Opinión · Punto de Fisión
Cortina de humo
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Uno de los grandes enigmas de esa magna empresa cultural denominada Eurovegas es si se podrá fumar o no dentro de los casinos, lo cual es como preguntarse por la marca de papel higiénico que usan los prisioneros de Guantánamo. Me recuerda a aquella historia del tipo que entra a un puticlub, se enciende un pitillo y uno de los gorilas, con un respetuoso toquecito en el hombro, le avisa de que está en la zona de no fumadores. El hombre levanta la cabeza, advierte a la bailarina de muslos infinitos contoneándose sobre el escenario, las docenas de putas repartidas por el local, por no hablar de los rosarios de farlopa que penden de las narices de varios clientes según van saliendo de los servicios. Entonces, mientras rubrica una calada, le espeta al matón cejijunto: “Ve llamando a la policía”. De acuerdo, el chiste no tiene gracia y además tampoco vale para Eurovegas.
Las Vegas, la fabulosa urbe tragaperras, nació en la mente de Bugsy Siegel como un discreto club de carretera en el desierto de Nevada, al borde mismo de la ley y de California. A Siegel lo mataron a tiros varios de sus colegas de la mafia mucho antes que la levadura de los casinos empezara a hervir en una ebullición de dólares. Desde entonces, en el cine y fuera de él, Las Vegas ha encarnado la ciudad posmoderna por antonomasia, una Disneylandia para adultos, y sólo era cuestión de tiempo que a otro visionario avispado se le ocurriera la idea de trasplantar esta Sodoma hortera y repleta de letreros al viejo continente.
Después de pensárselo mucho, de sopesar sobornos y prebendas, se decidieron por el sur de Madrid, que es un desierto ético y estético donde los irresponsables políticos han decidido allanar todas las dificultades a los inversores, incluyendo la libre competencia de la mafia china. Los chinos sólo jugaban a sí mismos y además entre ellos, así que no había manera de meter cuchara. Faltaba sólo una reunión de alto nivel entre Mariano y Sheldon Adelson para ultimar esos pequeños detalles de porcentajes que son la sal de los negocios. El encuentro tuvo lugar a puerta cerrada, sin fotos ni testigos, como en esas bodas de los Corleone que culminan con una cabeza de caballo, aunque estaba claro que el hedor acabaría traspasando las puertas de la Moncloa. Lo que no sabremos nunca es si Mariano se avergonzaba de que lo vieran al lado de Adelson o si Adelson se avergonzaba de que lo vieran con Mariano. Probablemente mitad y mitad, porque son dos tipos que ya no pueden caer más alto. En cualquier caso, parece que los asesores no han reparado en que Eurovegas está abocada a la ruina, porque el juego favorito de los millonarios en España no es el póker ni la ruleta sino el monopoly, y porque lo único que le interesa a Mariano es un local tranquilo donde calzarse un puro sin que su mujer vaya a darle la tabarra.
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