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Opinión ·

La Tercera Guerra Mundial

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Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau

No es descabellado hablar de Tercera Guerra Mundial, no porque lo diga el Papa Francisco, sino porque hay que remitirse a los hechos. Los principales conflictos que se viven en Oriente Próximo, África subsahariana y del norte, en el Cáucaso, y en el centro y sur de Asia, tienen mucho que ver con la denominada Guerra contra el terror, o así la denominan los que dicen combatir el terrorismo.

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A este respecto, un dato esclarecedor, en 2012, el Department of Peace and Conflict Research (Uppsala University), contabilizaba 33 conflictos armados, con datos de 2014, señala la existencia de 41. Un aumento que tiene que ver con el auge de conflictos en los que una de las partes es considerada terrorista por las partes contrarias.

Pero la palabra terrorismo tiene difícil definición, al menos Naciones Unidas no ha sido capaz hasta el momento de ponerse de acuerdo sobre ese concepto, debido a las discrepancias entre expertos y los mismos estados. Recordemos que la mayoría de las colonias que lucharon por la independencia frente al imperialismo, emplearon la lucha armada y atacaron objeticos civiles y en algunos casos, atentaron contra sus metrópolis. Aunque sea en etapas históricas diferentes, muchos de los conflictos actuales surgen de la pésima gestión de cómo se llevó a cabo la descolonización por parte de los imperios, que favorecieron la creación de estados con fronteras artificiales a la vez que designaban a las élites que debían gobernarlos. Esto tiene mucho que ver con los pueblos que hoy se sienten ocupados o atacados en Palestina, Afganistán, Irak, Paquistán, Chechenia, Cachemira y Siria, donde grupos de distinto signo utilizan como arma el ataque indiscriminado contra objetivos civiles de sus ocupadores o atacantes, incluidas sus propias metrópolis.

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Desde luego con esto no se justifican esos ataques, como los últimos de París, Beirut y Bamako. Pero tampoco se justifican los ataques perpetrados por las coaliciones internacionales que bajo el mando de EEUU, lanzaron sus guerras autodenominadas contra el terror en Afganistán e Irak; Rusia en Chechenia; Turquía en Siria e Irak contra los kurdos; Arabia Saudita en Yemen. Menos aún en Siria, donde el gobierno de al-Asad, Turquía, EEUU, Francia y Rusia han bombardeado a la población de uno y otro signo bajo la excusa de atacar a terroristas. Mientras Irán, Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes Reunidos, Hezbollah desde el Líbano, han ayudado con combatientes, armas y dineros a los diferentes actores en conflicto.

Guerras en Oriente Próximo de las que son cómplices activos nuestros países de la Unión Europea, y sin duda quien más, EEUU. En primer lugar, porque se ha prestado ayuda militar, adiestrado a grupos armados y vendido armas a todos los países de la región. Por ejemplo, en el conflicto más cruento actual, el de Siria (260.000 muertos y más de 4 millones de refugiados), Francia, que tras los atentados de Paris, está pergeñando una coalición internacional para emprender una nueva cruzada contra el terrorismo de Daesh, en los últimos cuatro años, vendió armas por valor de 7.304 millones € (1.978 millones € en 2014) a Egipto, Arabia Saudita, Omán, Emiratos Árabes, Catar, Paquistán y Turquía. España, para no ser menos solo en 2014, vendió 736 millones € a Arabia Saudita, Egipto, Omán, Bahréin, Turquía e Israel. Desde luego quien más armas vendió fue EEUU, 4.765 millones $ en 2014 a sus aliados en la región, que son todos menos Siria, a quien Rusia le suministró 351 millones $.

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La mayoría de estos países se han involucrado en la guerra de Siria y han ayudado con armas a los rebeldes que combaten a al-Asad (Turquía, Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes,…), también a los kurdos; el mismo François Hollande lo ha reconocido. Mientras Rusia, Irán y Hezbollah ayudaban al gobierno de al-Asad. Todas esas armas y ayudas a los diferentes actores del conflicto han favorecido el crecimiento de los grupos armados, incluidos Daesh y al-Nusra, este ligado al-Qaeda y han ayudado a generar el caos actual en Siria. A las armas y asesores se suman los bombardeos que unos y otros han perpetrado sobre el territorio aterrando a toda la población que huye despavorida buscando refugio en otros países.

Sobre Daesh sabemos que se formó con oficiales y efectivos del disuelto por EEUU, ejército de Sadam Hussein de Irak. Hecho que favoreció la creación de grupos que primero lucharon contra la ocupación de Irak y el régimen títere impuesto en Bagdad, para después, una vez formado Daesh, asentar un califato en territorios de Siria e Irak, declarando la guerra a todos los países que forman parte de la coalición internacional que dan su apoyo a la política de EEUU en todo Oriente Próximo. De ahí que algunos la denominen Tercera Guerra Mundial.

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Unas guerras que en cualquier lugar del mundo, son vistas por algunos jóvenes musulmanes, aquellos que no se han integrado en las sociedades de acogida, como una agresión al Islam y que abrazan el yihadismo como una lucha por la libertad y se van a combatir a Siria al lado de grupos rebeldes, incluido Daesh.

Un lío de bemoles, que para remediarlo no sirve la guerra ni los bombardeos, pues generarán más dolor entre la población. A parte de que esos grupos se dispersarán por el territorio y continuarán en una guerra de guerrillas y de ataques suicidas, tanto allí y cuando puedan aquí.

Para revertir esa situación se debe cambiar de estrategia. El cambio solo se producirá con un cambio radical en la política exterior. En Siria, se debe favorecer una conferencia regional buscando un alto el fuego entre todas las partes que combaten a uno y otro lado, incluidos desde luego los rebeldes, pero aislando a los grupos yihadistas que como Daesh y al-Nusra han declarado la guerra urbi et orbi. En la ONU, propiciar una resolución que permita una misión con cascos azules de países musulmanes no beligerantes en el conflicto para que no sean vistos como fuerzas hostiles y ocupantes. En Irak y Afganistán, acabar con la ocupación militar y facilitar una transición en que la población escoja su futuro, incluida la posibilidad de la ruptura de esos estados.

Desde luego hay más cosas que arreglar que generan mucha frustración en el mundo musulmán. La principal, acabar con la ocupación colonial y de apartheid en Palestina; acabar con los barrios gueto en Europa, dedicando un mayor esfuerzo a la educación e integración de árabes y musulmanes en los países de acogida. Hay que hacer las paces con todo el mundo. Hay que generar una onda expansiva de empatía. Más guerra solo generará más odio y afán de venganza.

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