Opinión · Posos de anarquía
Garicano, de la regeneración a la degeneración
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Luis Garicano ha fichado por la fundación del PP Reformismo21. Otro exCiudadanos más que, tras comprobar el frío que hace fuera de la política, se arrima de nuevo al ascua, aunque sea a la de uno de los partidos políticos que criticó hasta la saciedad. Alberto Núñez Feijóo continúa su 'estrategia Sémper', esto es, tratar de fichar a personas que traigan una pátina de moderación al PP en un momento en el que más radicalizado está. El resultado es el inverso: demuestra cómo han cambiado quienes un día defendían lo opuesto de lo que hoy predican.
Era un secreto a voces y su anuncio parece haberse reservado para lanzarse en plena campaña, como un guiño de esos escasos votantes de Ciudadanos que aún no hayan vuelto al redil electoral del PP. La política tiene esas incoherencias de difícil digestión: volver a un partido en el que se dejó de confiar para apoyar a otro supuestamente más liberal y ahora, emprender el camino inverso. En el caso de Garicano, el empacho intelectual aún requiere de más bicarbonato, porque hay poca explicación posible para entender cómo tras representar a un partido cuya razón de ser era no parecerse ni al PSOE ni al PP, ficha por éste último.
La clave para entenderlo es, sencillamente, la hipocresía. Ese es el ingrediente secreto que adereza buena parte de la política y con el que se digieren muchas de las recetas que nos despachan. Ni Ciudadanos se distingue tanto de su partido matriz, es decir, el PP, ni Garicano es tan moderado como Feijóo desea transmitir. A fin de cuentas, el economista llegó a comparar el referéndum catalán con el de Hitler en Austria en 1938, identificando ese independentismo con el nazismo.
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Garicano despreció subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), siendo vocero del apocalipsis económico que supondría para el empleo y la economía dignificar las condiciones laborales de las personas. El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio, demostrando que subir el SMI nos devuelve más cotizaciones a las Seguridad Social que nunca y cifras de crecimiento por encima de la media europea. ¿En qué lugar deja eso a Garicano como economista? Quizás por eso deja la Universidad de Columbia (Nueva York) por el PP.
Garicano viene a ocupar la plaza de un hombre de la casa, el recientemente fallecido Josep Piqué. El mismo que aseguró que no sería ministro de Economía con el PP, ahora se posiciona en la carrera a serlo, a la diestra de Feijóo en la fundación que nació para emular a la FAES de Aznar y, aún en su infancia, ya ha cambiado de nombre una vez, pasando del 'Concordia y Libertad' de Pablo Casado al actual 'Reformismo21'. Atrás han quedado los tiempos en los que Garicano decía que pretendía "acabar con el uso patrimonialista de la Administración al servicio de unos intereses concretos". Ahora aterriza en el PP de los escándalos de las mascarillas, de las cuentas opacas de la alcaldesa de Marbella, de la legalización de regadíos ilegales que destruyen Doñana... chiquilladas, pensará.
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Garicano cambia su mantra de la regeneración de la política por el de la degeneración de la misma, esa que impulsa Isabel Díaz Ayuso y tolera Feijóo, con continuas hipérboles, abrazando la estrategia de Vox de ocultar sus carencias propositivas con ruido, crispación, enfrentamiento. Reformismo21 se postula como "un proyecto sin etiquetas", con "mujeres y hombres de la sociedad civil que tienen ideas y ganas de ponerse a disposición del interés general". Sin embargo, uno de los padrinos de su génesis fue Álvaro Uribe, el expresidente colombiano que no dudó en apostar por disparar con fuego real a los manifestantes colombianos que protestaban contra las políticas de su alumno aventajado, Iván Duque, en 2021.
La presidencia que está ejerciendo Feijóo sugiere que nos va a faltar bicarbonato para la acidez que van a provocar sus desmanes. Está radicalizando al partido, quitando caretas o descubriendo las tragaderas de sus nuevos fichajes. Su perfil moderado no es tal, como tampoco lo es el de quienes llegan a Génova para dar oxígeno a un fuego que, si no se extingue, abrasará vivos a quienes Feijóo no considera su "gente de bien".
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