Opinión · Punto de Fisión
Negro sobre negro
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Cuando leí que habían detenido al rey Baltasar de la cabalgata de Carabanchel lo primero que pensé es que no podía escribir sobre un tema tan fácil, ni siquiera con la excusa del catarro. Luego me froté los ojos, me eché otro paracetamol al coleto y reflexioné si no se trataría de una inocentada a destiempo, ya que la noticia, más que de la página de sucesos, parecía arrancada de una viñeta de Martínez el Facha, aquel glorioso personaje de El Jueves. Reflexionando más despacio, caí en la cuenta de que un país que mantenía en portada a Mariano Rajoy, a Rouco Varela, a Gallardón y a Dolores de Cospedal con peineta, ya vivía instalado en un tebeo de Martínez el Facha. La España del PP es su propia caricatura y el columnista nunca podrá superar en recochineo a la realidad por mucho que se empeñe en intentarlo.
Había una vieja aventura donde Martínez y dos de sus amigos se disfrazaban de reyes magos para curtir en las tradiciones hispánicas al retoño de un líder neonazi alemán. El niño veía a uno de los falangistas camuflado de Baltasar y la emprendía a tiros con una Luger recuerdo de la Segunda Guerra Mundial. Lo del blanco disfrazado de negro es un lugar común desde los tiempos de El cantor de jazz, que fue la primera película sonora de la historia en dar el cante. Pero el maquillaje esconde un desasogiego que va más allá del simple chiste, quizá porque la negritud siempre ha resultado una experiencia límite para el hombre blanco. Incluso a Joseph Conrad lo han acusado recientemente de racista por Heart of Darkness, tal vez el mayor alegato contra el colonialismo jamás escrito y, según Borges, el relato más intenso que haya labrado la imaginación humana.
En España nunca hemos tenido problema con los negros, más que nada por falta de materia prima. El racismo patrio iba dirigido contra gitanos, moros, judíos y sudacas, un término que ya habla por sí solo. Aun así, como siempre hacía falta un Baltasar para la cabalgata, solíamos pintarlo con betún porque era más fácil tener un negro domesticado, un tío Tom por un día, que un senegalés bravío que dedicaba el tiempo libre al top manta y al hurto con tirón. A Baltasar esta vez no lo ha salvado ni el color de la piel ni la corona de latón: han pesado más los antecedentes penales porque vivimos en un país donde siempre ha estado mal visto eso de robar en la calle y uno a uno, con lo que se puede triunfar robando desde un despacho a multitudes enteras. Un negro haciendo de rey puede tolerarse el día de Reyes y quizá en carnaval, pero un negro haciendo de negro era demasiada redundancia. Los tres reyes magos sobran cuando el monarca oficial ya ejerce de Papa Noel a tiempo completo.
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