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Lo que me hubiera gustado preguntar a Yolanda Díaz, Ada Colau, Fátima Hamed, Mónica García y Mónica Oltra

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Yolanda Díaz

Víctor Pool | Poder Migrante

  • ¿Qué “otras políticas” van a llevar a cabo para erradicar los discursos y delitos de odio, para desmantelar el racismo estructural y para apostar con valentía por el antirracismo?

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Aquel sábado 13 de noviembre decidí asistir al encuentro titulado “Otras políticas” a pesar de que me toma como un par de horas ir y volver a la capital valenciana. A decir verdad era la primera vez que asistía a un evento político, pero tenía curiosidad por saber exactamente de qué “otras políticas” hablarían.

Llegué a València lo más temprano que pude y me encontré con la marcha, según algunos medios organizada por la patronal de transportistas, bloqueando el tráfico y al taxi que me llevaba, así que tuve que ir a pie el último tramo. Al llegar al teatro había una larguísima cola para entrar y, entre suspiros, fui hasta el final a aguardar mi turno. Mientras esperaba, noté mucha expectación y buen rollo en el ambiente entre personas mayores y jóvenes que se conocían en la cola intercambiando opiniones y esperanzas.

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En la calle había colectivos haciendo sus reivindicaciones: funcionarios interinos con una pancarta frente del teatro reivindicando una plaza fija, algún colectivo TERF repartiendo trípticos contra “leyes trans” y el ruido de fondo de la marcha de la patronal.

Después de un rato nos llegó una mala noticia: un grupo de la organización salió a anunciar que ya no quedaban asientos disponibles en el teatro y que como gesto de agradecimiento las invitadas al encuentro saldrían un momento a saludar.

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Instantes después salían por un lado del teatro cogidas de los brazos entre el estruendoso aplauso de quienes estaban allí, al grito de “¡Presidenta! ¡Presidenta! ¡Grandes!” y elogios similares. Me dispuse a grabar con mi móvil entre la multitud mientras ellas se detenían a saludar al enjambre de cámaras, medios y personas en su camino hacia la entrada principal del teatro.

Ya frente a la entrada, ocurrió lo que contaron los medios: la marcha de la patronal se acercó a escasos centímetros y empezaron los insultos y lanzadas de huevos. La multitud empezó a avanzar para refugiarse en el teatro, intentando proteger a Díaz, Colau, Hamed, García y Oltra de la agresividad. De pronto me ví empujado hacia el vestíbulo y, ya dentro del teatro, busqué un lugar seguro. Francamente no comprendo por qué se permitió esa terrible brecha de seguridad.

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Fuera de esos momentos de tensión, dentro del teatro se vivía un ambiente totalmente diferente: mucha alegría, festividad, celebración e ilusión. Los comentarios que más escuchaba eran del tipo “¡esto es increíble!”, “¡ojalá que esto realmente cuaje!”. El ambiente que ví, más que de encuentro, lo describiría como de reencuentro... como de personas que se estiman y hubieran estado separadas y que ahora estaban de nuevo fundiéndose en un abrazo.

Sobre lo que allí se dijo, no quiero repetir aquí lo que otros medios ya han contado aunque, a decir verdad, lo que honestamente recomiendo es ver el vídeo completo de las intervenciones, porque la prensa solo ha publicado una selección de frases destacadas.

No obstante, lo que sí quiero compartir son algunas notas que llevaba conmigo por si había turno de palabras y preguntas. Finalmente no lo hubo. Sin embargo, esto es lo que me hubiera gustado preguntar a Yolanda Díaz, Ada Colau, Fátima Hamed, Mónica García y Mónica Oltra de haber tenido la oportunidad de hacerlo. No sé si alguna de ellas leerá estas líneas. ¿Alguna responderá las preguntas? Tampoco lo sé, pero al menos las dejo aquí para la reflexión colectiva:

Desde hace años, mucho antes de la irrupción de la ultraderecha y de que Trump fuera presidente, muchos colectivos antirracistas venimos trabajando por los derechos de las personas migrantes y luchando contra el racismo estructural, los discursos de odio y las políticas que nos criminalizan. Lo venimos advirtiendo. Sin embargo demasiadas veces nos sentimos como hablar al aire, a la nada, pelear contra un muro.

Es frustrante. Personalmente he escuchado a ‘expertos’ decir que el odio es algo marginal en España, que en este país no hay racismo y que solo se trata de cuatro fachas. He escuchado decir barbaridades como que este país estaba ‘vacunado’ contra el racismo, el odio y la ultraderecha.

