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Opinión ·

Feindef, el negocio de la guerra

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Los tanques Leopard 2A7 del ejército danés y los vehículos de combate de infantería CV-90 del ejército estonio asisten a un ejercicio de tiro en vivo en Perakula (Estonia). Foto: Ints Kalnins / Reuters

Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau

España no tenía una feria para mostrar el negocio de la guerra, pero desde que en 2015 alcanzó el séptimo lugar (octavo en 2012) en el ranquin mundial del comercio de armas, las industrias militares de la mano del Ministerio de Defensa decidieron poner en marcha una Feria Internacional de Defensa y Seguridad (Feindef) para mostrar la producción militar española y promover la venta de sus armas en el mundo.

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Esta de hoy es su tercera edición, donde se batirán récords de presencia -más de 500 empresas- entre las que estarán presentes las industrias más importes de producción militar y de seguridad de España y algunas del exterior de todos los sectores productores: aeroespacial (Airbus, Dassault, Lockheed Martin, ITP, Tecnobit); armas y municiones (Escribano, Expal, MBDA, FMG, Nammo, Instalaza); electrónica (Indra, Sener, Amper, Thales); navales (Navantia); seguridad (Accenture, Elbyt). Además, estarán los estands de los tres ejércitos, pues ellos, son los principales consumidores y avaladores de las armas y servicios que ofrecen todas esas industrias.

Feindef, se abre en un momento de general optimismo para el sector industrial militar, debido a que la demanda de armas ha crecido de manera exponencial desde el compromiso alcanzado entre todos los países miembros de la OTAN de alcanzar el 2% del PIB en gasto militar (la media europea se sitúa en el 1,5%). Demanda que se acrecentó tras el inicio en febrero de 2022 de la guerra de Ucrania. Debido a que los países europeos decidieron unánimemente dar apoyo militar y enviar armamento a Ucrania para frenar la invasión de Rusia. Decisión que fue refrendada en la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid, donde, el propio presidente Pedro Sánchez se comprometió a llegar en 2029 al 2% del PIB español en gasto militar.

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El resultado, es que las industrias militares están exultantes, han visto cómo su negocio prosperaba al ver como los gobiernos del bloque occidental se han lanzaban a un desaforado gasto militar, tanto los países europeos de la OTAN, como de sus aliados en otros continentes: Japón, Corea del Sur y Australia, lugares donde también han aumentado de manera considerable las adquisiciones en armamentos. E impulsando a su vez, a aquellos otros países que mantienen rivalidad frente al bloque occidental. Un ejemplo del crecimiento en la producción armamentista, lo tenemos en el ámbito de las municiones y armas para los ejércitos de tierra. La guerra de Ucrania ha disparado el consumo de proyectiles de todo tipo y de armas terrestres, tanto, que ha acabado con los stocks europeos. Así lo señalan analistas de EEUU que aseguran que cada día en Ucrania se lanzan 7.000 proyectiles (de subfusil, granadas o misiles de corto y medio alcance) y que, la industria europea no es capaz de suministrar ese elevado volumen de munición. Así, el propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, como el presidente Volodímir Zelenski, esta semana han instado a los países europeos a esforzarse en suministrar más municiones y armas al ejército de Ucrania.

En medio de este colosal belicismo que se ha despertado entre los líderes políticos europeos, con José Borrell a la cabeza como representante de Exteriores de la UE, también abogan por acrecentar la producción militar y la ayuda a Ucrania para intentar derrotar a Rusia. Obviando, lo deseable, desplegar todas las posibilidades diplomáticas que condujeran a un alto al fuego para que se iniciaran negociaciones que llevaran a la paz. Como sí han hecho Ji Jinping de China, Lula da Silva de Brasil o el Papa Francisco. Pues la opción de derrotar a Rusia es una opción insensata cuando Rusia tiene como última opción la bomba nuclear.

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Quien más se beneficia de esta geopolítica belicista es el complejo militar industrial, que seguro ejerce su presión como lobby sobre los gobiernos para que acrecienten su músculo militar. Y aquí es donde debe situarse la actual FEINDEF por las posibilidades de negocio que representa para un sector que promueve el periclitado si vis pacem, para bellum.

El caso español

España no es diferente y como buen socio de Estados Unidos y de la OTAN está igualmente inmersa en esa espiral armamentista. El presupuesto del Ministerio de Defensa de 2022 alcanzaba el 1% del PIB, por lo tanto, se trataba de doblarlo para alcanzar el tan deseado 2%. Para llegar a ello, el presupuesto de Defensa de 2023 ha aumentado un 26,3%, 2.672 millones más que en 2022. Algo que no se ha producido en ningún otro ministerio español, poniendo en entredicho el supuesto presupuesto social del gobierno de coalición del PSOE, Unidas Podemos.

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Eso sin contar las partidas militares repartidas por los Organismos Autónomos de Defensa y por otros Ministerios, como la seguridad social de los militares, la mutua militar, la Guardia Civil (cuerpo militar) y contribuciones a la OTAN. A parte, de dos fórmulas engañosas a la que se recurre todos los años. Una a través de aportaciones en I+D que surgen desde el Ministerio de Industria a las empresas militares para financiar programas de armas, que este año es de 1.601 millones y que aumenta un 95% con respecto a 2022. Otra, la transferencia de crédito que se realiza para sufragar las misiones militares en el exterior y que supera siempre los 1.000 millones. Si sumamos todas esas el gasto militar en España superaría el deseado 2% hasta alcanzar los 27.617 millones.

Este colosal aumento del gasto militar en su mayor parte se dedicará a inversiones en nuevas armas que crecerán un 69% con respecto a 2022 hasta alcanzar los 7.743 millones y que representan el 30% de todas las inversiones del Estado Central (sin contar las inversiones en la Comunidades Autónomas). Un incremento que pone encima de la mesa la opción militarista que subyace en las posiciones de este Gobierno que se ha alineado incondicionalmente junto a la OTAN y Estados Unidos en un rearme que va en detrimento de la economía productiva.

Lo he descrito en otras ocasiones, pero lo repito. Las armas no son bienes de consumo, pues no se intercambian en el mercado, nadie se puede comprar un tanque, una fragata o un avión de combate, solo las adquieren los estados para su seguridad. Es bajo esa premisa que a las armas se les atribuye el no tener ningún valor social pues no contribuyen a la economía real por sus evidentes déficits. Las armas debido a su alto coste generan endeudamiento al Estado, acrecentado la deuda, el déficit y por extensión la inflación. Inflación, por qué un producto que no circula en el mercado y solo adquiere el Estado no produce ingresos, debido a que el Estado no paga impuestos. Entonces todas esas grandes inversiones en material militar destinadas a la economía civil, la realmente productiva, producirían mayor crecimiento laboral y social. Pues importantes investigaciones demuestran que por cada puesto de trabajo que se crea en la industria militar, debido a los enormes aportes que se deben hacer en I+D para las cada vez más sofisticadas armas, se crearían más puestos de trabajo en la industria civil.

La Feria de Defensa y Seguridad de Madrid, además de ser un escaparate de la capacidad mortífera de la industria española, es un eslabón más de la espiral belicista a la que se ha lanzado el bloque occidental y que tiene como objetivo mantener a EEUU como líder y principal potencia política, militar y económica mundial frente a las potencias emergentes, especialmente China, pero también el resto de BRIC, Brasil, Rusia e India. Lo cual configura un mundo dividido en bloques antagónicos donde sin duda aparecerán nuevas crisis y que anuncia un mundo más inseguro.

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