Opinión · Posos de anarquía
Las puñaladas por la espalda del PSOE
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La intervención esta semana del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha dejado claro por qué al PSOE, con la connivencia pasiva de Unidas Podemos, no le cuesta nada alinearse con los intereses de Marruecos: tiene el mismo desprecio por los derechos humanos (DDHH). La sarta de mentiras que expuso ayer el ministro acerca de la tragedia de Melilla y el modo en que sigue ocultando las pruebas que este medio ha hecho públicas deberían bastar, como poco, para enterrarlo políticamente hasta el fin de sus días. No pasará, el partido socialista le ha cogido el gusto a tratar las vidas humanas como cifras en una hoja de cálculo que borra a su antojo.
La propuesta ilegal de Marruecos de anexionarse el Sáhara Occidental invadido ha llegado a la Asamblea de la ONU. El pasado miércoles fue expuesta por el primer ministro de Marruecos, Aziz Ajanuch, en un discurso tan falaz como disparatado. Calificar de "solución justa al problema" la propuesta de autonomía es tan descabellado como permitir los referéndums de autodeterminación que el próximo fin de semana Rusia pretende llevar a cabo en Ucrania. Exactamente lo mismo.
Choca frontalmente con el derecho internacional y con las resoluciones de la misma ONU. A pesar de ello, el PSOE ha impuesto a su Consejo de Ministros y Ministras y al Congreso el aval a tamaña atrocidad jurídica. Los socialistas andan un tanto desnortados con el respeto a los DDHH y a la legalidad internacional y, lo que es peor, han tenido tantas tragaderas con Marruecos que ya engullen con soltura cualquier otra vulneración de derechos fundamentales. Y es contagioso, los últimos en infectarse de esta epidemia mercenaria han sido José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono y Juan Fernando López Aguilar. La exministra María Antonia Trujillo ha dado un giro de tuerca más al diámetro de su esófago y ya defiende la marroquinidad de Ceuta y Melilla.
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Mientras, Marruecos impide el paso a todo aquel que pueda poner al descubierto sus crímenes contra la humanidad. Ayer mismo, los eurodiputados españoles Miguel Urbán (Anticapitalistas) y Pernando Barrena (EH Bildu) fueron parados en seco cuando quisieron cruzar la frontera de Melilla con Marruecos para investigar los asesinatos cometidos contra migrantes en lo que Marlaska califica de actuación ejemplar. El Gobierno de Pedro Sánchez calla, mira para otro lado, mientras nuestro ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se reunía el mismo día con su homólogo marroquí, Naser Burita. La imagen de Albares besando el anillo de Burita es inevitable.
Poco le importa a Pedro Sánchez y el PSOE que Marruecos impida la visita del enviado de la ONU para el Sáhara, Staffan de Mistura, al Sáhara Occidental invadido, donde comete sus atrocidades contra la población saharaui. Los socialistas le han dado la espalda a la moralidad y nuestro presidente igual promete 130 millones de euros al Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria que aún debe el 60% de lo prometido la vez anterior. Ese es el nivel.
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La política exterior históricamente ha tenido poco impacto en las elecciones generales, con contadas excepciones, como habernos metido en la guerra de Irak en 2003 por los delirios de grandeza de José Mª Aznar. En esta ocasión no será así. Tanto al PSOE como a Unidas Podemos les va a pasar una factura muy cara, porque sus decisiones en el exterior no sólo tiran por tierra los DDHH del pueblo saharaui, sino que ha empeorado dramáticamente la calidad de vida de la población española. En un momento donde la conciencia medio ambiental tiene más calado, España se ha convertido en un consumidor intensivo de gas procedente del fracking procedente de EEUU en grandes buques gaseros altamente contaminantes... y a precio de oro comparado con el gas que nos llegaba antes de Argelia, mucho más barato y sin contaminar por el gaseoducto.
La credibilidad de Pedro Sánchez se diluye. Verle esta semana homenajear en Nueva York a Salvador Allende (tiene guasa, en casa del país que colaboró activamente con su asesinato), junto al presidente de Chile, Gabriel Boric, no significa nada. Si algo ha demostrado Sánchez es que para él el fin justifica los medios y no le temblará la mano a la hora de vender a cualquiera si con ello consigue algo a cambio. La nueva traición al pueblo saharaui, esa puñalada por la espalda, sólo es la punta del iceberg. Habrá más, como vemos con la tragedia de Melilla, sin distinguir si lo hace dentro o fuera de nuestras fronteras.
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