Opinión · Posos de anarquía
Respuesta colectiva al acoso escolar
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En muy poco tiempo, hemos pasado de silenciar la primera causa de muerte no natural en España, con 4.000 suicidios al año, a tratar de visibilizarlo, dando ciertos palos de ciego, eso sí. Arranca el 024 como teléfono para evitar el suicidio -con una avalancha de llamadas- y se lanzan campañas divulgativas, pero continuamos sin contar con un plan nacional para la prevención del suicidio ni con los medios necesarios para mitigar esta escandalosa estadística. En las últimas semanas se ha puesto el acento en los casos registrados entre los más jóvenes, especialmente derivados del acoso escolar (bullying), pero ¿se está llegando al fondo de la cuestión?
Hace unas semanas eran noticia el padre y la madre de una joven de 15 años que se suicidó víctima del acoso escolar. Saltaron a los medios porque iniciaron una campaña solicitando protocolos contra el bullying. Esta misma semana conocemos el caso en Zaragoza de Saray, una niña de 10 años ingresada en la UCI después de haber intentado quitarse la vida tras sufrir el acoso de sus compañeras. Ya han comenzado a aparecer en los medios especialistas dando pistas a los progenitores para que sean capaces de identificar cambios de comportamiento en sus hijos e hijas para identificar a tiempo estas situaciones.
Disponer de esas herramientas es innegablemente positivo, pero el acoso escolar que sufren hasta dos millones de niños y niñas en España trasciende a los padres y madres, incluso al profesorado. Hace unos días, con motivo de la vuelta al cole, había una parte del alumnado que denunciaba que el personal docente no se toma demasiado en serio la cuestión del acoso. Bien es cierto que es preciso afinar mucho más la detección de estos casos y, aún más, su abordaje por parte de Inspección Escolar cuando se identifican, pero la tarea pendiente va mucho más allá. Se supone que este año en cada colegio existirá la figura del coordinador de bienestar infantil y del delegado de protección con el objetivo, precisamente, de combatir el bullying, aunque personalmente tengo dudas sobre su implantación efectiva.
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La realidad nos dice que uno de cada cuatro alumnos y alumnas en España percibe que existe algún tipo de acoso en su aula, tal y como revela el IV Informe sobre acoso escolar “La Opinión de los Estudiantes”, publicado por las fundaciones Anar y Mutua Madrileña. En ese mismo informe se destaca cómo un 45,4% de los chicos y chicas percibe que su profesor/a no hace nada y hasta seis de cada diez (61,7%) que su centro escolar no reacciona.
La pregunta es ¿qué hace ese 25% del alumnado que afirma detectar los casos de acoso entre sus compañeros y compañeras? La respuesta la facilitan los implicados: La mitad de ese alumnado (46,8%) cree que sus compañeros no hacen nada. ¿Estamos formando a nuestros jóvenes a tomar partido o impera el 'sálvese quien pueda' que tanto domina entre los adultos?
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La problemática del acoso escolar no se va a atajar individualmente; es preciso abordarla de manera colectiva y, por este motivo, quienes no sufren el acoso han de implicarse. Si el bullying suele ser grupal, ¿porque la solución no es comunitaria? Obvio que lo más importante es educar en el respeto a los demás, señalando el acoso como un comportamiento despreciable pero también, desde la más tierna infancia -que a la luz de ciertos estudios cada vez es menos tierna-, resulta crucial inocular esa filosofía del bien común, de la solidaridad, de la implicación con quienes nos rodean.
Educar es una labor compleja para la que padres y madres no disponen de un libro de instrucciones porque, sencillamente, la particularidad de cada caso puede ser abrumadora. Sin embargo, existen denominadores comunes que no debieran obviarse y ese afán por mejorar nuestro entorno debería ser uno de ellos. Pongamos el efecto dominó de nuestro lado, que no se rompa la cadena, de manera que cuando se produce un caso de acoso escolar y es percibido por un alumno o alumna, ésta lo comunique al profesorado, a su padre y madre y se active entonces una red de protección que salve en lugar de que atrape. Cuanto antes desterremos el 'sálvese quien pueda' y antes enseñemos a desterrarlo, antes se atajarán los casos de bullying.
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