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Opinión · Con negritas

Sarkozy y el síndrome Pechiney

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Corría el año 2003 cuando el gigante canadiense Alcan, segundo fabricante mundial de aluminio, borró del mapa una de las mayores empresas de Francia: Pechiney, entonces cuarta en el ranking. Lo hizo mediante una opa hostil inesperada y demoledora, que cogió con el paso cambiado no sólo a los gestores de la compañía, sino también a los responsables económicos del Gobierno.

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Hay quien todavía no se ha recuperado de aquel zarpazo, y uno de ellos es NICOLAS SARKOZY. La semana pasada, el presidente de la República demostró públicamente hasta qué punto sigue supurando esa herida. “Yo todavía no he digerido la desaparición de Pechiney”, dijo para justificar su decisión de proteger de una eventual “amenaza” extranjera a Société Générale, hoy más vulnerable que nunca como consecuencia del multimillonario fraude del broker JÉRÔME KERVIEL.

Sarkozy explicó sin ambages la razón de su resentimiento: “Sin que el ministro de Finanzas del momento levantara un dedito, Pechiney se convirtió en Alcan. Y Alcan ya no existe”. Lo que significa, simple y llanamente, que él, en esa coyuntura, hubiera hecho mangas y capirotes de la libertad de mercado con la que los de su misma cuerda ideológica se suelen llenar la boca.

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Para Iberdrola las declaraciones de Sarkozy son una mala noticia. Su presidente, IGNACIO SÁNCHEZ GALÁN, presentó recientemente ante la Comisión Europea una queja contra el Estado francés por restringir la competencia con las prerrogativas que tiene en EdF, de la que controla un 85%. Esta compañía, por ejemplo, puede opar a otras, pero no ser opada, situación que, al menos sobre el papel, no encaja con las reglas del mercado único.

La queja de Iberdrola es meramente instrumental y forma parte de la batería de medidas con las que intenta disuadir a Électricité de France (EdF), que quiere tomársela al asalto con la complicidad de la ACS de FLORENTINO PÉREZ, la familia MARCH y los ALBERTOS. Ahora bien, si con ella espera ablandar a Sarkozy, sus posibilidades de éxito parecen remotas, a la vista de las reveladoras declaraciones que ha realizado a propósito de la situación de Sociéte Général.

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Por si alguien alberga alguna duda sobre la deriva proteccionista del presidente francés, baste recordar el acuerdo que el Gobierno de París está ultimando con el resto de los accionistas de referencia para impedir que inversores extranjeros indeseados copen el consorcio aeroespacial EADS, en el que ya se han colado un banco estatal ruso y el fondo soberano Dubai Internacional Capital.

Esta medida desprecia olímpicamente la revocación por las autoridades europeas de la acción de oro con la que el Estado español se arrogó durante cierto tiempo la capacidad de veto sobre las decisiones de peso que afectaran a algunas grandes empresas públicas privatizadas durante el mandato de AZNAR (Iberia, Repsol, Endesa…).

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Probablemente Sarkozy ha tirado por la calle de en medio porque confía en que, si algún día se atreven a fallar también contra su blindaje de ADS, los efectos sean ya irreversibles.

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