Opinión · Con negritas
El irrefrenable apetito de Cascos por Cajastur
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Por si el terreno que pisan las cajas de ahorros no fuera ya suficientemente pantanoso, en algunos casos los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo han venido a enfangarlo todavía más. Fiel a su costumbre, quien ha hecho acto de presencia en el escenario con mayor estrépito es el candidato a la presidencia de Asturias FRANCISCO ÁLVAREZ CASCOS. Sin el menor complejo, Cascos ha cuestionado abiertamente los planes de Cajastur para capitanear un nuevo grupo financiero y ha instado a sus responsables a convertirla cuanto antes en fundación.
Esa fórmula está prevista por la legislación vigente, pero sólo será obligatoria para las cajas que pierdan la mayoría de control sobre sus bancos. Entre ellas, en principio, no se encuentra Cajastur, pese al lastre que sin duda le supuso quedarse hace año y medio nada menos que con la quebrada Caja Castilla La Mancha. Es verdad que Effibank, fruto de su alianza con Extremadura y Cantabria, necesita buscar capital en el mercado para cumplir los requisitos de solvencia establecidos por el Banco de España. Ahora bien, salvo sorpresas de última hora, el peso de los nuevos inversores no tendría por qué superar ampliamente el 20% .
En esa alianza, de la que se descolgó no hace mucho la alicantina CAM, una de las más expuestas al riesgo inmobiliario, siempre ha llevado la voz cantante Cajastur. Su presidente, MANUEL MENÉNDEZ, goza además de la plena confianza de MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, que le ha concedido un amplio margen de maniobra en la gestión del proyecto. Sin embargo, ni una cosa ni otra parecen satisfacer a Cascos, cuyo deseo de copar todo el poder posible en Asturias es público y notorio desde que ganó las autonómicas.
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Él sabe que, si Cajastur mantiene sus planes, saldrá de la jurisdicción del Principado y con ella toda posibilidad de influir en el destino de los 16.000 millones de euros en activos que gestiona. Lo mismo que ocurre en cualquier operación en la que estén involucradas entidades pertenecientes a más de una comunidad, con la única salvedad de que pasen a ser fundaciones. De ahí la vehemencia con la que Cascos ha exigido un cambio inmediato del estatuto jurídico por el que se ha regido históricamente Cajastur.
Aunque haya intentado camuflarlo con argumentos demagógicos y las habituales apelaciones al patriotismo regional, su único propósito es que no se le escape bajo ningún concepto un plato tan suculento. Sobre todo en estos tiempos en que toca pasar hambre de presupuesto.
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