Ley de IA y migraciones: lo que no se discutió
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A principios del mes de marzo se aprobó el marco regulatorio de la IA en Bruselas, la llamada Ley de Inteligencia Artificial (IA). Esta ley es un reglamento europeo.
Es la primera ley vinculante sobre IA del mundo, en un momento en el que la IA es una gran desconocida, apenas se encuentra en una fase incipiente y los efectos de su uso están todavía por ver. Esta ley clasifica los sistemas que usan la IA en cuatro grupos de riesgo. Se consideran de riesgo inaceptable los sistemas que presentan un riesgo para el ser humano y la sociedad, y aquí se incluyen, entre otros, los que establecen criterios de selección basados en una clasificación social. Este grupo de riesgo es el más regulado. Luego están los sistemas que se clasifican como de alto riesgo, parcialmente regulados, los de riesgos limitados, que están obligados a informar a los usuarios finales de que están siendo usados, y finalmente los considerados de riesgo mínimo que no tienen regulación.
En el tema migratorio, el debate de los últimos meses se ha centrado en determinar si los recursos de IA que se están usando en temas relativos a la migración debían de ser regulados o no. Concretamente todo se ha centrado en conseguir prohibir, para el control migratorio, el uso de sistemas que incluyen herramientas como la identificación de las emociones para valorar la credibilidad de una persona o la categorización biométrica y los sistemas de identificación biométrica remota, por poner algunos ejemplos. Y se han prohibido parte ellos, a través de las medidas de protección que se incluyeron al final del proceso legislativo gracias a la propuesta de la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo.
Sin embargo, no se consiguió que el uso de la IA se prohibiera para la gestión migratoria, tampoco se consiguió que se incluyeran todos los sistemas que usan IA en control migratorio dentro del grupo de riesgo inaceptable y además el reglamento prevé excepciones en el uso de algunos de estos sistemas por parte de las fuerzas de seguridad. Y es esa la rendija por donde se pueden colar los usos indebidos de las IA promovidos por una Industria Tecnológica del control migratorio ávida e inhumana.
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Como decía este ha sido, a grandes rasgos, el debate mayoritario. Y ha eclipsado por completo el debate real que tendría que haber tenido lugar, el de qué modelo de gestión migratoria queremos y cómo la IA podría haber participado en él. Todo el debate se ha desarrollado en el marco narrativo impuesto por la Industria del control migratorio, aceptando de este modo que el único modo de gestión migratoria posible es el de la securitización, la violencia y la externalización. En lugar de abordar seriamente la aplastante realidad de que el modelo actual no funciona, y no lo hace desde la esencia misma del modelo, se ha aceptado lo que hay como algo irremisible y se ha alimentado el debate sobre si, en la inevitable huida hacia delante a lomos de la IA, preferíamos susto o muerte.
Y les voy a hacer spoiler: tendremos ambos, susto y muerte, y el modelo seguirá sin funcionar. Porque ahora mismo lo que tenemos es un caos, un desorden infinito, cubierto por capas de demagogia barata y charlatanería militar de serie B. Nunca antes hubo tantos recursos militares, físicos y humanos al servicio del control migratorio, y nunca la sensación de inseguridad fue mayor. Si el sistema funcionara la gente no moriría en el trayecto. Los que venden las concertinas y los drones saben que el sistema no funciona y los que lo vigilan, los guardias civiles a pie de frontera, también.
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¿De que teníamos que haber hablado entonces? Deberíamos haber analizado sistemas de gestión migratoria alternativos que ahora mismo parecen improbables porque no tenemos quizás las capacidades tecnológicas para desarrollarlos. Sistemas donde las personas que desean moverse puedan solicitar sus papeles, acceder a puestos de trabajo disponibles, a estudios, a vivienda, en tiempo real, online, desde cualquier lugar, sin jugarse la vida. Utopías digitales de verdad, como explica magistralmente Ekaitz Cancela en su libro, Utopías digitales: Imaginar el fin del capitalismo, de obligada lectura si les interesa este tema. Mientras los debates sigan teniendo lugar en los términos que marcan las grandes tecnológicas cuya única lógica es el beneficio material, seguiremos alimentando bestias innecesarias de proporciones inestimables.
Hay que cambiar los marcos, hay que dedicar tiempo y lucidez a pensar en que queremos ser, para poder generar escenarios utópicos que nos arrastren fuera de estos espacios de fracaso en los que nos encontramos. No podemos aceptar que aceptamos lo que hay. No hay necesidad. Se pueden cambiar las cosas, se pueden crear otros espacios. Solo tenemos que recordar que, parafraseando a Cancela: “lo más importante es que estas utopías también pueden encontrarse en las actividades diarias de las personas, en sus hábitos y en cada una de las esferas de la vida. Y seguirán haciéndolo porque el ejercicio de pensar en algo nuevo, mejor y más plausible, es la materia prima de nuestros sueños”. Amén.
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