Opinión · Posos de anarquía
Espejel, una jueza inapropiada para un tribunal inapropiado
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Los amantes de las producciones británicas sabrán de Line of Duty, una serie policíaca cuya trama de fondo a lo largo de todas sus temporadas es el modo en que el crimen organizado introduce en la Policía agentes corruptos, desde la misma academia, para beneficiarse de ello. No me digán por qué -porque es obvio-, pero cuando escuché el nombramiento de Concepción Espejel como nuevo miembro del Tribunal Constitucional, me vino esa serie a la mente.
Partamos de una realidad que cada día se hace más evidente: el Tribunal Constitucional no debería existir. Se trata de un órgano que pese a su nomenclatura pomposa no forma parte del Poder Judicial y que bien podría ser reemplazado por un consejo, como sucede en Francia; eso sí, con unos servicios jurídicos un poco más duchos que los letrados del Congreso, que en el espacio de una semana ha adaptado a la carta su informe sobre Alberto Rodríguez. Se pide la dimisión de Meritxell Batet, pero quienes primero deberían emprender el camino de la puerta de salida son estos letrados.
Asumido lo inapropiado del Tribunal Constitucional, capaz de tardar un año en pronunciarse sobre el estado de alarma, abordemos lo inapropiado de Espejel, la magistrada que ni siquiera entre sus colegas goza de buena consideración. Suele suceder cuando el denominador común de mayor peso en su ascenso en la carrera judicial no son sus méritos como magistrada sino su afinidad con el PP, que ya le llevó a presidir la Sala de lo Penal en la Audiencia Nacional.
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La afinidad es tanta que Espejel ya fue recusada en el juicio de la trama Gürtel -hasta en seis piezas-; los populares pusieron el grito en el cielo porque su "querida Concha" fuera apartada. El entonces pipiolo Pablo Casado, que era vicesecretario de Comunicación del PP, afirmó que "en este país mal vamos si lo que intentamos hacer es lanzar un halo de dudas sobre las instituciones". Pues bien, el tiempo parece haber dado la razón a la recusación, toda vez que el otro recusado, Enrique López, es ahora el consejero de Justicia e Interior de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid.
Basta un simple análisis por algunos de los procesos en los que ha participado para comprobar que no es el Derecho lo que parece dictar sus sentencias. ¿Acaso no es extraño que en el juicio al que fuera jefe de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluis Trapero, sus colegas coincidieran en exonerarlo y ella, en cambio, emitiera un voto particular que se situaba en las antípodas?
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El juicio de Altsasu todavía está pendiente del pronunciamiento de Tribunal de Estrasburgo. Ella, que para más inri es esposa de un alto mando de la Guardia Civil, fue quien llevó las riendas de aquel polémico juicio en el que el cúmulo de irregularidades sólo parecen responder a la parcialidad de Espejel. Si sucede lo mismo que ocurrió con la causa Bateragune, en el que Estrasburgo determinó que Otegi y sus compañeros no tuvieron un juicio justo, ¿dimitá Espejel del Constitucional?
Seguramente no, porque la integridad y la ética no andan en sus mejores horas, ni siquiera en la judicatura. La lista de tropelías judiciales a cargo de Espejel hacen que Line of Duty adquiera su versión española más chusca, una suerte de cine quinqui de la judicatura.
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Escuchar al tándem Pablo Casado-Teodoro García Egea afirmar, tras el nombramiento de Espejel, que se ha despolitizado el órgano es lo mismo que afirmar que un árbitro puesto por Florentino Pérez será imparcial en un clásico contra el Barça. Nadie se lo cree.
El problema es que no hablamos de un partido de fútbol, sino de decisiones que pueden llegar a ser trascendentales. Espejel es la misma que siendo vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) llegó a considerar inconstitucional la ley del aborto y ahora, desde el Tribunal Constitucional, podrá hacer de las suyas para recortar libertades civiles como ésta a las órdenes de su mecenas judicial, es decir, el PP.
La politización de la Justicia es innegable y hemos alcanzado un nivel en el que su instrumentalización ya se ejecuta con total descaro y, como las palabras ya no valen nada, como la clase política miente y se desdice con idéntica naturalidad como quien da los buenos días, se niega la mayor.
La entrada de Espejel en el TC es una muy mala noticia para nuestra misma democracia. No es que los 'cromos' del Gobierno no estén politizados, pero no alcanzan unas cotas tan elevadas, ni de lejos destilan tanta desfachatez. Espejel es el caddy -figura de Line of Duty- o, por ser más precisos, uno de ellos, del PP en el ámbito judicial, una extensión de Génova en el tribunal de garantías con el que ejercer su oposición barriobajera y sectarista al Gobierno. Un lastre y una amenaza para nuestros mismos derechos.
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