Opinión · Con negritas
Un espectáculo muy poco edificante
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Ocurra lo que ocurra a partir de ahora con Colonial, los acontecimientos que se han sucedido desde que la inmobiliaria entró en crisis no parece que vayan a pasar a la historia como ejemplo de transparencia y de respeto al mercado. Ni el alejamiento voluntario de General Electric, que desistió de hacer una oferta tras expresar su interés inicial por la empresa, ni los pormenores de la negociación con el fondo soberano de Dubai han sido suficientemente explicados a la opinión pública y a las autoridades reguladoras. Y, con independencia del desenlace de la operación, ésa es una cuenta que tienen pendiente los dos grandes accionistas de Colonial, que han pilotado todo el proceso de venta.
En ese proceso, como no podía ser de otra forma, han desempeñado un papel determinante los bancos que financiaron su presencia en el capital y que tienen pignorados los títulos de LUIS PORTILLO y de la familia NOZALEDA en prenda por los voluminosos créditos que a tal fin les concedieron. Lo mismo cabe presumir de los acreedores directos de Colonial (Royal Bank of Scotland, Eurohypo, Calyon y Golmad Sachs, entre otras entidades), que están pendientes de la refinanciación de los 8.600 millones que se les deben y de los cuales hay que pagar este año nada menos que 550 si se suman capital e intereses.
Esa deuda es, precisamente, el gran escollo con que han tropezado en todo momento las negociaciones, habida cuenta además de las enormes dificultades que afronta Colonial para generar recursos desde que la recesión de la demanda en el sector se manifestó con toda su crudeza. El año pasado, aunque en conjunto obtuvo beneficios superiores a los 800 millones de euros, el cuatro trimestre lo cerró con pérdidas y nada permite pensar que en lo que llevamos de 2008 las cosas hayan ido mejor, pues la compraventa de viviendas, que ha sido uno de los pilares de su actividad, no despierta.
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En tales circunstancias, nada tiene de particular que General Electric (cuyo representante en España era entonces MARIO ARMERO, un avezado hombre de negocios al que no es fácil darle gato por liebre) y los analistas del fondo soberano de Dubai fruncieran el ceño tras examinar en detalle las cuentas de Colonial. Unas cuentas que no deben de ser muy prometedoras a tenor de las reticencias que unos y otros pusieron.
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