Opinión · Posos de anarquía
Pasividad ante el fascismo
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ABC publica el vídeo de una agresión racista en un autobús de la EMT de Madrid. El vídeo es muy clarificador, porque mientras el cabeza hueca grita y amenaza a su víctima, absolutamente nadie mueve un solo dedo para calmar la situación. El agresor, tras asegurar que no pega a la mujer latina a la que se dirige de forma tan irrespetuosa precisamente por ser mujer, grita "¡A tu puto país!" y le propina varios golpes en la espalda. Sólo tras asestar varios golpes, conocidos suyos le retiran.
Tarde y mal. Un autobús lleno de pasajer@s y nadie sale al paso de un racista que, de verse acorralado por gente decente, se habría achantado como cobardes que suelen ser. El autor o la autora del vídeo puede sentirse miserable, por sostener el móvil grabando mientras una mujer indefensa era vejada y maltratada. En cuanto a los conocidos que terminan por separar, ¿por qué esperaron tanto a calmar a su descontrolado amigo? ¿Comparten su racismo?
Vivimos tiempos duros, en los que el fascismo ansía calar en la sociedad con mensajes como el del agresor del autobús, tal y como pudimos ver en prime time el lunes pasado con una extrema-derecha normalizada en un debate electoral. Del mismo modo que ante las agresiones de Santiago Abascal (Vox), porque lo que hizo en el debate fue agredir a los migrantes (incluidos los MENA), a la mujer, a las libertades civiles más esenciales, el resto de partidos calló, l@s pasajer@s del autobús permanecieron inmóviles ante la comisión de un delito.
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El conductor del autobús ni siquiera denunció los hechos a su supervisor, asegurando que no se enteró. ¿De veras alguien se cree eso? ¿Alguien viendo el vídeo puede creer que la persona que conducía no escuchó los gritos y el revuelo apenas a tres metros a su espalda? Claro que no, lo que sucede es que, como el resto del pasaje, miró hacia otro lado. Nadie se quiere complicar la vida, ingenuos de ellos que, con esa actitud, lo que realmente hacen es complicársela porque el racismo, la homofobia, la desigualdad, los abusos, el fascismo arrasa con todo.
El autobús del vídeo es de la línea 77, una línea que conozco muy bien porque atraviesa el barrio de Madrid en el que me crié. Un barrio en el que los neonazis siempre han estado lantentes, con picos puntuales, bajo liderazgo de gente como Alberto Ayala de Cantalicio con sus Juventudes Canillejas. Hace un par de años escribí que el barco neonazi se hundía -lo que me valió numerosas amenazas-, pero una pasividad como la que se observa en el vídeo lo puede reflotar. Si callamos, si no reaccionamos ante el discurso fascista de Vox, ante quienes ponen en práctica lo que Abascal y los suyos promueven -como hace el indeseable del vídeo-, volveremos a un tiempo que desearíamos haber evitado. Ni partidos políticos ni ciudadanía debe achantarse ante esta oleada fascista, que oculta su cobardía y necedad con una violencia injustificada.
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