chicas–. Tenemos hambre, ¿algún sitio para comer por aquí cerca? Y, antes que nada, ¿la clave del wifi?
Rápida y obediente, María les indica que la contraseña está escrita en la nota que hay en la mesa de la habitación. Les explica también que disponen de calefacción, varios juegos de toallas y la mejor TV de la casa. Ella no suele comer mucho por el barrio, en todo caso llama para que se lo traigan a domicilio, pero aconseja a las chicas que se den un paseo por la zona.
–Seguro que encontraréis algo, el Bronx está lleno de sitios.
Los servicios que ofrece el barrio son, además, mucho más baratos que los de Manhattan. La ciudad de Nueva York siempre ha sido cara, al menos así lo recuerda María desde el primer día en que la pisó, hace 37 años. Desde entonces no ha vuelto mucho a Honduras, su tierra natal. Los primeros años porque tenía que ahorrar para los estudios de su hija; los siguientes, porque tuvo otro hijo. La verdad es que, independientemente de los gastos, el viaje requiere de un tiempo que es bastante incompatible con sus propios horarios y los de Lorenzo, su marido. Solo un par de veces consiguieron cuadrar agendas la familia al completo para sobrevolar el Caribe.
Eso sí, algunos años, cuando su padre aún vivía, y sobre todo cuando se puso muy enfermo, ella viajó sola a El Progreso, la ciudad donde nació y donde vivieron siempre sus padres, para pasar unos días de verano o de Navidad. Este año no será posible. De hecho, ni siquiera podrán coincidir los cuatro para la cena de Nochebuena, aunque esa noche en concreto a María no le importa demasiado. Le da igual que sea el día de Navidad o cualquier otro, pero definitivamente le gustaría ver más a menudo a sus dos hijos.
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Su hija vive también en Nueva York, en el distrito de Queens, con su pareja. El hijo le dijo hace unos años que quería cambiar de aires, dejar el trabajo en la tienda de ropa, viajar un poco por la costa oeste, salir de la ciudad. Se mudó a Los Ángeles.
María regenta un piso, su propio piso, que un día puso en alquiler en Airbnb para sacar un dinero extra. Como vio que le sacaba más o menos fácilmente una buena tajada, dejó su empleo como limpiadora de piso.
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–Con la experiencia que tengo limpiando y arreglando los desastres que me encuentro en las habitaciones de los hoteles lujosos, en mi casa podré hacerlo incluso mejor, y todo a mi medida. Seré mi propia jefa–, se dijo.
Empezó con los trámites para conseguir la licencia el pasado abril y al mes siguiente ya lo tenía todo listo. Una conocida del barrio ya lo había hecho en unas condiciones similares y ella siguió sus consejos: solo tenía que separar el salón en dos piezas poniendo una cortina en medio. Ella duerme allí con su marido las noches que tengan reservas; y los huéspedes se quedan en su habitación, la única del piso.
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La primavera y el verano fueron geniales, pero la estacionalidad le pilló por sorpresa por primera vez hace poco. En octubre las reservas cayeron en picado y ni siquiera bajando el precio consiguió aumentarlas. Además de que durante esta época del año la ciudad recibe menos visitantes, había tenido un par de comentarios negativos en la web. Nada demasiado alarmante, pero María se lo tomó como un insulto a su profesionalidad y a su propio negocio.
En cualquier caso, en las vacaciones navideñas que se avecinan, María se quedará cuidando del piso y de quien venga. Al menos en los días alrededor de Nochevieja ya ha conseguido llenarlo todo. Incluso ha subido levemente los precios para recuperar algo de las pérdidas de las últimas semanas. Si tienen suerte, los dos chicos alemanes que tienen reserva para Nochevieja pasarán el día y la noche prácticamente fuera, y María podrá pasar la velada tranquilamente con Lorenzo.
A pocos días de Nochebuena, ya no cuenta con reservas para ese día, lo asume y de hecho lo celebra, porque podrá cenar sin más preocupaciones con su marido y su hija y su novia.
–Luego ellas se irán por ahí de fiesta y nosotros nos quedamos completamente solos por fin–, le dice María a Lorenzo.
–Pero es una lástima que el niño se vaya a quedar allí en Los Ángeles. Solo y encima trabajando –responde él.
–Trabajando sí, pero solo seguro que no estará. Este ha salido a ti. Ya se habrá buscado alguien con quien pasar los ratos libres entre jornal y jornal.
Javier Roma oscila entre la traducción y el periodismo, y cruza puentes entre lo académico y la divulgación. A ratos, escribe estos relatos ficcionados sobre personas reales.
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