Opinión · Posibilidad de un nido
Somos grandes, estamos fuertes, nos tendrán enfrente
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Cuánto he crecido en estos últimos años, cuánto hemos crecido todas. Lo comento con las mujeres que me rodean y la sensación es compartida. Estamos serenas, somos grandes, cunde una sensación de madurez, de común maduración. Pensé en ello al leer el artículo de la directora de este periódico, Virginia P. Alonso, donde anunciaba que salía de Twitter. “Toca pensar en nosotras, toca cuidarnos”, afirmaba al principio del texto. Esas palabras encierran unos cuantos años de aprendizaje, sobre todo los últimos años.
Hace poco le dije a una colega “Soy otra”. Es verdad. Siento que hace tan solo, pongamos, cinco años no pensaba como ahora pienso, me refiero a cómo lo hago, la manera; tampoco amaba de la forma en que ahora amo, no escribía como ahora escribo, no trabajaba en lo común como ahora. No se trata de una evolución natural, de un desarrollo paulatino propio del paso de los años, sino de una explosión íntima y también compartida. Como si, por alguna razón, todo lo acumulado, lo leído, hablado, visto y vivido hubiera florecido en muchas, muchísimas, de nosotras, y esas flores polinizado a otras, y he aquí los frutos. Valdría como ejemplo de algo similar lo que en lo digital se considera una disrupción.
No es fácil asumir a los 55 que has cambiado de nuevo, que eres otra. Tampoco es difícil entender por qué. Se trata del espacio. De que hemos encontrado un espacio de relativo sosiego para tejer redes, sentarnos a pensar con otras y dialogar, dialogar mucho, vivir en un perpetuo diálogo con las otras que, además, nos ha enseñado a escuchar, porque sin hacerlo, todo lo anterior es imposible. Y a la vez, ese escuchar exige paciencia, tiempo, tiempo, tiempo.
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Es el nuevo tiempo de las mujeres, es el feminismo actual, y yo no puedo más que dejar aquí por escrito hasta qué punto me conmueve, me transforma y lo agradezco. Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino, concluye con un párrafo cuyo acierto reside en que vuelve a ser aplicable, como en tantas otras ocasiones, a este hoy entre nosotras. Esto le responde Marco Polo al Gran Kan: “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar, y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.
Eso es: “hacerlo durar y darle espacio”. Nos hemos dado espacio a nosotras mismas, nos hemos reconocido como lo que no es infierno y hemos decidido hacernos durar. Ni más ni menos. De ahí nuestro vigor y nuestra serenidad actuales. Hemos crecido mirándonos en las otras, reconociéndonos en los relatos de ellas, exponiendo los propios, creando mecanismos de identificación con los que, tomando como ejemplo el movimiento #MeToo entre otros, hemos tejido miles, millones de redes en las que encontrarnos.
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Ahora, la derecha tradicional va abriéndole las puertas a la violencia de la ultraderecha, lo que sin duda resulta dolorosísimo y preocupantemente amenazante para nosotras. Pero nos pilla fuertes como nunca, unidas y serenas. No estamos solas. Estamos juntas, y somos muchas, muchísimas. Somos más. Nos tendrán enfrente. Y además contamos con algo fundamental de lo que ellos carecen: amor e inteligencia.
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