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Opinión · Posos de anarquía

Cádiz contra la violencia policial impune

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Las cargas policiales que se vieron ayer en Cádiz durante la huelga del metal volvieron a evidenciar el uso desproporcional de la fuerza por parte de la Policía Nacional, que días atrás se había ilustrado con el uso de una tanqueta. Las imágenes de jubilados aporrados por los agentes corrieron como la pólvora, tanto en medios como en redes sociales, dejando poco espacio a la justificación del abuso policial. A tres días de su manifestación en protesta por la reforma de la Ley Mordaza, la Policía nos pone cada vez más complicado defender a quien ejerce el monopolio del uso de la fuerza del Estado.

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Las imágenes de un jubilado enzarzado con un antidisturbio, lanzando manotazos al aire mientras es aporreado, ya es esclarecedor; más aún lo es que sea otro jubilado el que asuma el papel de mediador pacífico, se meta en medio para separarlos y, por hacerlo, se lleve de regalo varios golpes con la porra mientras se retiraba, ya de espaldas, con los brazos en alto.

La justificación de que los agentes han de hacer frente a una violencia desmedida, evidentemente no tiene peso observando esta frecuencia de hechos. Tampoco lo tienen cuando se revisan las cifras oficiales que la misma Policía Nacional ofrece: tras la jornada de ayer, la más tensa según el Cuerpo, seis agentes heridos -nunca se reportan los heridos manifestantes- y un único detenido. La conclusión es clara ante esta baja tasa de detenciones: o no hay motivo real para detener a más personas o se está priorizando dar leña más que detener.

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Quizás por imágenes como éstas es por lo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado quieren evitar a toda costa que sus acciones puedan ser grabadas y difundidas. De ahí la protesta del próximo sábado contra la reforma de la Ley Mordaza que, paradójicamente, tiene por lema "No a la inseguridad ciudadana". Inseguridad ciudadana es lo que sentimos cuando vemos ese uso desproporcionado de la fuerza contra quienes luchan por su pan.

Inseguridad es cuando leemos noticias como la que firma Fernando Peinado en El País sobre el asesinato de Issa Munkaila a manos de la Policía Nacional. Poco se sabe de este suceso porque la Policía no ha informado de ello y apenas arroja luz, pese a los requerimientos de la prensa. Sin embargo, aparece otra grabación, ya con Munkaila tendido en el suelo muerto tras el último de los disparos; una de esas grabaciones incómodas que la Policía quisiera que no trascendiera: cuatro agentes contra el supuesto agresor. ¿Cómo fue reducido? Abatiéndolo de muerte con cuatro balas... y eso que no impactaron en él todas las disparadas, porque el resto de proyectiles acabó en un par de coches y otros dos contenedores de basura.

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No sorprende que la Policía haya cubierto de opacidad este asunto y que, presumiblemente, los agentes implicados se vayan de rositas sin ni siquiera una investigación interna. A fin de cuentas, el asesinado era un migrante más... uno de tantos de los que discrimina y criminaliza constantemente Vox, inserto hasta la médula en sindicatos de Policía y Guardia Civil como JUSAPOL.

Los abusos constantes, la opacidad, el silencio corporativista de la Policía y Guardia Civil y sus ansias revanchistas contra la prensa convierten su defensa en un acto de fe ciega, algo de lo que muchas personas carecemos. Son ya demasiados los desengaños y las decepciones. Manifestaciones como la que tendrá lugar el próximo sábado contra la reforma de la Ley Mordaza no ayudan precisamente a recuperar una confianza perdida en unos Cuerpos que parecen empeñados en su impunidad.

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