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Opinión · Posos de anarquía

And the Oscar goes to... Carromero

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Estamos a dos días de la ceremonía de los Oscar y, si se rodara un largometraje -igual se lanza 13Tv a producirlo (sin subvenciones, claro, que eso es de gorrones)-, no me cabe la menor duda de que Ángel Carromero sería merecedor del premio al Mejor Guión Original. Acabamos de saber que, ratificando lo que ya expresó en septiembre de 2013, la Audiencia Nacional rechaza a abrir una nueva investigación sobre el asesinato de Oswalda Payá en Cuba.

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Los argumentos para apoyar la decisión son ahora rotundos, pero por ello no menos simples, para que todo el mundo lo entienda, incluso, quienes no quieren/pueden entenderlo: Además de que la Audiencia Nacional (AN) no tiene competencia, la denuncia "ni resulta en sí mismo verosímil ni viene acompañado de elementos que le doten del grado de credibilidad suficiente para poder confrontarse con un mínimo de éxito". Dicho de otro modo, la versión cocinada de Carromero en la que, implícitamente, se describía poco menos que como un James Bond chaparrito, no se la cree nadie... salvo por lo de chaparrito.

Esperanza Aguirre ya estará alumbrando alguna ironía campechana que esconda cómo le hierve la sangre. Lo mismo que sus voceros, como el plumilla cavernario Hermann Tertsch, que igual aplaude la injusticia universal del PP, que exige injerencias en la Justicia de Cuba aun cuando la propia AN asegura que los hechos denunciados por los Payá se encuentran "muy lejos" del tipo penal en el que se enmarcan los crímenes de lesa humanidad.

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El propio José María Aznar llegó a enviar  una carta a la Internacional Demócrata de Centro para pedirle que auspiciara una investigación internacional que aclarara el accidente. Y con todo, los esfuerzos del aparato de la derecha para abrir una nueva investigación no son nada comparado con el proceso de reinserción de Carromero. Y ahí han salido por la puerta grande.

Imaginen ahora otro guión, uno muy distinto. Imaginen que algún líder del Partido Socialista Unido de Venezuela, (PSUV), el de Nicolás Maduro, viene a España para reunirse con lo que nuestro querido Fernández Díaz califica como "grupos de extrema izquierda antisistema". Imaginen que se produce un accidente y dos de los cabecillas de esos grupos españoles antisistema mueren en el acto. Llega el dúo Fernández y Fernández (ministro del Interior y director de la Guardia Civil) y descubren que conducía el venezolano, que ni siquiera tenía carnet porque se lo había retirado en su país por infracciones y que, además, en el momento del accidente superaba los 100 km/h en un tramo cuya velocidad máxima era de 60 km/h.

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Pues en ese caso, al conductor imprudente, por circular a lo Carromero, le podrían caer hasta ocho años de cárcel (cuatro por cada fallecido), sin contar el agravante de conducir sin carnet. No sé, pero no termino yo por ver que en espera del juicio, el benevolente Fernández tuviera al venezolano en un apartamento con salón y televisión en lugar de en la cárcel como un preso común. Y lo que tampoco veo es que aceptara deportarlo a Venezuela para que allí Maduro lo soltara enseguida y le devolviera su puesto de trabajo privilegiado.

Ese guión aún sería más inverosímil que el de los espías de James Bond Carromero... o del "chivo fácilmente ridiculizable", como lo llama Tertsch en su columna de hoy de ABC. Olvida el plumilla adjuntar "expiatorio", llamando chivo a secas al popular, esto es, en el mejor de los casos, "cría macho de la cabra, desde que no mama hasta que llega a la edad de procrear". Qué cabrón.

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