Opinión · Posibilidad de un nido
Telecinco, claro que sí
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Telecinco metió este domingo a una mujer llorando en varios millones de hogares de España. A una mujer sola llorando. A una mujer sola llorando sentada en una silla. Solo eso. Más de dos horas, tertulia posterior aparte. No es algo agradable de ver, sin duda. Es más, provoca un rechazo inmediato. Si me llegan a decir que eso lograría mantener la atención de millones de personas hace un par de días, me habría reído de incredulidad.
Es lo contrario a la televisión. Es lo contrario a la comunicación. Es lo contrario al espectáculo, y la tele es espectáculo. Un espectacular medio de comunicación de masas. Masas, de eso se trata.
Pongámonos en otra situación, una más verosímil. El documental en el que esa mujer sola llora sentada sin que pase nada más se retransmite en La 2 o en alguna de las numerosas plataformas online. ¿Cuánta gente lo habría visto? Pongamos que además no hay analistas ni polemistas ni tertulianas ni un Jorge Javier, el mismo Jorge Javier de Sálvame. ¿Cuánto rato habrían mantenido su atención las pongamos 200.000 personas que se asomaran a verlo?
Cunden las críticas a la "espectacularización" del dolor de Rocío Carrasco. Hay quien lo llama también "teatralización". Ninguna de las dos cosas es cierta. La mujer llamada Rocío Carrasco se sentó sola ante la cámara a mostrar al mundo su devastación. En esa escena no había ni teatro ni espectáculo. Lo que vimos en Telecinco fue el relato brutal de los malos tratos a los que la ha sometido su exmarido durante años. Solo eso, y tanto, tantísimo.
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Aparte estaba la charla en plató, el debate o las opiniones, etc. Estas eran en directo y en los estudios de la cadena. Sencillamente no tenían nada que ver con el documental que vimos. Eran el anzuelo, la forma de enganchar a una audiencia que, de otra manera, no habría podido soportar lo que pasaba paralelamente: el horror, el desamparo y la soledad absoluta de una mujer contados por ella misma.
Nada, absolutamente nada, podía atravesar, ensuciar, siquiera rozar a Rocío Carrasco. Ninguna tertulieta, ningún aspaviento, ningún testimonio. En plató se hizo un programa. Lo otro, el documental, era inalcanzable. Yo lo vi. Me senté ante el televisor y lo que oí me penetró como una garra helada, me retorcí. Del resto, ni me acuerdo. Permanecí sentada todo el rato, sí, pero ni siquiera tengo conciencia de haber oído nada, absolutamente nada, más allá de lo que dijo Carrasco.
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Me pareció un extraordinario trabajo televisivo. Genial, porque ese trabajo consiguió algo que ni manifestaciones, ni esfuerzos administrativos ni toda una historia de golpes y asesinatos ha logrado: que millones de personas escucharan con atención sobrecogida el relato de una víctima de violencia machista contado por ella misma, desnuda, sola, abierta en canal.
Cualquier, cualquier medio es bueno para lograr ese fin. Telecinco, en prime time y con Jorge Javier al frente es superior.
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