La humanidad vencerá a la barbarie
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Nuestro director de periodismo de investigación acaba de volver de Lampedusa. Fue a grabar un documental. Una de las partes de su trabajo implicaba subirse en un avión de Sea-Watch que patrulla las aguas que separan esa isla de Italia y la costa de Libia, para reportar naufragios y documentar violaciones de derechos humanos que puedan cometer las patrullas libias, italianas o incluso las de Frontex. Durante la travesía presenciaron varios naufragios y vieron cómo los guardacostas de Libia disparaban a un barco lleno de personas. Ese mismo día me llamó para contármelo y se me hizo un nudo, otro más.
En el año 2015 entraron casi 150.000 personas por la que el Consejo de Europa denomina la 'ruta central' a la que pertenece ese trayecto. El principal punto de salida es Libia, un país sumido en un caos político y militar. Desde entonces la Unión Europea ha gastado infinidad de recursos para intentar frenar los flujos que vienen por esa ruta. Miles de millones de euros se han dedicado a dotar, no solo de dinero en formato de ayuda al desarrollo, sino también hacer llegar materiales de seguridad y entrenamiento a las milicias y grupos paramilitares que controlan Libia. Sin embargo, el año pasado esa ruta registró 158.000 entradas, tres veces más que la ruta occidental, que es la nuestra.
Hasta el domingo estaba en Atenas formando parte del iMEdD, un congreso de periodismo internacional. En este marco tuve una conversación tremenda con una periodista que trabajó durante años como abogada, ofreciendo consejo legal a refugiados y migrantes llegados a las costas italianas por la ruta occidental. “Todos pasan por Libia. Tardan varios años en cruzar el país. Mucho de ese tiempo lo pasan encerrados en las prisiones, que son campos de concentración. En esas prisiones son sometidos a todo tipo de maltratos y vejaciones, incluyendo esclavitud a través de trabajos forzados y agresiones sexuales”. Los que consiguen sobrevivir y escapar de las prisiones acabarán subiéndose a un barco para cruzar los casi 300 km de mar que hay entre Libia y Lampedusa. Si tienen suerte, un avión de Sea-Watch los verá y protegerá para evitar que las milicias libias disfrazadas de guardacostas acaben con sus vidas a balazos.
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En definitiva, todo este horror, pagado con dinero europeo, no evita en ningún caso que la gente siga cruzando por esa ruta. La situación de Libia es caótica y todos esos recursos, que cada año tienen que crecer para mantener a la bestia tranquila, acaban en manos de grupos paramilitares, sin que nadie en la Unión Europea sea capaz de controlarlo. Igual pasa con la ruta occidental, donde el gobierno de España está gastando muchísimos millones y recursos, también cada año más cuantiosos, engordando una situación caótica que está llevando a miles de personas a abandonar sus países y a arriesgar su vida en el mar.
Nada de esto tendría lugar si no hubiera una serie de personas y empresas enriqueciéndose con esta forma de tratar las migraciones. La gran mayoría son empresas del sector de la defensa que han diversificado sus negocios, encontrando aquí una gallina de los huevos de oro. Cada vez nuestros gobiernos compran más armamento, más vehículos, más tecnología y en paralelo cada vez muere más gente en los trayectos. Y sobre todo cada vez el descontrol es mayor, provocando un aumento del caos en los países de origen, que da lugar a situaciones de tensión, con el consiguiente incremento de personas que abandonan el país, y como resultado se procederá a un aumento de la inversión en militarización. Y así, hasta el infinito.
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Estando aquí en el iMEdD me he encontrado con muchísimos periodistas cansados y desanimados. El odio, la represión, la falta de libertad promovida por gobiernos de ultraderecha es creciente en Europa y está haciendo estragos en la profesión. Pero además la deriva de deshumanización de las sociedades que han naturalizado la muerte de seres humanos en procesos migratorios, la corrupción o el genocidio, se está convirtiendo en una barrera complicada de atravesar. Sin embargo, en todo este panorama hay mucha luz. Mucha gente luchando, cansada pero decidida. Muchas personas trabajando juntas, cada vez más unión entre periodistas que cubren cosas similares. Y como comentamos con la periodista eslovaca Beata Balogová, con la que he tenido la suerte de encontrarme aquí de nuevo, a base de repetir y repetir hemos conseguido cambiar cosas, cambiar narrativas, cambiar gobiernos e inspirar a otras para que hagan lo mismo. Estoy convencida de que no podrán con nosotras y la humanidad vencerá a la barbarie. Amén.
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