Opinión · Punto de Fisión
Ya estaba así cuando llegué
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El caso Bárcenas le está dando una vidilla inesperada al verano. Resulta algo más vistoso que los aburridos conciertos de agosto o que esos apolillados trofeos de fútbol donde los delanteros todavía trotan a medio gas. Ayer, en los juzgados, dos hinchadas rivales calentaron la comparecencia de Cospedal, que llegó a los tribunales como si fuese el gran fichaje de la temporada. Por un lado, unos pobres abuelos estafados de Bankia; por el otro, unos jóvenes cachorros del PP de ésos que nadie sabe por qué llaman Nuevas Generaciones, cuando más antiguas no pueden ser. Con chavales así, que decoran el dormitorio con pósters de María Dolores con peineta, Jose Mari haciendo publicidad de bodybuilding y Carromero en los coches de choque, el pensamiento español puede seguir durmiendo tranquilo. Lo máximo que se habrá preguntado cualquiera de estos niñatos que van a reírse de un anciano indefenso es aquella duda metafísica de Santiago Segura en El asombroso mundo de Borjamari y Pocholi, o sea, si el cocodrilo de Lacoste saldría vencedor en un combate contra el caballo de Ralph Lauren.
María Dolores llegó, vio y declaró. Declaró poco, eso sí. El juez la trató como a una porcelana china, no fuese el listillo del abogado a formularle una pregunta de más y ella no tuviese más remedio que dar una simulación de contestación en diferido. Básicamente la declaración de Cospedal se ciñó a aquella lección moral con la que Homer Simpson le enseñaba a su hijo Bart los tres principios fundamentales: "Yo no he sido", "Ya estaba así cuando llegué" y "Buena idea, jefe".
La historia entre Cospedal y Bárcenas nunca fue de amor, ni siquiera de amistad, por eso resulta aberrante la intensidad del odio entre ambos. Aquí el roce no hizo el cariño sino el asco. En unas declaraciones de enero de este mismo año, Cospedal llegó a decir, para sacarse el marrón de las cuentas en Suiza, que el ex tesorero "tenía su vida propia". Suena raro. Es como si cada militante del PP fuese una hormiga que tuviese que rendir cuentas al hormiguero y Bárcenas, de golpe, hubiese decidido ejercer de cigarra. Ignoramos si la "vida propia" de Bárcenas consistía en que se había independizado del pulmón de Génova, prefiriendo respirar por su cuenta, o que los estatutos secretos del PP se rigen por el juramento de los tres mosqueteros: "Todos para uno y uno para todos". Salvo alguna cosa.
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A estas alturas de la podredumbre, después de tanto "no me acuerdo" y "no me consta", el caso Bárcenas empieza a definirse por la gramática. En algunos idiomas, dos negaciones afirman, pero en genovés, quinientas negaciones corroboran. Dirán lo que quieran del PP, pero es la única banda musical del país que sigue trabajando en verano. Ayer Cospedal emuló a Isabel Pantoja en los juzgados, aunque no quiso presumir de mantilla ni salir a hombros en plan torera.
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