Opinión · Posibilidad de un nido
Una cagadita en la cabeza de Esperanza Aguirre
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Un día, cuando era muy pequeño, mi hijo me preguntó por qué tenía que leer. Podría haberle contestado que “para saber más”. Es lo que siempre nos han dicho. Sin embargo, me salió otra cosa. “Para sufrir menos”, le dije. He pensado bastante en ese “sufrir menos” y en todo lo que abarca, que es muchísimo. Leyendo, una aprende a conocer sus emociones, sus sentimientos, su construcción íntima, y con ello, aprendes a manejarlos. Manejar lo que somos, cómo está armado el puzle de nuestra existencia, inevitablemente nos lleva a conocer también a nuestros semejantes (y no tan semejantes).
Recuerdo aquella conversación. “Cuando ames profundamente”, le dije, “vas a pensar que no ha existido otro amor igual en el mundo, que tu pasión no tiene parangón, que eres único”. Sin embargo, todo eso está ya escrito por alguien que también moría de amor. “Cuando sientas el dolor insoportable de la pérdida”, le dije, “también vas a creer que tú eres el ser humano que más sufre sobre la tierra, que nadie ha vivido jamás un dolor como el tuyo”. Sin embargo, ningún dolor es único, y en tanto que narrado, compartido, nos libra de la multiplicación del daño que supone la soledad.
Porque sí, un libro es el mejor artefacto contra la soledad, contra la ignorancia, pero también es la mejor herramienta para no creernos seres únicos. Saber que aquello que vivimos ya lo vivieron otras, otros, y que está narrado, y que es común, ahuyenta tanto la fatuidad como la desesperanza. También nos libra del ridículo y el engaño. Pienso en Esperanza Aguirre diciendo tan pichi, tan bárbara como es ella —bárbara de barbarie—, que la Guerra Civil la provocó el Partido Socialista. Se atreverán a más, solo hay que darles tiempo. Y sin embargo, es la suya una lucha contra el saber común que permanece escrito. No podrán con nosotras. Es la suya casi una lucha por ver quién es más estrafalario. Leer nos aleja del ridículo, y también de la violencia que encierra cualquier mentira contra la memoria. La mentira política construye violencias que acabarán ejerciendo sufrimiento.
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Como le dije aquel día a mi hijo, es importante sufrir menos y conseguir también ahorrar padecimiento a quienes nos rodean. Luego, los libros nos brindan además el incomparable gozo de la elevación. Sobrevolar a mentecatas como las esperanzaaguirres que nos toca aguantar, verlas ahí abajo, pequeñitas, con sus miserables maldades de patio de colegio, sobrevolarlas, sí, y si fuera necesario, lanzarles desde lo alto la cagadita que están pidiendo a gritos.
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