Hoy los discursos de odio se han normalizado en España y la ultraderecha es la tercera fuerza política en el país. No se trata de cuatro fachas en redes sociales, sino de mensajes que se oyen en cualquier lugar y en cualquier mesa.

Hoy los delitos de odio se han disparado, y las víctimas han sido en primer lugar y en gran medida por racismo, xenofobia y especialmente islamofobia.

Más allá de los mensajes y discursos, los delitos de odio también se han disparado. Todos los registros oficiales coinciden sin ninguna duda: las víctimas han sido en primer lugar y en gran medida por racismo, xenofobia y especialmente islamofobia. Sin ir más lejos, según el Ministerio de Interior, en la Comunidad Valenciana los delitos de odio se han disparado un 66% en los últimos años, aunque en todo el país ocurre lo mismo. Y eso que solo se denuncia el 10% de delitos. Sin embargo, estos datos se suelen obviar en los medios y discursos políticos.

La propia justicia sigue protegiendo la impunidad del odio archivando las denuncias porque ‘no ve’ delito por ningún lado sino una legítima "libertad de expresión". Lo hemos visto en Cataluña, donde se equiparó a la comunidad musulmana con terrorismo y lo hemos visto en Madrid donde se atacó vilmente a los jóvenes y menores migrantes. Es, simplemente, vomitivo.

Lo seguimos viendo prácticamente cada semana en el Congreso, donde se permite ese discurso de odio lleno de mentiras, bulos e insultos sin que el resto de partidos responda con datos, ni condene, ni tome medidas, permitiendo con su silencio que la derecha y la ultraderecha monopolice el tema de la inmigración y haga del odio y del racismo su mayor fortaleza.

Y verán: por si el odio no fuera suficiente, al mismo tiempo las muertes en el Mediterráneo están alcanzando cifras récord: este año, con más de 1.000 muertes, ya puede marcarse como el más letal desde 2014. Eso es lo que dicen las cifras más conservadoras. Prácticamente no hay semana que no sepamos de un nuevo naufragio.

Para quienes logran sobrevivir la mortal travesía, les espera hacinamiento, insalubridad e incertidumbre en instalaciones que se suponen han de ser de “acogida”, mientras la coalición de gobierno anuncia un pacto para que las devoluciones en caliente se retiren de la ley mordaza y se pasen a la ley de extranjería... ¿para eliminarlas? Me temo que es todo lo contrario.

¿Sabían que las empresas del control migratorio se han embolsado unos 130 millones de euros públicos en solo seis años con el entramado negocio de las fronteras y las deportaciones? Debería ser un absoluto escándalo, teniendo en cuenta que 80% de las deportaciones no son consecuencia de un delito, sino por una falta administrativa: la estancia en situación irregular, a pesar de que seguimos reivindicando el cambio en la Ley de Extranjería que permita que las personas migrantes sin papeles puedan regularizar su situación.

No hacerlo es permitir -por acción u omisión- que día sí y día también siga habiendo explotación laboral en condiciones de verdadera esclavitud y precariedad a personas migrantes, sea en el campo o en los cuidados. Es verdad que se están intensificando las inspecciones laborales, pero no se da solución a las víctimas de tales explotaciones, que terminan deportadas con lo que llevan puesto, con la consiguiente separación y hundimiento de sus familias.

¿Sabían que las personas migrantes sin papeles no pueden ir a poner una denuncia a comisaría porque pueden terminar con un expediente de expulsión bajo el brazo?

¿Sabían que las personas migrantes sin papeles no pueden ir a poner una denuncia a comisaría porque terminan sin ponerla y con un expediente de expulsión bajo el brazo? ¿Sabían que las personas migrantes denuncian que la propia policía les llama y les promete ayuda, pero cuando acuden les detienen para deportarles?¿y qué decir de las redadas racistas que son el pan de cada día en nuestros barrios que viven en constante intimidación?

En resumen. Vivimos atrapadas entre los muros del odio, la xenofobia y el racismo más explícito, pero también de las políticas antiinmigrantes que, en definitiva, terminan reproduciendo el racismo institucional y estructural.

Por tanto las preguntas que me hubiera gustado hacer son simples: ¿Qué “otras políticas” estarán haciendo para erradicar los discursos y delitos de odio y desmantelar el racismo estructural? ¿Qué “otras políticas” estarán haciendo para romper con el paternalismo y apostar con valentía por el antirracismo? ¿Qué “otras políticas” estarán haciendo más allá de los repetitivos discursos buenistas para consolidar los derechos sociales, políticos o civiles?

Es tiempo de dar pasos decisivos hacia un camino diferente. Lo contrario sería mero continuismo.

Víctor Pool es trabajador social, especialista en migraciones y codesarrollo. Forma parte de la red Poder Migrante

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