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Opinión · Posos de anarquía

La épica de Grandes contra el vil sectarismo

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Ni dar nombre a una biblioteca ni ser reconocida como Hija Predilecta de Madrid. La derecha (PP, Cs y Vox) del Ayuntamiento de Madrid no le ha perdonado a Almudena Grandes ser "republicana, de izquierdas y anticlerical", como ella misma se presentó la primera columna que firmaba en El País en 2008. Su sectarismo les ha cegado, impidiéndoles ver la calidad literaria de esta escritora, que plasmó a Madrid como pocos autores y autoras contemporáneas, convertida espontáneamente en embajadora de la capital. Su sectarismo ha querido pasar por encima de las muestras de cariño que el pueblo de Madrid ha rendido a Grandes en su despedida.

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La excelencia literaria de Grandes está fuera de dudas. Lo que parece sí estarlo, sólo para la derecha, es el amor que la escritora tenía por Madrid y Madrid por ella. La autora de la saga los Episodios de una guerra interminable-que se le atraganta a esta derecha retrógrada- aprovechaba cualquier ocasión para rendir homenaje a la ciudad capitalina, a sus calles, a sus barrios, a su gente. 

Ese amor por Madrid ha sido devuelto con creces durante su despedida, con una reciprocidad que estremecía, viendo a esos lectores y lectoras, de izquierda y de derecha, llorando en su entierro con alguno de sus libros en alto. No se recuerdan despedidas semejantes y eso, sin lugar a dudas, tiene su origen en ese amor recíproco que Grandes y Madrid se tenían.

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Sin embargo, la derecha, la misma que continúa honrando a criminales franquistas en el callejero de Madrid, quizás sintió celos por no haber sentido nunca una muestra de amor tan sincero... las hinchadas políticas nada tienen que ver con ese cariño que se vivió en el Cementerio Civil. Quizás, en su hipocresía infinita, lo haga dentro de varias décadas, como hizo con Lorca, fusilándolo vilmente para, años después, introducirlo en sus discursos con insultante desfachatez.

La derecha no sólo no se sacude la caspa, sino que la cultiva, y por ello es incapaz de reconocer la figura de Grandes en su Madrid querido. La ausencia en la despida de la autora del alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, o de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, no presagiaba nada bueno.

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Almudena Grandes, la pregonera de las fiestas de San Isidro en 2018, sí tendrá una calle; veremos qué calle, porque la propuesta socialista de dedicarle el Paseo de Coches de El Retiro, donde se celebra la Feria del Libro, también fue rechazada. Así que calle sí, aunque todo es susceptible de cambiar, como sucedió con la calle que homenajeaba a Pilar Bardem en Sevilla y que el infame Juan Ignacio Zoido (PP) se encargó de cambiarla para dársela a Nuestra Señora de las Mercedes.

La derecha ha perdido una ocasión de excepción para tener, por primera vez, una Hija Predilecta, porque hasta la fecha sólo hay Hijos Predilectos como Dámaso Alonso, Francisco Fernández Ordóñez, Manuel Gutiérrez Mellado, Arturo Soria o Plácido Domingo y Julio Iglesias, entre otros -éstos dos últimos los únicos que aún viven-. No lo ha hecho. Ha preferido dejar escapar una oportunidad más que justificada, se mire desde la óptica que se mire. Su sectarismo lo ha impedido, el mismo que históricamente se ha proyectado en los nombramientos de Hijos Adoptivos de Madrid, donde la única mujer ha sido Carmencita Franco. Qué cosas... no descarten que, perdida la pirámide de Hortaleza por aclamación popular, Nacho Cano rasque el título.

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Almudena Grandes, que estos días ha inspirado obituarios en los que se le atribuía el título de cronista de la épica de los vencidos, bien podría ser una de sus personajes, de esas que aparentemente se vislumbran derrotadas y que, en cambio, planean vencedoras sobre la inmundicia moral y la sinrazón de un sectarismo que envilece todo cuanto toca.

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